6. Huida frustrada

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El hambre era mucha, pero poco a poco iba desvaneciéndose... ya no le dolía el estómago. ¿Qué es eso? Un sonido molesto muy cerca de ella. ¿Un grito? Si, definitivamente era uno. Al levantar la vista reconoció una figura humana. Era una chica joven y de cabellos rojos. Tenía los ojos enrojecidos y la piel del rostro seca. ¿Había estado llorando? ¿Por qué?

Observo a su alrededor con cuidado. Estaba en una aldea destrozada. Humo y sangre por todas partes. Se observó a sí misma: sus extremidades estaban bañadas con sangre hasta la altura de sus antebrazos. Había un extraño sabor en su boca ¿Era... acaso era sangre? Cuando bajo la mirada vio el cuerpo de una niña a sus pies, la cara era lo único que podía indicar que fue una niña en vida, el resto del cuerpo estaba destrozado.

¡Ella la había matado! ¡Estaba devorando a una niña! ¿Qué significaba esto? De improvisto sus recuerdos volvieron a ella, desde que despertó en el cementerio hasta que sintió el aroma de carne quemada. Se llevó las manos al rostro y empezó a sollozar. ¿Por qué? ¿¿Por qué?! ¡¿Por qué estaba pasando esto?! Nunca debió haber sido devuelta a la vida. ¡Si tan solo continuara muerta, enterrada en Dios sabe dónde!

Se puso en pie y ahí fue donde se dio cuenta que no corrían lagrimas por su rostro, ni una sola gota. Nada, pero aún así lloraba. Entonces se acercó a la aterrada chica. Ella no movía ni un solo musculo, solo la observaba con pavor, con un profundo terror y suplica en el fondo. Miedo, intenso miedo.

— L-lo siento — y la abrazó.

Por otro lado, el chico recien llegado solo tenía un pensamiento:  ¡Ojos violetas! Durante todos estos años creyó que nunca más volvería a saber de ellos, pero ahí estaban, delante de él. ¿Acaso era posible? ¡Claro que lo era, por todos los demonios! En este mundo loco donde gigantes, ninfas y magos existían (los había visto con sus propios ojos) todo era posible.

Desmonto rápidamente y saco su daga de la funda que tenía en su muslo. Sabía lo suficiente acerca de aquellos que tenían ojos violetas. Había que actuar rápido o todo podría salirse de control, incluso él podría llegar a morir. Con todas sus fuerzas embistió a la muchacha de ojos violeta, haciendo que soltase a la pelirroja. Una vez en el suelo inmovilizó sus brazos con sus rodillas y le clavó la daga en plena frente, todo transcurrió en tan solo unos segundos.

Los ojos violeta perdieron brillo. Noto que el cuerpo de la chica yacía laxo debajo suyo, más bien parecía que había regresado a ser un cadáver. "Bien", se dijo a sí mismo. Era una lástima, una verdadera pena que nadie fuera a pagarle por haber hecho este gran servicio a la humanidad.

Recordó a la chica pelirroja que tenía detrás suyo. Se irguió, desclavo la daga de la muerta y se dirigió hacia la asustada muchacha. Quizá tendría un pago después de todo, uno bueno.

Diot no podía similar todo lo que ocurría ¿Había dicho "lo siento"? Estaba segura de que así era. ¡¿Qué demonios estaba pasando?! Toda su aldea había sido masacrada, una chica extraña devora cadáveres aparecía de la nada, luego un chico surgía igualmente de la nada y la mataba brutalmente.

— Hola — le saludo el joven asesino que ahora se dirigía directamente hacia ella. Era increíble cuán lejos había empujado a la devoradora de cadáveres antes de matarla él solo.

Su madre la había criado estrictamente para ser una buena esposa: cocinar, limpiar, lavar, todo eso. El cazar y defender había sido exclusivo de su padre y hermano mayor. No sabía nada de manejar dagas, escudos, espadas, lanzas, nada con que pudiera defenderse. También su madre le había advertido sobre los hombres, todos querían solo una cosa de una simple campesina como ella.

Le dio la espalda al joven y hecho a correr hacia el bosque. Intentaría esconderse al menos, no quería ser alguien tan fácil de atrapar, ni tan vulnerable. Si tenía suerte, podría hacer que el chico se pierda en el bosque o que lo ataque alguna bestia. Ni bien llego cerca del primer árbol del bosque, una daga que venía de sus espaldas paso rozando su oreja y se clavó en el tronco que estaba delante de ella.

— Sigue corriendo y la siguiente estará clavada en tu cuello.

Ella se llevó una mano a la oreja y descubrió que estaba sangrando, tenía un corte algo profundo en el lóbulo. Volteo a mirar al chico. Era joven, como de 20 años o incluso menor, vestía con pantalones, una camisa* y un cinturón de cuero, los tres negros, cabello corto negro, ojos café oscuro y piel tostada.

— Estabas con ese monstruo de ojos violeta, eres el único ser viviente aquí aparte de mí y ella no te lastimo. Tú la reviviste ¿cierto?

— Te lo diré solo si prometes dejarme en paz y marcharte.

— Como sea, no te queda mucho de vida, nigromante* –. Se acercó a ella y la tomo del brazo, obligándola a caminar detrás de él. – Conozco a alguien que pagará muy bien por un mago de tu clase, sobre todo con esa apariencia tuya.

— Suéltame ¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme!

Una bola hecha de gracia de caballo salió disparada de la nada, yendo a parar justo en el rostro del chico, con tal fuerza que lo derribo y cayó desmayado.

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(*) En la epoca el la que se desarrolla esta historia, las camisas vendrían a tener un aspecto similar a este:

(*) En la epoca el la que se desarrolla esta historia, las camisas vendrían a tener un aspecto similar a este:

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(**)Nigromante. Se dice del que práctica la nigromancia, forma de adivinacion invocando a los muertos o mendiante el uso de cadáveres, siendo esta parte de la mágia negra.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora