75. La muerte

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La joven pelirroja observaba con cautela al Hechicero Sin Nombre mientras este se dedicaba a asar alimentos en el fuego. Pese a que ella ya sabía que no era su hermano, él continuaba desempeñando ese papel siendo amable y atento con ella, lo cuál le resultaba realmente macabro.

— ¿Te apetece cenar ya, hermanita?

— N-no tengo hambre. — Le respondió mientras se levantaba dispuesta a marcharse.

Ambos se quedaron callados por unos instantes. Era claro que el muchacho empezaba a perder la paciencia, más se seguía mostrando sereno y haciendo esfuerzos por congraciarse con Diot.

— Ayer por la noche tampoco cenaste.

— No me siento bien. — Esquivó la mirada del joven, pues incluso si estaba segura de que no era Pestrik, el parecido era demasiado y eso la conmovía enormemente. Sus ojos verdes, la media sonrisa que ponía sin mostrar sus dientes y esas pecas casi imperceptibles en la punta de su nariz le provocaban ganas de abrazarse de él, sea quien fuese, y jamás soltarlo.

Una sensación cálida interrumpió sus pensamientos. "Pestrik" le había puesto la palma de la mano en la frente y la miraba con cierta preocupación... Había crecido bastante en estos meses y su mirada, si bien seguía siendo dulce, se asemejaba más a la de un hombre ahora.

— Al parecer no tienes fiebre.

Ella lo miró a los ojos y ya no pudo contenerse más: un par de lágrimas bañaron su rostro y lo abrazó. Lo sabía, sabía que no era su hermano, pero por un momento quería dejarse llevar por aquella hermosa ilusión de haber recuperado una familia.

— ¿Qué tienes? ¿Está todo bien, Di? — El joven le preguntó mientras le devolvía el abrazo y la apoyaba suavemente contra su pecho.

— ¿Por qué?

— ¿De qué hablas?

— ¿Por qué aparentas ser él? ¿Por qué me tratas como si realmente fuera tu hermana? ¿Por qué sabes el apodo que él me daba?

Su "hermano" se tensó un poco, pero casi de inmediato se relajó nuevamente. Empezó a acariciar suavemente la cabellera de Diot y soltó un suspiro que sonaba cansado.

— Porque soy él... ahora él soy yo.

— ¿Qué quieres decir?

— Pestrik e Isanna se toparon conmigo un día y todo termino así, bueno ahora es "Ihara".

— ...

— Vivo transfiriendo mi alma, conciencia y recuerdos de cuerpo en cuerpo. Mi esencia no puede morir, pero si mi cuerpo. Ihara y tu hermano habían huido para poder iniciar una vida juntos: él desertó del ejercito y ella abandonó su herencia y a su familia. Sólo querían cambiar su destino... en fin, mientras huían se toparon conmigo en mi viejo y cansado cuerpo agonizando en un cementerio, quisieron ayudarme pero aparecieron los soldados excompañeros de tu hermano. Luego de una trifulca mi cuerpo termino asesinado e Ihara agonizante.

Diot no tenía palabras para decir. Se imaginaba con horror toda la escena, a su joven hermano desesperanzado, el miedo que debía tener y la tristeza que  debió inundarlo cuándo observó malherida a su amada. Ahora tenía en claro porque su aldea había sido brutalmente masacrada: la deserción era castigada con la muerte.

— Ellos se habían metido en eso por mi culpa, así que ofrecí mi ayuda: podía salvar a su amada pero necesitaba un cuerpo nuevo para hacerlo. — Calló por un momento y se separó de ella, mirándola a los ojos. — Tu hermano me cedió su propio cuerpo a cambio de que salvara a Ihara, pero para cuándo la transición hubo terminado ella yacía muerta, así que tome la decisión que mejor me pareció y la convertí en una Consumidora.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora