43. Ella está muerta

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— Entonces, según tú, ¿eres un Nefilim?

— Si, algo así.

Diot quería preguntar muchas más cosas a Rovener, pero el temor de incomodarlo y provocar su furia, tal y como pasaba con Leran, era mayor que su curiosidad, además no confiaba en él del todo. Se quedó callada observando el fuego. Estaban sentados frente a una pequeña fogata que habían prendido hace poco, ya solo quedaban algunos rayos naranjas del sol que salpicaban el horizonte.

Luego de su inesperado encuentro en la laguna, ella había querido marcharse mientras el nadaba, pero el contemplarse en medio de la nada la intimido, sabía que podía encontrarse con todo tipo de cosas en su camino y ni siquiera sabía dónde estaba.

Por su parte, Rovener no había querido detenerla si hubiera querido marcharse, pero tampoco deseaba apartarla, si algo le llegaba a pasar tendría una carga de conciencia enorme, sería como dejar a una pequeña niña a su suerte en medio del bosque. Estaba seguro que era una humana común y corriente, así que prácticamente era una presa fácil para cualquier criatura, humana o no.

Fue así, que sin decir ni una sola palabra, armaron la fogata. Para romper el silencio, Rovener decidió hablar sobre sí mismo, ya que sabía que ella difícilmente conversaría sobre si, desconfiaba de él.

— ¿A-a donde te diriges? — Diot seguía mirando el fuego, claramente incomoda.

— A las Cascadas Cielo y Tierra.

— Supongo que ahí habita un mago...

— ...

— Descuida, no pienso hacer nada raro. Solo preguntaba.

Nuevamente el silencio se instaló entre ambos. Rovener pensó que la había intimidado, así que se acostó y la dio la espalda, dispuesto a dormir.

— Diot.

— ¿Qué? — La miró girándose a medias sobre sí.

— Mi nombre es Diot. Vivía en una aldea, hasta que la destruyeron, no quedó nadie con vida. Luego conocí a Ihara y Leran y he estado viajando con ellos desde entonces. —Dijo todo sin parpadear, mirando al frente y con sus rodillas rodeadas por sus brazos. Su mirada estaba perdida.

Rovener la contempló por un momento, sin saber que responder exactamente.

— Gracias por decirme tu nombre, joven Diot. — Se enderezó y le dirigió una mirada de respeto. — Lamento si te incomodé antes.

— ¿Incomodaste?

— Bueno, apenas te mencione lo que creía ser te quedaste callada. Lo siento...

— No, no, para nada. Es solo que no quería preguntarte más cosas ya que tiendo a "nunca cerrar la bocota" según Leran.

Ella no pareció notarlo, pero su rostro reflejó genuina culpa y pena, incluso se encogió sobre sí misma levemente. Rovener sintió algo de pena por ella. No había tenido un pasado bonito, y al parecer sus compañeros de viaje eran unos idiotas y/o muertos vivientes.

— Pues, yo no soy Leran. Pregúntame lo que quieras. — Cruzó sus piernas y descansó su peso sobre sus manos apoyadas en el suelo.

— ¿De veras? — Diot le sonrió y sus ojos brillaron. Rovener se sonrojo levemente, el parecido con ella era demasiado.

— Claro.

— ¿Por qué no usas la forma de "humo" todo el tiempo?

— Es algo que me desagrada, además nunca lo había intentado.

— ¿Qué se siente estar en esa forma?

— Es como si fueras más ligero y libre.

— ¿Quién o qué era tu padre?

— Ni idea.

— ¿Cómo era tu madre?

— Era amable, delgada, con cabello dorado...

— ¿Tu padre amaba a tu madre?

— Pues... nunca lo había pensado.

— ¿Cuántos años tienes?

— Veinte — mintió de acuerdo a lo que aparentaba físicamente.

— ¿Cómo conociste a Valdro?

— Digamos que me ayudo y quede en deuda con él.

Diot paró un momento para poder respirar y pensar en más preguntas. Por su parte Rovener se preguntaba si había hecho bien en darle paso libre a ella... hablar de su padre y de todo lo que había heredado de él no le gustaba, se sentía asqueado de sí mismo.

— Creo que eres genial.

— ¿Disculpa?

— Tienes poderes geniales, has viajado mucho, conoces al rey en persona, golpeaste a Leran... esto es mucho que decir — Diot lo miró con una sonrisa genuina de diversión, más no de burla.

Rovener parpadeo confundido, intentando deshacer la ilusión: estaba seguro que ellas eran la misma persona, no cabía duda alguna. Los mismos ojos verdes, el cabello similar, el rostro, hasta las cosas que decían.

— ¿Joanne? ¿Eres Joanne, cierto? — Sin es esperar respuesta la abrazó contra su pecho. Con voz quebrada le dijo: — ¡Perdóname! ¡Perdón! ¡Lo siento tanto...!

— ¿Ro-Rovener?

Al escuchar su voz se dio cuenta que aquello era imposible, Joanne llevaba años muerta...

— Lamento este incidente — la apartó de sí mismo.

— N-no hay problema.

Los dos se prepararon para dormir. Diot miraba en dirección del cielo estrellado. Ahora comprendía más a Hann y su amor por la aventura. Agradecía haber conocido a Leran e Ihara, ambos le ayudaban a superarse día a día. Leran era el hombre más sabio que conocía, eso hacía que lo admirase demasiado. Ihara siempre se mostraba serena y le hacía notar que no importaba que tan mal las cosas parecieran, siempre se debía seguir adelante.

Con una sonrisa en los labios se quedó dormida profundamente, ajena a los pensamientos tétricos que atormentaban a Rovener desatados por su parecido con, la que alguna vez, había sido la persona más amada en el mundo por él.


Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora