48. Ruinas

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Ihara y Leran avanzaban lentamente por las ruinas de la que alguna vez había sido una enorme ciudad fortaleza. Los cuervos rondaban el cielo mientras un fuerte viento levantaba polvo y tierra. Las calles estaban destruidas, al igual que casas y otras edificaciones. No había ni una sola alma en kilómetros más que ellos.

— Leran, han pasado dos días y Diot no...

— Lo sé, pero volverá, es obvio.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?

— Esa campesina parece ser inmortal: ¡Nunca muere! Además sé que su sentido moral la obligará a regresar, ya que tiene algo que me pertenece.

— ¿Te pertenece? El cojin lo ganamos entre los tres, así que es de todos.

— ¡Fui yo el que tuvo que dar eso a cambio! — Dijo evitando mencionar la palabra "beso".

Ihara no respondió. Sin decir nada se detuvo y miró el cielo: empezaba a anochecer, así que simplemente buscó con la mirada un lugar que pudiera servir como refugio, no muy lejos divisó una enorme construcción parecida a un templo. Empezó a caminar hacia ahí.

— Oye monstruo...

Lo ignoró. Si lo deseaba podía continuar él solo, ella quería pasar la noche allí. Una vez que ella se hubo perdido en el interior de la construcción, Leran soltó un suspiro de resignación y desmontó, guiando a los caballos dentro.

— Iré en busca de leña, tu quédate aquí y prepara el lugar — Ihara se perdió de vista.

Leran pensó que seguramente aprovecharía de comer algún bocadillo nocturno, ya que los cadáveres de la ciudad no estaban tan putrefactos. Acomodó algunos bloques del destruido lugar y luego se sentó a esperar a la consumidora. Los minutos le parecían eternos, nunca había sido bueno en cuanto a ser paciente.

De súbito se puso de pie y extrajo de entre sus ropajes el arrugado papel que había conseguido en la taberna de cazarrecompensas en Bantress. Se puso a examinarlo, la cara del sujeto le parecía conocida, sin embargo no sabía identificar quien podría ser. Volvió a guardar el aviso de "Se busca" y se tumbó de espaldas en el frio suelo, que ya empezaba a tener hierbas entre el.

¿En que estaba pensando cuando tomo el cartel que Diot dijo que era el sujeto con el que se había marchado su hermano? No tenía la menor idea. ¿Por qué, desde de ella lo había salvado del tipo del humo, sus pensamientos sobre Diot se hacían cada vez más frecuentes? Sabía que aquello no podía ser nada bueno, pero aun así, por más que lo intentara, no podía detenerlos.

Una simple campesina con la que se topó un día cualquiera, sin nada especial, extremadamente ingenua, torpe y sin nada más que buenas intenciones estaba destruyendo su sentido de cordura, pese a que él se negaba a aceptarlo. Ella había demostrado valentía cuando enfrentó a ese extraño sujeto, sino fuera por ella, seguramente le habría atravesado la garganta. De no ser porque se interpuso entre ambos, perturbando visiblemente al tipo, nada lo hubiera detenido en su avance.

¿Diot estaría bien? ¿Regresaría? ¿No estaba siendo muy duro con ella sin ninguna razón? ¿Qué opinión de él tendría ella? Esas y otras preguntas se iban formando en su mente, causándole desconcierto. Nunca antes se había interesado tanto en la opinión que alguien tuviera sobre él... jamás. Tampoco le había preocupado tanto alguien.

¿Sería posible que Diot empezara a atraerle? Decidió ponerse serio consigo mismo y responder a esa pregunta en ese mismo instante. De súbito un rayo cayó, iluminando el interior de la demacrada construcción en la que estaba. Se puso de pie y se acercó curioso a una de las grietas que había en la pared, vio que el cielo se había ennegrecido y una potente lluvia empezaba a caer.

— ¿Estás pensando en tu adorable pelirroja? — La conocida voz provenía de atrás suyo. Leran lanzó rápidamente una de sus dagas en su dirección, pero fue desviada por una flecha.

Leonor se acercaba a él lentamente con arco y flecha listos pero en posición baja. Le dedicó una sonrisa y su único ojo castaño brillo maliciosamente.

— No quiero hacerte daño...hoy. Sé un buen chico y sube las manos arriba.

— ¿Qué quieres Leonor? — Obedeció lentamente y su tono de voz se oía fatigado, como quien está harto de la rutina. — ¿No te he dicho que acosarme no hará que guste de ti?

La chica se acercó a él y, girando sobre su propio eje, le propinó una patada en la cara, tumbándolo de cara al suelo. Leran se quedó quieto en el suelo, no tenía caso seguir la pelea, después de todo tenía mejores cosas en las que pensar que repetir la rutina de siempre. Esta sería una noche larga.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora