El joven observaba con expresión neutra la pequeña bolsa en sus manos. Era casi imposible de creer que se había librado tanto caos solo por aquellos objetos que en ella habían. Él mismo sabía que la bolsa era invaluable, pero aún así no demostraba emoción alguna. No hace más de un día que el íncubo se la había dado y recordaba sus palabras a la perfección.
"Ten los objetos del Hechicero del Caos, el Elfo Alquimista y el Mago del Cielo, no me son necesarios. Espero que el deseo que se vaya a pedir en esta última Caza de Estrellas que el mundo verá sea algo excepcional", diciendo aquello le había dado la espalda y había desaparecido en unas largas y rojas llamaradas. ¿A dónde fue? Quizá a buscar un lugar donde pasar el resto de su eternidad o recuperar su antigua rutina o simplemente a encontrar un buen sitio para morir; después de todo las heridas que cubrían su cuerpo eran sumamente graves a su parecer pero poco importaba todo aquello ahora, estaba seguro que nunca más en sus vidas volverían a cruzarse uno con él otro.
Rovener se hallaba en un bosque nevado, reflexionando sobre todo lo que conllevaba haber llegado a ese punto en la Caza de Estrellas. Valdro, Lawrence, Leran, Diot, la Consumidora... todos envueltos en un desastroso giro del destino que muy pronto terminaría abruptamente. ¿Realmente había valido la pena toda la sangre, dolor y sufrimiento derramados? Él no podía responder esa pregunta, quizá cuándo todo acabara podría hacerlo pero ¿cómo acabaría todo?
La muerte de Diot no había hecho sino despertar un dragón dormido en el príncipe de Tierras Malditas. Leran era el único contendiente que quedaba en esta sangrienta competición y sabía que él tampoco estaba dispuesto a ceder. ¿Cuál era el deseo del joven príncipe? ¿Aún mantenía su cordura? Las respuestas poco o nada le interesaba, pues estaba seguro de su victoria: esta vez no se contendría, usaría todo lo heredado de su padre para poder llevar esta locura a un buen fin.
De pronto, una idea asalto su mente: el Mago del Cielo había dicho que el Hilo Rojo de Diot y el suyo serían su propio castigo y desde aquel día se había planteado la posibilidad de que ambos fueran el extremo de un mismo hilo, estuvieran destinados... pero siempre había pensado que Joanne era su unica y verdadera compañera destinada. Por supuesto que el Mago no había entrado en detalles para acentuar su castigo, es decir: no había confirmado ni negado nada con Diot o Joanne. Solo una cosa era cierta: el Hilo de Diot y el suyo de alguna manera habían desencadenado en su muerte.
Lo había hecho otra vez: un inocente había muerto mientras el solo observaba sin poder hacer nada. ¡Esto era una maldita tortura! Siempre moría alguien, siempre era inútil, siempre se llenaba de culpa por tener el poder de evitarlo pero no hacer nada... Siempre servicial, callado, leal: siempre sometido a sus propios ideales.
Una silenciosa nevada había empezado a caer lentamente a su alrededor mientras él continuaba contemplando la bolsa, con sus pensamientos llenos de interrogantes sin respuestas. El viento soplaba lentamente y no se podía oír nada más que el latido de su propio corazón y fue ahí que lo supo, justo en el preciso instante: cuál era su propio deseo.
Levanto la vista al cielo y dejó que el frío tacto de la nieve lo tocara. Era como haber vuelto a nacer; el sonido de un zorro buscando comida, aquella hoja luchando por sostenerse a la rama, el vapor que desprendía su respiración, la tenue luz de sol que poco a poco se iba escondiendo en el horizonte, los árboles esperando la primavera... todo era sumamente hermoso. Cerro los ojos y recordó todos los lugares que alguna vez quiso contemplar por sí mismo: las montañas negras de Gahyl, donde se decía era el hogar de los últimos dragones, el Campamento de las Almas Perdidas, el templo submarino de la ciudad acuática de Tirros, la selva del Continente de Arena. Ahora podía ver todo y más.
Una sonrisa se dibujo en su rostro y algunas lágrimas asomaron en su rostro. ¡Ser el dueño de su vida! ¿Cómo no lo había pensado antes? Ese había y seguía siendo su más grande sueño: sin servir a Tierras Verdes, sin estar sometido a la sangre de su padre, sin los fantasmas de la muerte de Joanne, sin ser heraldo de Valdro. ¡Ahora todo tenía sentido! Su libertad estaba próxima y la inmortalidad no le había sido concebida en vano, ahora tenía la eternidad para sí mismo... o la tendría cuando todo acabara.
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...