65. Nuestro mundo

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Ihara observó que el amanecer se acercaba con mala cara, después de todo no  había sido una buena noche. Al menos con Leran y Diot podía descansar, pero con sus "hermanos" era lo opuesto: la pasada noche se había librado el caos cuándo su comida se había acabado, desatandose una brutal busqueda y lucha por lo que sea que se encontraran en su camino. Ni animales se habían salvado de ser deborados. Por otra parte, su "padre" no hacía mucho por educarlos, solo cuando él estuvo a punto de ser devorado impuso orden y les mando calmar, además de colocar una especie de campo alrededor de todo el "campamento" para que la devastación no continuara.

Ihara pensó que eso bastaría para tener un buen descanso, pero se equivoco cuando observo el primer brazo desmembrado volar por los cielos para aterrizar a unos cuantos pasos de ella: se estaban devorando unos a otros, o al menos lo intentaba, pues sus dientes no lograban atravesar su propia piel y solo se arrancaban extremidades. Así paso el resto de la noche y, ahora, ella se encontraba observando cómo las extremidades se unían poco a poco a sus correspondientes dueños.

— Buenos días Ihara. — Su "padre" estaba estirandose perezosamente mientras se incorporaba del suelo. — Veo que conservaste todas tus extremidades, te felicito.

Él se dirijia a todos los Consumidores cómo lo haría un verdadero padre a sus hijos pequeños, siempre tenía palabras amables y de ánimo para ellos, nunca lo había visto enojado o mirarlos cómo si no fueran humanos. Todo eso hacía que le agradase, pero había algo en él que le hacía desconfiar e incomodarse en su presencia.

— Buenos días.

— Me disculpo en nombre de tus hermanos por todo lo de anoche.

Ella se tensó. ¿Cómo sabía que todo de había resultado desagradable? Es más, ¿acaso, entre tanto caos,  se había dado cuenta que ella no había participado en ninguna de las brutales actividades de la pasada noche?

— Eres una de mis pequeños — le leyó la mente. — Es natural que sepa muchas cosas acerca de tí. — Se acerco a su costado derecho y se susurro al oído. — Sobre todo si es una de mis hijas más especiales.

Hablame de ello, de ser especial. — Le dijo ella seriamente mientras le sostenía la mirada.

Aún no es tiempo, mi preciosa floresita. Ahora reúne a tus hermanos o a todas sus partes, tengo un importante anuncio que hacerles.

Ella bajo la colina donde se encontraba para llegar al "campamento" y comunicarles lo que el joven había dicho. No podía desobedecer, incluso si así lo quería. Al parecer los Consumidores estaban sujetos a obedecer a su creador el resto de sus existencias.

— Queridos hijos míos — hablaba el hechicero desde la colina cómo sabrán, ustedes no son humanos, al menos ya no más. Durante estos meses de viaje, he podido notar una gran inquietud y confusión en ustedes respecto a su propia existencia y proposito. He esperado el momento en que todos estuvieramos reunidos para darles luz y ahora que Ihara ha vuelto a nosotros puedo proceder con el siguiente paso.

Ihara notaba que los ánimos empezaban a subir, el resto de Consumidores se mostraban complacidos y espectantes con las palabras de su "padre", mientra que ella no podía evitar tener una sensación desagradable que oprimía su pecho.

Es cierto que violé una de las reglas más sagradas de los magos al crear Consumidores, pero no es algo de lo que me apene. No, al contrario — dijo mostrando una gran y sincera sonrisa —  ¡Jamas he estado tan felíz toda mi vida! Y es gracias a ustedes, mis pequeños: juntos, ustedes y yo, crearemos un nuevo mundo para seres cómo nosotros, un mundo donde seamos aceptados, donde no nos miren con temor o repulsión, donde tengamos iguales y podamos ser libres.

La multitud estalló en gritos de euforia y celebraciones. Ihara miro a su alrededor algo confundida y repleta de dudas ¿Qué estaba diciendo el Hechicero Sin Nombre? ¿A qué se refería con un "nuevo mundo"? Sea cómo sea debía marcharse, debía encontrar a Leran y Diot y advertirles del ejercito de Consumidores y sobre... ¿sobre que más? No sabía que quería su "padre" exactamente.

Sea como sea, tenía que alejarse de ahí lo antes posible. Giró sobre su eje dispuesta a salir de entre el gentío y escapar, cuándo chocó contra el pecho de alguien más y, por primera vez, fue ella la que cayó al piso sintiendo que se había golpeado contra una montaña.

Cuidado pequeña, no querrás lastimarte.

Ella levantó la mirada hacia el joven hechicero, que le ofrecía amablemente la mano para ayudarla a levantarse. Por primera vez, desde que había salido del cementerio aquella noche lluviosa y había ido perdiendo las emociones humanas, sintió algo que ella describía como: miedo.

¿A dónde vas? Aún no he terminado de hablar y tu ya quieres salir a la batalla — rió. — No te ví muy emocionada ni alegre como tus hermanos, ¿está todo bien, Ihara?

S-sí. Tengo hambre, es todo.Dijo por lo bajo mientras tomaba su mano y se incorporaba.

Tranquila, pronto tu y tus hermanos tendran comida para hartarse.Él la tomo de la mano y la atrajo hacia sí. Verde con violeta se encontraron e Ihara tuvo una sensación de familiaridad con esos ojos. Se miraron por un breve tiempo y él soltó su mano para elevar sus brazos al cielo con aires reverenciales mientras se giraba para poder observar a todos los presentes.¡Queridos hermanos! Este mundo poseía magia y bellos colores desde mucho antes de la aparición de los humanos. Ellos han arruinado nuestro precioso mundo con guerras, matanzas y han derramado sangre de inocentes. Es gracias a ellos que la magia casí se ha extinguido. Si las criaturas magicas y sobrenaturales mueren, este mundo perderá su brillo. Ha llegado el momento de tomar nuestro destino con nuestras propias manos, los humanos ya no son dignos de confianza ni respeto, es por eso que debemos invertir las cartas ahora: seran ellos los que se extingan.



Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora