El chico despertó con la cabeza doliéndole tan fuerte que creyó que lo había mordido un erizo de fuego. Abrió los ojos lentamente solo para toparse con una cálida hoguera a un metro delante de él y las dos muchachas que conoció ese mismo día sentadas a los costados, mirándolo como si fuera una serpiente venenosa.
Intenta pararse, pero descubre que todo tu torso está atado por una gruesa cuerda a un tronco de un árbol, solo puede mover las piernas y la cabeza, absolutamente nada más. Suspira fatigado. Al menos no está muerto, pero apesta a bosta de caballo y sus ataduras lo aprietan tanto que le cuesta respirar.
– Asquerosa nigromante, así que lograste completar el ritual antes de que llegara. Te lo advierto, no le sirvo a nadie, ni vivo ni muerto, será mejor que tu mascota me coma ahora mismo.
– No soy una nidoamante.
– Es nigromante, genio – interrumpe la chica de ojos violeta, la cual lo mira con odio más que con hambre. – Mi nombre es Ihara, dime todo lo que sepas sobre lo que crees que soy.
– Los monstruos como tú no tienen nombre. Se lo que eres y eso es todo lo que diré. – Cruza las piernas como si fueran brazos con actitud molesta y desvía la mirada.
– ¡Escúchame bien apestoso cazarrecompensas! No soy un monstruo, o al menos no por elección propia. Esta chica pelirroja te hubiera dejado atado en el bosque para que seas comida de lobos si no la hubiera convencido de no hacerlo. ¡Empezaras a cooperar o juro que me comeré tu patético rostro!
– Déjalo, Ihara. Hay formas para que un hombre hable, por cierto soy Diot y seré tu peor pesadilla, maldito vagabundo loco.
Ella saca de entre sus viejos ropajes una de las largas barras metálicas con las que trabajan lo herreros y la acerca al fuego. Todos se mantienen callados. Ihara está mirando preocupada a Diot y el chico se ocupa de contar las estrellas. Cuando finalmente el metal esta tan rojo como una rosa, Diot acerca la barra al prisionero.
– ¡Habla! Es tu última oportunidad: ¿Quién eres? ¿Qué sabes de Ihara? ¿A dónde ibas a llevarme?
– Muy bien, muy bien, pero aleja esa barra de mí.
– Te escuchamos.
– Bien. Hace mucho tiempo, un poderoso mago hizo el más grande descubrimiento para la humanidad, y lo guardo celosamente en secreto. Ahora, pasaré a contarles el secreto – baja la voz y mira receloso –. Lo que descubrió fue que: ¡las vacas dan leche! – luego procedió a matarse de risa.
– ...
– ¡Deben admitir que fue una gran broma! Además, será lo único que les diré, puedes clavar esa barra donde gustes. Soy una tumba.
No estaba para nada preocupado. Ella una simple campesina ¿Qué sabia de puntos de dolor en el cuerpo? ¿Cómo hacer que la vida de un prisionero se alargara en la tortura? Él estaba seguro que nada.
– Bien – la chica de ojos violeta habla. – Te llevaremos a la próxima ciudad y te entregaremos a los guardias.
– ¿Por qué te tomarías la molestia? No soy ningún criminal.
– Por favor. Todo cazarrecompensas tiene un precio sobre su propia cabeza. Espero que el tuyo sea alto al menos. Déjame pensar... la ciudad más cercana debe ser Rodier.
– ¿De qué hablas? ¿Rodier? – El muchacho no parecía notarlo, pero el nerviosismo empezaba a apoderarse de él. Su reacción era bastante justificada, pues Rodier era la ciudad fortaleza que más alto precio le había puesto a su cabeza, además era conocida por imponer los más tormentosos castigos.
– Mañana por la mañana saldremos.
– ¿Por qué Rodier? Está muy lejos de aquí. Si quieres deshacerte de mi pronto, será mejor que me lleven a Lantis o incluso a Goldfang.
– Escucha – la chica pelirroja se sentó a su altura y lo miro a los ojos. – Vivía aquí con toda mi familia. Nunca he oído de magos o nigromantes. Hoy mataron a toda mi aldea, todos murieron, fueron cruelmente asesinados. Ya no tengo nada a lo que llamar hogar...
– Escucha Diot. La vida es así. Ponte firme y sigue adelante, no ganaras nada despertando compasión en los demás, sobre todo la mía. – Respondió sin siquiera mirarla.
– ¿Alguna vez tuviste un hogar?
Él no esperaba esa pregunta. Claro que lo había tenido. Hace mucho tiempo, pero eso era cosa del pasado. Se había dicho que nunca más volvería a pensar sobre ello, tampoco a mencionarlo ¿por qué mencionar un lugar maldito?
– Muy bien. No puedo decirte mucho, pero puedo llevarte a alguien que sabe todo lo que quieras y más.
– Graci...
– A cambio de un módico precio, claro. Si noto que quieren engañarme, no dudaré en matarlas a ambas y dejar colgadas sus cabezas en el bosque.
– Alguien atado y en tu posición no debería decir eso – amenazó Ihara.
– Monstruo, por favor...– El chico bajo la mirada hacia las cuerdas y todas cayeron flojamente, dejándolo libre
– ¡¿Cómo...?!
– Si quisiera ya estuvieran muertas ambas, o bueno, al menos la que no es un monstruo.
– En cuanto al precio del que hablas: no tenemos nada para darte, lo siento – hablo Diot, nerviosa y preparándose para un enfrentamiento.
– Descuida, no es necesario pagarme aún, pero tomen en cuenta que entre más se demoren, más me deberán. ¿Trato? – Se levantó y extendió una mano hacia Diot.
– T-trato. – Estrecharon manos.
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...