76. Flechas y dagas

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Leran caminaba tranquilamente por los pasillos del que, alguna vez, había sido su castillo. Incluso se podía decir que completamente despreocupado. Sabía que Leonor se basaba en su propio código de honor a diferencia suya, así que tendrían un duelo justo. Uno a uno. El perdedor seía humillado con la muerte, eso estaba bastante implicito en toda aquella situación; ni su madre ni Rovener interferirían.

Hace mucho que no se había tenído que preocupar por morir. Cientos y cientos de años había recorrido la tierra sin el miedo a la muerte que tanto caracteriza a los humanos, pero ahora sabía bien que podía cruzar el umbral hacia la otra vida... aunque no se hallaba nervioso, ni temeroso: tenía plena confianza en sus habilidades de combate y desviar una flecha no sería muy difícil.

Diot. De repente, la joven saltó en sus pensamientos. ¿Qué estaría haciendo la campesina? Seguramente ahora que había recuperado parte de su familia buscarían juntos a su hermano menor, se alejaría de la magia y de lo que había implicado la Caza de Estrellas, se asentaría y empezaría una vida completamente corriente... y nunca más la volvería a ver. Diot.

Sin duda él había hecho lo correcto al dejarla en manos de su hermano, pero aún así algo le inquietaba: nada más salir del Limbo, el joven había aparecido entre los arbustos para luego, al ver a Diot, clamar ser su hermano y, pese a que el parecido era evidente, la coincidencia de salir en medio de la nada junto a su hermano provocaba que desconfiara de toda la situación, más aún ahora que su madre había negado haber participado en su vuelta del Limbo.

Un sonido leve, rápido y agudo rompió el silencio. Desvió la flecha colocando la hoja de una de sus dagas en su trayecto, que iba justo hacia su garganta. Miró a su alrededor solamente para encontrarse con la completa soledad.

— No deberías estar divagando ahora mismo. — Se oyó por la sala en la que se encontraba.

— Cierra la boca.

— ¿Te preocupa tu pobre campesina?

—...

— Daré por terminado el duelo cuándo te dé en alguna de tus partes vitales. Sé que no moriras, pero no tener corazón es hacer trampa, así que solo lo aplastaré para cumplir lo que la flecha debería hacerte.

— Empecemos de una vez, Leonor.

Vió salir a la chica de detras de un pilar apuntandolo con arco y flecha. Desenfundó una daga más y se puso en guardia, con una daga en cada mano. Se observaron mutuamente por un momento. Ambos sabían que aquí terminaría todo, todo lo que habían inciado cuatro años antes.

Una flecha salió dispara velozmente en su dirección, la esquivó por poco deslizandose hacía el suelo, acuclillandose. Luego otra, que le abrió un surco en la piel del hombro izquierdo, liberando un poco de sangre. Girando sobre sí mientras esquivaba una tercera flecha, se resguardó detras de un pilar cercano. La loca había mejorado su puntería y su velocidad desde la última vez que se vieran.

— ¿Qué? ¿Huirás como un cobarde? — Leonor preguntó tranquilamente.

Leran respiró profundamente y decidió que lo mejor sería hacer una carrera hasta su posición y cortarle la garganta; puede que se le clavaran algunas cuántas flechas pero mientras desviara las dirigidas hacia la cabeza, estaría relativamente bien. Salió de detras del pilar y lanzó una daga para distraerla, pero esta se clavó en la solitaria pared cercana al pilar en el que antes había estado Leonor. ¿Qué...?

Inmediatamente se agachó para ver pasar sobre su coronilla una espada con el metal reluciendo, que se clavó en el pilar detras suyo. La cazarrecompensas se apresuró a desclavarla y a descargar su peso sobre él, que se lanzó al suelo y giró sobre sí,  reincorporandose para detener la espada con sus dos dagas, a centimetros de su rostro.

— Vaya, ¿quién lo diría? La gran arquera Leonor usando espada.

Ella respondió con una fuerte patada en su pecho, desequilibrandolo y haciendo que cayera de espaldas. Desde el suelo le lanzó una daga, más ella la desvió de un rápido movimiendo con su espada y le dirigió la punta hacia su pecho; nuevamente logró esquivar el reluciente metal al rodar sobre su vientre y reincorporarse de un salto. Una flecha se clavó en su hombro derecho.

Leonor lo observaba desde su misma posición con el arco en sus manos y una gran sonrisa.  Conocía lo suficiente al joven príncipe como para saber que era muy bueno con ataques a distancia y tambien cuerpo a cuerpo, pero no podría seguir el ritmo a alguien que fuera completamente diestro tanto en arco como con espada.

Leran observó la flecha clavada profundamente en su propia carne e inmediatamente lanzó una daga en dirección de Leonor, que corría hacía el con la espada empuñada en sus manos, ocasionando que disminuyera su velocidad para esquivarla, más giro sobre sí misma y le lanzó la espada.

Él saltó hacia atras para esquivar la lanza improvisada y logro desviar dos flechas lanzando sus dagas antes de aterrizar suavemente en el suelo. Rápidamente se arrancó la flecha de su hombro y observó como Leonor recuperaba su espada para volver a su carrera hacía él. Dagas y espada chocaron mientras se miraban con odio uno al otro.

La fuerza con la que empujaba cada uno era equiparable. Ni Leonor ni Leran retrocedian un poco, sabían que perder hasta un milímetro haría una gran diferencia en ese preciso instante. El momento decisivo había llegado: quien cediera sería el que moriría allí; las dagas se encontraban a escasos centímetros del cuello de Leonor y la espada casí llegaba a la garganta de Leran.

Repentinamente Leran retiró una de sus dagas, provocando que la espada se clavase entre el  cuello y hombro. Ambos pudieron escuchar el golpe seco del metal contra su hueso. Se separarón algunos pasos. Leran tenía muchos hilos de sangre saliendole de la boca y su brazo izquierdo completamente inutilizado.

La joven lo miro arrogante por unos instantes. Dejó caer su espada al suelo en un sonoro golpe y escupió sangre, manchando sus propias ropas y el fino marmol del suelo. Avanzó algunos pasos hacía el cazarrecompensas y cayó sobre él provocando que ambos llegaran al suelo. Leran se incorporó a medias y la observó apoyada en su pecho, con una de sus dagas clavada en la garganta: aprovechando la cercanía, Leran había perdido el empuje a proposito y le había clavado la daga que retiró de su defensa. Su brazo estaba devastado, pero había ganado el duelo.

— M-maldi-ción...

— Te volviste hábil, Leonor.

— ¿P-por q...? — Su voz se perdía a momentos mientras era ahogada por su propia sangre. — ¿... m-mi ojo?

— Tomé tu ojo porque sabía que necesitaba darte una razón para odiarme.

Ella lo miro al rostro desde su pecho, elevando sus ojos, como una niña pequeña que observa a un adulto desde su corta estatura.

— No podía corresponder tus sentimientos, Leonor... en el momento en que me dí cuenta que empezaba a verte no solo como una compañera, busqué la manera de alejarme de tí. Decidí rechazar toda nuestra historia porque ninguno de los dos está hecho para el amor, Leonor. Ahora lo sé.

— ... — Ella levantó trabajosamente una de sus manos hasta tocar suavemente el rostro del joven y le dirigió una mirada insondable. Sus ojos se encontraron y así se quedaron.

— Sabía que me buscarías, que no me odiarías tan facilmente... así que tuve que hacerlo. No es algo de lo que me arrepienta — le dijo friamente — pero desearía que hubiera existido otra forma.

Se daba cuenta que ahora tan solo él podía escucharse, pues el cuerpo de la joven había dejado de mostrar signos de vida. Cerró suavemente sus ojos con su mano y le beso la coronilla para luego abrazarla contra su pecho, sintiendola por última vez.

— Lo siento Leonor. No te preocupes, ya pronto terminará todo esto.

Rebuscó entre sus ropajes y extrajo el pequeño cofre con su corazón dentro. Lentamente se puso de pie, acomodandola suavemente en el suelo. Recuperó sus dagas y observó la luz del atardecer que se colaba entre las altas ventanas del salón. No dejaría que Diot terminara así, debía ir a por ella y degollar a aquel estúpido demonio. Sí. La salvaría de la muerte con tal de probarse a sí mismo que era algo más que un simple asesino y príncipe arruinado en este mundo: que aún seguía siendo humano.


Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora