1. La lluvia que no moja

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Escuchaba como golpea la lluvia contra los finos cristales de la torre derruida y perdida en los confines del mundo. Aquello le trajo nostalgia, como extrañaba el toque de las gotas contra su rostro, el olor de las rosas del jardín en verano, sentir la tibieza del sol en la espalda, despertar entre suaves sabanas, pero sobre todo extrañaba ser libre, afuera, en el exterior, lejos de la torre.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Días? ¿Meses? Ya no lo recordaba, llevar cuenta del tiempo de su encierro era ridículo. Morirá allí mismo, justo en esa torre olvidada, lo sabe, pero por el momento es mejor escuchar el sonido del golpeteo de esta lluvia nocturna... si al menos pudiera verla, pero las paredes son demasiado altas, la ventana más baja está por sobre cinco metros de él. Está sentado completamente aovillado, intentando recibir algo de su propio calor, pero se le escapa poco a poco.

Si tan solo no hubiera abierto esa puerta, esa condenada puerta... nunca hubiera terminado aquí, las ratas no lo morderían todas las noches y lo que es más importante, mantendría su libertad. ¡Maldita sea la hora en que osó abrirla!

Levantó la mirada y observo que la poca luz que entraba por las ventanas se desvanecía poco a poco. Era la hora. No tiene miedo a morir, prefiere la muerte a un segundo más de encierro. ¿Arrepentimientos? Los tiene, como cualquier otro, pero es mejor recordar buenos tiempos en los últimos momentos de uno, aunque la puerta ha acaparado todas sus memorias, apenas recuerda quien fue. Esa puerta color negro, obscuro y profundo negro, misterioso y frío negro... la puerta...

Lejos, muy lejos de esa torre, alejada de toda civilización, trastabillando, embarrada y confundida, está una joven extrañamente pálida que vaga sin rumbo en medio de un prado solitario.

Ha caminado durante horas bajo la lluvia y aun no hay ni rastros de un lugar donde pasar la noche, ni pueblos, ni establos, ni siquiera ruinas. Ya lleva muchas horas caminando, así que empieza a pensar que no debería haber salido del cementerio, no, más específicamente nunca debió haber vuelto a la vida. Ella no pidió que la regresaran, lo único que recuerda es abrir los ojos y darse cuenta de que estaba de vuelta en el mundo de los vivos.

¡Maldita sea! ¿Es que ahora una no puede ni morir en paz? La guerra interminable, la amenaza de los bárbaros, sin mencionar los constantes bandidos. Estaba feliz de tener la paz eterna, claro que morir no fue agradable... Un momento ¿Cómo murió? ¿Quién era? ¿Dónde estaba su familia? ¿Tuvo familia? ¿Por qué estaba viva nuevamente? Su nombre, debía recordar su nombre, quizá eso ayudaría un poco. Iha... ¿Ihara? ¿Ivana? ¿Igris?

Ihara sonaba bien para ella. Se quedaría con ese hasta que tuviera la mente más clara. Encontrar un nombre logro distraerla un poco de la agobiante lluvia que la rodeaba y de la molesta sensación de hambre que poco a poco iba acaparando su conciencia. Siguió caminando hasta perderse en medio de la torrencial caída de agua, después de todo poco a poco sentía que la lluvia no la mojaba siquiera.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora