64: Lo que no quieres escuchar: parte 1.

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Un par de días atrás, Nanami le pidió que porfavor la llevara a casa de sus abuelos. Según el relato de su pequeña, la maestra le envió todos los deberes que su primo tenía pendientes, bajo la advertencia de que si quería pasar a primaria, debía al menos completar algunas actividades.

Era demasiado. Kana logró llenar una bolsa de multitienda con todas las tareas pendientes que tenía su sobrino. Antes de marchárse directamente a casa de sus padres, las dos pasaron a una librería cercana y compraron unos cuantos materiales de cortesía, además de llevar algo para el postre. Seguro su madre las obligaría a quedárse a almorzar con ellos.

Iba a ser un día tranquilo, o al menos eso pensó cuando entró a la cocina para guardar el postre en la nevera: tres desconocidos estaban junto a Arata y su madre, consolándole mientras bebían café y fingían oír el eco del noticiario que venía desde la sala de estar. Se enteró que dos de esos desconocidos eran amigos de preparatoria de su hermano y que el tercero, era el esposo de la mujer presente. Jamás los había visto en su vida, pero recordó que su padre fue muy aprehensivo respecto a las amistades de Arata y que tal vez, por eso nunca tuvo la oportunidad de conocérlos:
-¿Y qué los trae por aquí?- les había preguntado -¿están preparándo algo en especial?

Sin misericordia, el propio Arata le confesó que había terminado oficialmente su relación con Neji. Que sus amigos no estaban ahí para planear algo especial ni nada de ese estilo:
-Me acompañaron para que no hiciera alguna estupidez después de romper con él.

Se sintió como un golpe directo en el rostro. En ese momento, Kana fingió aceptar la desición: asintió y puso una cara triste, pero al llegar a su casa no pudo evitar echárse a llorar de forma casi agonizánte. Creía que alguna criatura malévola le arañaba la garganta por dentro y que solo con ayuda de esos sollozos desgarradores, podría sacárla de ahí:
-Mami, ¿estás bien?- le había preguntado Nanami cuando la encontró llorándo sola en su habitación -¿por qué lloras tanto? ¿Extrañas al señor Uchiha?

Le dijo que no, que ese no era el motivo de su tristeza, pero le aseguró que lo llamaría y le preguntaría si quería ir a visitárlas. Su compañía le haría mejor y tal vez, no pasaría esa noche tan sola.

La primera vez que Itachi llegó a su casa, fue únicamente con lo puesto y algo de trabajo pendiente dentro de su maletín, pero en su segunda visita apareció arrastrándo una elegante maleta y cargándo un par de trajes entre sus brazos para que no se arrugara la tela durante el camino:
-Me quedaré aquí hasta que mami se sienta mejor- le escuchó hablándo con Nanami mientras veían televisión y ella, preparaba la cena.

Agradecía al cielo que él estuviera ahí para consolárla, pero que Itachi dejara su vida personal a un lado para cuidar de una mujer cruel como ella, la hacía sentir terrible:
-Nanami me contó que es por lo de tu hermano.

-Es porque pude evitárle malos ratos, pude evitárle mucho dolor y evitar que terminara su relación con aquel chico. Fui una pésima hermana en el pasado y soy una pésima hermana ahora en el presente. No soy como tú, no deberías estar perdiéndo tu tiempo aquí conmigo.

Sintió que la besó en la frente y con delicadeza, como entrelazó sus dedos con los suyos. Kana volvió a sentirse sinceramente querida y por alguien que probablemente, toda su familia odiaba:
-Puedes ser una mejor hermana en el futuro.

Recordaba que esa noche cenarían los tres, se divertirían con algún juego de mesa después y cuando Nanami se fuera a la cama, los dos verían una película a solas, posiblemente algo de terror. Cuando todo estuvo servido, notó que no había nada para beber: ningún trago fino para compartir con Itachi, ni tampoco bebida de fantasía sabor naranja para su hija. Los dos le dijeron que no era necesario, pero ella insistió en que en un pequeño local muy cercano podía encontrar algo para refrescar esa cena especial. Mintió y apenas llegó a recepción, tomó un taxi con dirección al supermercado más cercano. Sacar su automóvil del estacionamiento solo la haría perder tiempo y tal vez, levantar sospechas:
-Si no le molesta, tomaré un atajo- le dijo el taxista, justo cuando habían avanzado algunos kilómetros, tomándo un rumbo diferente hacia una avenida repleta de bares y restoranes luminosos.

Biológicamente imposible [NejixOc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora