62: Cara a cara.

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Apenas renunció a su antiguo trabajo, su tío contactó con varios de sus conocidos con tal de ayudárle a reinsertárse lo más rápido posible. Le aseguró que él le comunicaría a su padre sobre todo lo que estaba ocurriéndo, que él solo se preocupara de sus asuntos.

Neji fue bien recibido en un periódico local, donde se le asignó un nuevo puesto como asistente. Se sentía agradecido al saber que tendría con qué mantenérse al final del mes, pero el hecho de que lo limitaran siempre a ser solo un asistente le angustiaba con creces. Era como si todo el esfuerzo que hizo en la universidad no sirviera para nada: solo servía café, entregaba mucho papel en blanco y recibía reportes ya listos solo para tramitar su envío a la imprenta. Solo llevaba dos días ahí y ya se sentía completamente desesperanzado, pero si había algo bueno que podía rescatar de ese nuevo empleo, era que pudo volver a retomar sus escritos de hace años: tal vez ya no guardaría contácto con Arata y su familia, pero conservaba la tarjeta que el extraño primo de este le había obsequiado. Solo esperaba que si un día asistía a esa editorial, no le esperara un quinto tío, listo para ser su verdugo y juzgárlo por utilizar a su sobrino.

Casi finalizaba su segundo día de labor en aquel lugar: envió unos últimos archivos desde una oficina que no era la que compartía junto a otros editores de menor rango. Cuando regresó tranquilamente a esta, vio a uno de sus compañeros leyéndo los apuntes que dejó sobre su escritorio. No lo pensó ni siquiera un segundo y corrió hacia él, de un portazo abrió la puerta de la oficina e intentó arrebatárle las hojas de las manos:
-¡Oye oye, calma!

-¡Regresa eso donde estaba!- exclamó Neji -¡¿acaso te autoricé a que leyeras mis cosas?!

-¡Amigo, esto es maravilloso!- exclamó de vuelta el otro individuo -Neji, lo siento. No debí llamárte así...

-No, no debiste. Yo no soy tu amigo.

-No importa si soy o no tu amigo- puso las hojas justo frente a sus ojos, casi estampándolas en su rostro -chico, esto es oro.

Rápidamente, Hyūga le arrebató las páginas de las manos y las arrugó, escondiéndolas con desesperación en una de las carpetas que tenía dispuestas sobre el mesón. Había decidido reescribir uno de sus antiguos trabajos y que alguien leyera lo que imaginó siéndo apenas un mocoso, le avergonzaba a montones:
-Aunque creas que es oro, no debes metérte donde no te llaman. ¿Acaso hurgueteas en los escritorios de todos los otros cuando se marchan?

-Oye, yo no hago eso- se defendió su compañero -solo iba a la salida, pasé por el lado de tu mesón y sin querer leí el título de tu escrito. Bien, leí el título y después un parráfo, y después...

-Solo no vuelvas a hacérlo, ¿si?- interrumpió, desarrugándo las hojas con tal de ponérlas en orden -no es divertido, al menos para mi, que bromeen con cosas como esta. Estudié toda mi maldita vida para publicar un libro y ahora soy nada más que un asistente que sirve la merienda.

El silencio se apoderó de lo que restaba de la pequeña sala. Aquel hombre debió retirárse, pero en cambio, continuó junto a él un par de segundos:
-¿Qué fue lo que estudiaste? ¿Acaso te tituláste?

-Estudié literatura. Y si, me titulé, pero hasta el momento solo he podido ejercer como maestro.

-¿Sabes? Hay una persona en este lugar que escribe una columna donde reseña libros y cosas por el estilo, tú debes entender de eso. El asunto es que renunció y está por marchárse durante uno de estos días, y ya hay muchos que están postulándo a ocupar su puesto. Tú tienes estudios, y creo que podrías hacer un mejor trabajo que cualquier periodista que venga aquí.

El único ruido que se escuchaba, era el de las hojas siéndo ordenadas en las carpetas que si le correspondían:
-Acabo de ser contratado. Te lo agradezco mucho, pero tendré que rechazar tu oferta.

Biológicamente imposible [NejixOc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora