14. Entre puertas y pasillos

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Era la quinta vez que se daba una vuelta por el enorme salón empolvado. Su paciencia se agotaba, ¿dónde diablos podría haberse marchado su hijo? Lo había mandado a llamar hace horas y aún no había rastros de él ni de sus inútiles siervos. Mientras pasaba por entre las enormes columnas de marmol dirigió su mirada hacia su cetro plateado... Era cierto, ella estaba completamente sola. Ni su hijo ni nadie estaban más a su lado. Todos estaban muertos, muertos hace mucho. Solo quedaba ella junto a ese odioso cetro.

De súbito una duda asalto su mente: ¿Qué tanto habría cambiado el mundo en estos 300 años? Motivada por la curiosidad salió del enorme salón y se dirigió hacia un ala del castillo. Sus pasos hacían eco en medio del abandonado sitio, pues era el único sonido que se escuchaba.

Ingreso a un enorme recinto circular, el techo era extremadamente alto, incluso parecía una torre. Era un cuarto completamente vacío, excepto por una esfera de cristal plateado flotante en medio. Las paredes eran de un color gris sucio, mientras que el piso era reluciente mármol blanco empolvado por los siglos.

En el interior de la esfera, se podían ver manos, manos con garras que se apoyaban contra el cristal desde dentro y ojos de distintos colores. Incontables pares de ojos y manos se alborotaron al verla entrar. Susurros se escucharon y también alguna que otra risilla. Parecían espectantes y hasta alegres de verla.

Ella les dirigió una sonrisa amable y luego procedió a tocar la esfera con su cetro. En su interior, débilmente, empezó a surgir una luz, para luego iluminar el cuarto entero en medio de una gran nube de polvo. La esfera aumento su tamaño hasta el doble de la cabeza de un hombre adulto y de su interior, proyectó en todo el cuarto, paisajes y ciudades aleatoriamente.

— ¿Hm? El mundo no ha cambiado mucho, sigue primitivo y violento, aunque los paisajes siguen igual de hermosos.

Volvió a tocar la esfera con el cetro y esta vez las imágenes se acercaron a una sola ciudad, mostrando a sus habitantes y la vida dentro de la fortaleza.

— Exactamente igual, solo que ahora si han encontrado la manera de poder sobrevivir un poco más, aunque no tardarán en volver a matarse unos a otros... tan tontos como siempre...

Desilusionada se marchó de la habitación, con la esfera volviendo a la normalidad y las manos y ojos observando su marcha a sus espaldas. La esfera quedo nuevamente sola en medio del inmenso cuarto, con los susurros y vocecillas apagándose.

Mientras caminaba de vuelta a su amado salón iba pensando en cuan decepcionante había sido ver todo el mundo exterior. Si tan solo volviera a ser la reina y su reino volviera a ser el de antaño. Recuperaría su vida, la vida que siempre debió tener y recuperaría a su familia. Miro con odio su cetro y se detuvo de golpe en medio del largo pasillo iluminado solo por candelabros enormes que colgaban del techo cada cierto trecho. Entonces una repentina luz iluminó una puerta que antes había estado oculta entre las sombras, como si se la invitara a entrar. Ella se encaminó hacia la puerta, con una sonrisa de regocijo en los labios.

Detuvo su mano a solo centímetros del pomo. Eso estaba dentro, ella jamás podría olvidar eso. ¿Y si al entrar se daba cuenta de que ella estaba cerca? ¡No podía arriesgarse! Entonces retiró su mano y respiro profundamente. Observó con cierto deseo el pomo, claro que quería entrar, pero no podía aun. Otro día ingresaría, seguramente que sí. Si llegaba a fallar, tendría toda la eternidad para entrar por la puerta negra.

Le dio la espalda a la enorme puerta negra con la parte superior de su marco superior en forma de cúpula y la luz misteriosa dejó de iluminarla, quedando esta nuevamente entre sombras, imperceptible. Apretó con fuerza su cetro y sus ojos reflejaron determinación. Empezó a dar pasos presurosos por el pasillo de la emoción. El momento indicado había llegado, estaba segura.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora