— Tú consérvalo.
— No, tú hazlo.
— No, tú.
Rovener y Diot se arrojaban entre sí el collar del Mago del Cielo. Ella iba montada con ambas piernas a un costado sobre el caballo de Rovener, mientras él avanzaba a su lado.
— Te lo lanzó a ti, Diot.
— No me lo lanzó. Además, de no ser por ti, los dos estaríamos muertos.
— Tú guárdalo, es mi última palabra. — La miró a los ojos.
Diot se sonrojo inmediatamente y apartó la mirada. Ni ella misma comprendía su modo de actuar con Rovener. Luego del baile se sonrojaba cada vez que lo miraba a los ojos, se ponía nerviosa cuando él estaba cerca y hasta tartamudeaba de vez en cuando, sin mencionar el hecho de que había desarrollado la habilidad de poder mirarlo durante horas sin decir ni una sola palabra.
— G-guardaré el dije, tú la cadena ¿B-bien? — hablo con la mirada baja.
Rovener la miró algo divertido y aceptó la propuesta.
— ¿A dónde iremos ahora?
— Yo iré a buscar a la Bruja de las Arenas, tú al próximo pueblo más cercano.
— ¿D-de que hablas? — Diot lo miro entre horrorizada y temerosa
— No dejaré que te expongas a más peligros.
— Pero quiero ir contigo.
— No me hagas repetirme, Jeanne... es decir Diot — Desvió la mirada.
Ninguno de los dos dijo nada. Ella se sentía como si tuviera una espina clavada en el corazón y él tenía sentimientos encontrados: ella no era Jeanne pero al mismo tiempo era una copia idéntica.
— ¿Puedo preguntar al menos que son los "Hilos rojos"? — hablo despacio Diot.
— Por supuesto: son solo una leyenda que cuenta que un hilo rojo te une a tu pareja. Solo eso.
— ¿Y es cierto que servías a la realeza antes de Valdro?
— Será mejor que monte delante de ti, así las ramas no te rasguñaran.
En efecto, se encontraban en la entrada de una gran pared que conformaba un techo, ambos de pura vegetación. Era tan estrecho que a duras penas podía entrar un caballo, no había forma de caminar lado a lado.
De un salto se subió a la montura. Diot rodeo su cintura tímidamente con las manos mientras agradecía que Rovener no pudiera ver su rostro, pues lo sentía arder.
— Es cierto.
— ¿Eh?
— Serví hace mucho en un reino muy lejano.
— Rovener... estás ¿temblando?
El recuerdo de la puerta negra y de cómo había terminado ahí tenía ese efecto en él sin que lo supiera. Había sido su mismo trato con la nobleza el que ocasionó que terminara preso y su vida se tornase un infierno. Sudor le empezó a recorrer por el rostro, mientras que su vista se volvía borrosa y su estómago se comprimía, provocándole nauseas... él... quería venganza.
En medio del caos, sintió un toque suave y cálido. Diot había cruzado sus brazos por su pecho, tomándolo en un sincero abrazo mientras ella apoyaba su rostro en su espalda.
— Lo siento, siento haber mencionado eso. — Dijo Diot y apoyó su frente en su espalda mientras intentaba sonreír — No sé por lo que hayas pasado, pero ahora estas aquí y... me alegra mucho que lo estés.
— Señorita Di...
— Ambos estamos aquí... yo estoy aquí.
Rovener hizo el intento de mirar por sobre su hombro, pero desistió cuando se dio cuenta que su propio rostro empezaba a sonrojarse. No dijo nada. Si abría la boca solo mencionaría a Jeanne, lo sabía ¿o quizá no? Tal vez le hablaría la misma Diot.
Ambos permanecieron en esa posición por mucho tiempo, mientras avanzaban fuera del pasillo de vegetación e incluso cuando divisaron un pequeño castillo rodeado por una aldea, solo se separaron cuando llegaron a sus puertas y tuvieron que desmontar.
Sin duda un festejo se avecinaba en el poblado, había decoraciones de colores vivos por todas partes y la gente vestía ropajes de fiesta, además de haber un gran movimiento en toda la pequeña ciudad. Luego de preguntar, se enteraron que estaban en Hollen, una pequeña ciudad pesquera al este de la Lunef; efectivamente, esa noche se celebraba la fiesta del dios local con un banquete abierto y danzas.
— Bien, señorita Diot, debemos separarnos. — Caminaban por una calle atestada de gente, puestos de venta y músicos ambulantes. Rovener pronunció esas palabras de forma amable, pero sin mirarla.
— ¡Espera! — Lo detuvo mientras él hacia ademan de subirse al caballo. Su mano alcanzó suavemente su antebrazo derecho. — ¿N-no quieres quedarte para el festival?
— Estoy cumpliendo las órdenes de nuestro rey, Diot; no es un viaje de placer, además no somos los únicos que buscan el deseo. — Otra vez evito mirarla.
— ¿No quieres pasar el festival... a mi lado? — susurró Diot mientras se sonrojaba y bajaba la cabeza.
Rovener volteó la cabeza en su dirección, genuinamente sorprendido. Abrió la boca para responder, pero fue interrumpido.
— ¡¿Diot?!
Los dos voltearon hacia dónde provenía la voz. Ihara avanzaba hacia ellos por entre el gentío, cubriendo su pálido rostro con la capucha de su vestido. No había rastros de Leran.
— ¿Dónde te habías metido?
— Pues yo... viajé con Rovener.
— ¿Quién es ese?
— Él... — Diot volteó en su dirección, pero solo vio a la caótica multitud.
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Nota de la Autora
Algunos lectores me comentaron que Wattpad eloqueció (al menos en la app movil) y que no les llega las notificaciones de las actualizaciones de la historia. Para evitar el caos sería genial si revisaran el cap. anterior cada vez que les si les llegue una notificacion de la historia, así corroboran si, efectivamente, es el cap. donde se quedaron :)
Saludos!!
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...