12. Un espíritu curioso

41 7 7
                                    

— ¿Falta mucho?

El grupo de los tres viajeros se halla en una enorme planicie, con grupos de flores blancas y violetas cada cierto trecho; el sol está en su plenitud, irradiando su calor sobre ellos; un viento refrescante sopla ligeramente; montañas lejanas se divisan; el graznido de alguna que otra águila se escucha y los resoplidos de los caballos ya exhaustos las acompañan.

— Tendremos que parar, los caballos ya no pueden continuar — Leran desmonta y le da palmaditas a su caballo negro.

— ¿Me estas ignorando? — Diot baja del otro caballo y acaricia su pelaje gris.

— Debemos buscar sombra — él da una vuelta entera, observando los alrededores: ni árboles, ni cuevas que puedan refugiarlos.

— Si, me estas ignorando ¿y ahora que hice?

Ihara se sienta a unos tres metros del grupo y resopla. ¿Por qué está viajando con ellos? Quizá porque el chico sabe más sobre ella que ella misma y también tal vez porque, a pesar de haberle roto el brazo, Diot sigue tratándola con amabilidad. ¡Por todos los infiernos! Ojala ella siguiera muerta, o al menos su cuerpo siguiera siendo el de una humana corriente: no quiere parar; ella podría seguir caminando hasta el fin de los días pues ya no siete cansancio, ni calor, ni frio, ni nada... ademas, no está segura de poseer sentimientos aún, y lo único que ha estado sintiendo nuevamente es hambre.

Mientras el pequeño grupo se ponía de acuerdo para buscar refugio, un par de ojos dorados los observaban.

"Humanos", piensa la criatura "¿Por qué solo aparecen humanos?".

Años atrás pasaban por esas praderas gigantes, ninfas, trasgos, hasta metamorfos... de todas formas, los humanos eran interesantes a su modo y, para ella, todo lo interesante merecía una oportunidad de vivir. Dejó de observarlos y procedió a esconderse, esa misma noche los probaría, para ver si eran dignos de continuar con vida.

— Por el momento solo refresquemos a los caballos.

— ¡¿Por qué sigues ignorándome?!

— Ayúdame a mojarlos, monstruo.

Ihara se puso de pie y empezó a vaciar las cantimploras sobre los lomos desnudos de los caballos. Era lo menos que podía hacer, se sentía una carga y no quería que nadie notara que su hambre se incrementaba con cada segundo que pasaba. De pronto, el agua dejo de salir de la cantimplora que tenía en su mano.

— Genial— murmuró malhumorada — ¡Iré a buscar agua!

— No te vayas a perder — le contestó el chico sin siquiera dirigirle una mirada.

Leran sabía que esta pradera era peligrosa. Lo sabía muy bien. Seguramente, eso vendría al anochecer. Perderse era lo que menos debería preocupar al monstruo. ¿Llevar a estas dos chicas hasta Luna Rota? ¡Ja! Sí, claro. Primero dejaría que eso viniera a divertirse y luego tomaría una decisión respecto a llevarlas o no. Él había elegido un buen lugar para que los caballos "descansaran" y seguramente eso ya los había notado, ahora solo había que esperar al anochecer...

Diot pasó el resto del día echada sobre el césped, pues no había nada más que hacer; Ihara no había vuelto y Leran se encontraba echado en medio de uno de los grupos de flores blancas mientras lo caballos pastaban tranquilamente. Su brazo se sentía adolorido y no podía moverlo mucho. Cerro los ojos y visualizó a su hermano Hann... debía encontrarlo, sea como sea.

El sol se iba ocultando, el sonido de aves se fue apagando, la cálida brisa fue reemplazada por una que penetraba hasta los huesos, las flores se cerraron sobre sí mismas y los caballos empezaron a dormitar. Unas pequeñas luces empezaron a rondar por los alrededores: luciérnagas.

Hann, Pestrik, su padre... daría su vida por verlos nuevamente, viajaría hasta el mismo inframundo...

— ¿Tanto extrañas a tu familia?

Diot brincó asustada por la voz femenina, a la cual no creía reconocer. Se levantó de golpe y miro a su alrededor. Las luciérnagas se habían reunido en un solo lugar y habían empezado a tener forma de una extraña criatura, era como un lobo dorado del tamaño de un caballo.

— O-o-o-oye, Leran... — un ronquido le contesto. — ¡Despierta!

— No te molestes, él está despierto, ¿no es así?— la "loba" se acercó caminando, pero sus patas no tocaban el suelo.

— Sigues tan intuitiva como siempre, Cani.

—Veo que has traído a propósito a estas chicas a estas tierras, Leran. ¿Qué te hace pensar que saldrás vivo de aquí esta vez?

— Vine con un obsequio para tu curiosidad, solo espera a que la otra chica vuelva — él le dirigió a la loba una sonrisa de lado y se revolvió, dándoles la espalda.

— ¿Q-qué eres? — Diot se encogía con cada palabra, teniendo cuidado de no ofender a la criatura.

— No tengo nombre, ni soy de ninguna parte, no soy nada ni nadie. El humano con el que viajas me conoce como Cani, debido a la forma que me gusta tomar. Si preguntas que podría ser, supongo que soy un espíritu curioso.

— ¿Cómo s-s-sabías que estaba pensando en mi familia?

— Solo lo sabía, al igual que solo sé que Leran no estaba dormido y también que eres alguien que podría dejar vivir.

— ¿Por qué?

— Te diré solo una cosa más: sé lo que eres y lo que podrías llegar a ser, lo he sabido desde que nací. Ahora que te conozco tengo pleno conocimiento de ello, como recordar que fecha es, así de sencillo — las luciérnagas iban desprendiéndose de la loba. — Tu deberás descubrir si lo que te diga a partir de ahora es cierto o lo contrario: puedo decirte que serás feliz, cuando en realidad sufrirás, me gusta jugar. En cuanto a tu pregunta — las luciérnagas que la conformaban cambiaron de forma a una hermosa mujer dorada. — Tu vida es... me corrijo: será interesante, muy interesante.

-------------------------

¿Por que Leran ignoraba a Diot? ¿Qué creen que Cani dirá a Diot?

Espero que este capítulo haya sido de su agrado :D

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora