Diot abrió lentamente los ojos mientras sentía que despertaba de una larga pesadilla. Tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido en el Limbo, debido a ello su pecho subia y bajaba agitadamente mientras que su pulso iba incrementando a velocidad alarmante. Intentó incorporarse del cesped, pero sus brazos se hallaban demasiado débiles y temblorosos, cayendo torpemente al suelo.
— Al fin despiertas.
Leran se acercó a ella y la observo detenidamente mientras se maldecia a sí mismo por haberla arrastrado al Limbo y poner su vida tan cerca de la misma muerte en un sentido demasiado literal. Suspiro pesadamente y espero que Diot se tranquilizara un poco para poder hablar nuevamente.
— Lamento todo lo que paso allí, Diot.
Ella no respondió. Acostada de lado le daba la espalda, negandose a darle la cara. Un silencio angustiante se instaló entre ambos: sabían que nada de lo que él había declarado en el Limbo era mentira.
— Déjame ver las heridas de tu rostro. — Se acluclilló a su lado y estiró la mano, dispuesto a examinarla.
¡Paf!
El sonido de Diot dando un manotazo a Leran retumbó alrededor de ellos.
— Lo sien... — Diot se interrumpió en plena frase, la había dicho por reflejo: había querido disculparse por ser brusca con Leran, el cazarrecompensas... Pero nunca se disculparía con Leran Drakefall, príncipe de Tierras Verdes.
Ninguno de los dos se movía. Ella había girado su rostro hacia él y estaba sentada sobre el cesped humedo, dandole aún la espalda. Cuándo se dió cuenta de lo que hizo giro sobre sí y le dió la espalda por completo mientras atraía sus piernas a su pecho y las rodeaba con sus brazos.
Leran retrajo su brazo y bajo la mirada... no podía culparla por su actitud. Abrió la boca para intentar pronunciar algunas palabras, pero en cuánto la vio volvió cerrarla y apretó los dientes: Diot temblaba, temblaba cuál cervatillo acorralado por un enorme lobo. Nunca la había visto así, ni delante del mortus, ni de Ihara, ni cuándo se la encontró en medio de la matanza de su aldea... ni siquiera cuándo se había interpuesto entre él y Rovener cuándo iba a rebanarle la cabeza.
— Diot yo...
— Por favor vete.
— ...
— ¡Vete!
Leran se petrificó un momento y de manera automatica estiró su mano hacia ella pero se detuvo en pleno camino. Se irguió y apretó sus puños... nunca en su vida se había sentido así, jamás había querido mancillar tanto su orgullo tanto como ahora, queriendo arrodillarse y rogar perdón a una campesina.
Soltó un suspiro luego de largos minutos.
¡No! ¡Él era el heredero del linaje Drakefall! Nadie ni nada podía humillarlo u obligarle a hacerlo, ni siquiera sus propios sentimientos o sentimientos que tuviera hacia aquella campesina... ¡¿En qué diablos había estado pensando hace unos momentos?! ¡Siempre había tenido un objetivo claro en todos los cientos de años que deambulo por estas tierras! Ninguna campesina mortal le haría abandonar su anhelo... Diot solo era una distracción, no era la verdadera meta que él deseaba. ¡Era tiempo de volver a concentrarse en lo esencial!
— Hay alguien que quiere verte, campesina. — Adios, pensó para sí mismo y se alejó caminando firmemente sin mirar atras.
Diot seguía sentada en el suelo y oía los pasos del Príncipe Leran alejandose. Cerro fuertemente los ojos y se tapó las orejas con ambas manos mientras intentaba poner en orden todos los sentimientos encontrados que empezaban a ebullir en su interior.
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...