28. Común y corriente

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Nafisa se asomó por la borda por tercera vez en aquella hora para vomitar sonoramente. Los botes nunca habían sido lo suyo, de no ser así se habría convertido en pirata en lugar de unirse a un simple grupo de bandidos.

— C-creo que voy a morir aquí mismo, Abb — exclamó dirigiéndose a una araña amarilla del tamaño de una mano de hombre adulto que tenía sobre su hombro.

El barco ya llevaba navegando durante tres días hacia el continente central, faltaba solo esa noche para arribar. La araña emitió una especie de chillido y se froto levemente contra el cachete de la chica.

— ¡Ah, por todos los ángeles! ¿En serio ella es una descendiente de mi leal servidor? — la mujer de cetro plateado la observaba a través de su esfera. No podía creer que alguien con semejante sangre fuera tan patética. ¿Mareada por barcos? ¡Tenía que ser un chiste!

Por supuesto que Nafisa sabía que era observada por la mujer, solo que no le importaba. Llevo para atrás con una mano su pelo blanco y se deslizo lentamente hasta el piso, estaba harta de navegar, quería volver a casa y lo que sea que fuera a pasar con su corazón empezaba a darle lo mismo; solo continuaba adelante porque nunca antes había tenido el valor de viajar al continente central y esta era una oportunidad única.

— ¡Levántate, Nafisa! Tengo unos invitados que podrían verte así y...

— ¿Invitados? ¿No que estabas completamente sola y aislada en no sé dónde?

— ¿Sola? Ah... sí, así es.

— ¿Alguien ya te había dicho que te patina el coco?

— ¡Cierra la boca!

Sintió una punzada en el pecho y escupió sangre. Bien, era mala idea insultar a la persona que robo tu corazón en una manera no tan romántica como suena. Se levantó de un brinco y se dirigió hacia su camarote mientras limpiaba su sangre en su boca con el dorso de la mano.

— Escuche bien, Plateadita, soy solo una simple ladrona que tiene el pelo blanco y ya, esto es todo lo que tengo de particular, créame. Si tuviera algo más, lo sabría.

— ¿Realmente crees que voy a creerme eso?

— ¿Así que no planea dejarme ir? Bien, entonces dígame al menos que quiere que haga de ahora en adelante, ya sabe, cuando llegue al continente.

— Te diré lo necesario, niña. Ve a Luna Rota, busca al grifo Regul y pregunta por la Caza de Estrellas.

— ¿En serio? ¡¿Me arrastraste por todo el mar solo por observaciones astronómicas?!

— No seas ridícula, te arrastré por todo el mar para que seas mi peón. Ahora ¡Solo hazlo!

La voz de la mujer dejo de oírse y Nafisa soltó un suspiro. Esa mujer realmente estaba loca, ¿por qué había elegido a una simple ladrona de las arenas para buscar a un grifo? Miro su largo cabello plateado que le llegaba hasta mitad de la espalda, ¿realmente ella tendría algo de particular aparte de ese color en su pelo?

Antes de poder darse cuenta, el barco llegó a la costa. Nafisa desembarcó llevando consigo a su araña, un poco de comida y su sable; el continente central no se veía muy diferente de su hogar, claro que este tenía más vegetación. Se acercó al puerto mientras los marineros descargaban, se dirigió al pueblo y observó los alrededores: no veía nada lo suficientemente valioso como para robar.

— ¿Qué hace una joven sola a estas horas de la madrugada? — Un hombre que apareció detrás de ella le pasó su brazo por el cuello, estrangulándola.

— Buscaba algo que robar — dijo con una sonrisa de disculpa.

— ¿Con que muy valiente, eh?

La chica lo ignoro, ni siquiera peleó o gritó. El sujeto aplico más fuerza en su cuello, pero nada paso, entonces se dio cuenta que no podía soltarla, quiso salir corriendo pero parecía que ambos habían nacido unidos. Poco a poco, el sujeto vio como arrugas le salían en las manos y su cabello se convertía en canas, su piel se arrugo más y más, su cuerpo enflaqueció y se consumió por completo, hasta que solo quedaron huesos que se convirtieron en polvo.

La chica observó un momento el montón de polvo a sus pies, se acomodó el cabello y soltó un suspiro de desilución: sí, ella no tenía nada fuera de lo normal, solo era una joven común y corriente.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora