Lawrence se acercó a Nafisa y clavó su mirada dicromática en ella, la cual seguía disfrutando de la lluvia en el suelo. Cuando Nafisa noto que algo se interponía entre la lluvia y ella, abrió un solo ojo de mal humor.
— ¿Te importa, íncubo? — La cabeza de Lawrence estaba justo encima de la de Nafisa, cubriéndola de las maravillosas gotas de agua.
Él la miró extrañado. Quizá aún no lo había visto bien, después de todo, ninguna de las mujeres con las que se había encontrado en el pasado se había resistido a sus encantos demoniacos... y con esta no sería diferente.
— Mi nombre es Lawrence, señorita. — Hizo una reverencia sin moverse del mismo lugar, lo cual provocó que Nafisa lo mirara de mala gana.
Listo, eso era todo, ahora seguramente ella lo miraría con los ojos perdidos como todas y caería como un cordero recién nacido a sus pies. A veces el poder manipular tan fácilmente era aburrido, pero solo a veces...
Por su parte, Nafisa se quedó callada mirándolo aun tendida en el suelo, con la llovizna cayendo a su alrededor. Súbitamente lo tomo por la cara con una sola palma y lo sacudió haciendo que casí perdiera el equilibrio, tambaleandose como un potrillo recién nacido. Nada.
Ambos se miraron interrogantes, en un silencio incómodo. Lawrence se había agachado apoyándose en una de sus rodillas y ahora los dos se miraban cara a cara, con sus cuerpos apuntando en direcciones contrarias. Luego de varios minutos de silencio y miradas, ambos gritaron al mismo tiempo:
— ¿Por qué no pude absorberte?
— ¿Por qué no pude seducirte?
Nafisa se puso de pie de un salto, propinándole un cabezazo a Lawrence y este cayó de espaldas mientras se agarraba la dolorida nariz y maldecía. Ella lo sujetó por el cuello de la camisa y lo atrajo hacia su amenazante rostro, claramente molesta y alerta al mismo tiempo.
— ¿Quién te envía, demonio? ¿Qué es lo que quieres?
Lawrence no respondió. Al verla tan cerca, pudo notar claramente que ella tenía un poco de luz de la Hechicera del Sol en sus ojos. ¿Sería eso? ¿Eso la estaba volviendo inmune a sus encantos? Antes de que ella lo notara, el íncubo había desaparecido de su agarre y se hallaba a sus espaldas, acomodándose sus ropas tranquilamente.
— Mi bella dama, ciertamente usted presenta cierta particularidad que me llama la atención. ¿Sería tan amable de proporcionarme su nombre? Debo decir que...
Nafisa se alejaba dando pisotones en la pradera. Simplemente genial, un demonio aparecía de la nada y le malograba su buen humor; y no cualquier demonio, sino uno muy imbécil a su parecer y para el colmo ni siquiera podía deshacerse de él. Estúpidos demonios con su estúpida sensualidad natural. Era bueno que ella no cayera en sus jueguitos de seducción, pero la razón le era desconocida hasta para ella y tampoco es que le importara mucho.
Lawrence la miró molesto mientras ella se alejaba. ¿Qué le pasaba a esa chica? Estaba siendo amable, admitía que al principio quizá se había comportado un poco pedante, pero ahora estaba haciendo su mejor esfuerzo para no romperle el cuello a esa humana insolente que se atrevía a ignorarlo.
Se materializó delante de Nafisa e intento presentarse nuevamente, ella lo ignoro. Así avanzaron cerca de veinte minutos, hasta que Lawrence agotó su paciencia y su buen humor.
— ¡Solo escúchame mujer! — La sujetó por los hombros y la sacudió.
— Suéltame, pervertido. — Nafisa sujetó rápidamente la empuñadura de su sable, lo extrajo de la funda en su espalda y le hizo un corte fino en la mejilla izquierda.
— ¡Eres una...! — Lawrence empezó a expulsar vapor por la boca, nariz y ojos; al mismo tiempo iba convirtiéndose en un horrible ser negro enorme, con alas de murciélago esqueléticas, cuernos retorcidos que salían de su frente y su rostro se volvía cadavérico con cuencas vacías y la nariz carcomida. Su voz sonaba de ultratumba mientras salían llamas de fuego de su boca. — Te voy a...
Nafisa le dio una bofetada sonora. Todo quedo en silencio y los dos quedaron inmóviles mientras la llovizna continuaba cayendo. Otra bofetada le sobrevino, luego otra y otra y otra. A la tercera bofetada Lawrence había vuelto a su forma convencional y a la última bofetada, agarraba por las muñecas a Nafisa mientras se frotaba las doloridas mejillas con su hombro.
— ¡Por toda la magia en el mundo! ¿Es que solo sabes gritar y golpear a la gente?
— ¡No vuelvas a hacer eso! ¡Me asustaste idiota!
— ¡¿Asustarte?! ¡Tú fuiste la que casi me...!
— ¡Imagina que vas caminando por ahí cuando un desconocido que te ha estado siguiendo se transforma en un monstruo del averno! — Le gritó Nafisa a la cara mientras se hacía soltar las muñecas y lo miraba con odio.
— ¿M-monstruo? ¡Si era la forma de un íncubo común y co...!
— ¡Idiota!
— ¡Loca!
— ¡Estúpido!
— ¡Estas gorda!
Empezaron a halarse y empujarse entre los dos para terminar en el suelo como un par de niños riñendo y rodando hasta el borde del acantilado en el que terminaba la pradera, en medio de golpes y gritos... Solo se detuvieron cuando escucharon el sonido de la tierra ceder bajo sus pies, cayeron y se perdieron en las nubes que cubrían el fondodel acantilado.
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...