Diot no sabía que ocurría con exactitud. Desde aquella noche en el cementerio no había vuelto a ver a Ihara y Leran se comportaba de una manera extraña y que le provocaba cierta desconfianza. Al amanecer ella había despertado con los golpes del cascos de su caballo, indicandole que él había hecho una escapada durante la noche, pero ¿a dónde? Por más que preguntó no obtuvo respuesta, solo miradas de fastidio.
— ¿Dónde estamos Leran?
—...
— Tengo derecho a saberlo. — Agregó por lo bajo resentida.
— Esta bien: no tengo la menor idea de a dónde vamos.
Ella detuvo su caballo, solto un suspiro, miró a su alrededor solo para descubrir extensiones de colinas que se perdían en el horizonte con algunos que otros árboles a lo largo. Miró a Leran y le dijo:
— Será mejor que nos separemos.
Él detuvo su caballo y miro por sobre su hombro para verla con una mirada seria.
— No sabemos nada de Ihara y claramente estamos perdidos, podemos separarnos para buscarla y...
— ¡No!
Su gritó fue tan fuerte e inesperado que los caballos se inquietaron y algunas aves escondidas en los árboles cercanos levantaron vuelo. Ahora se respiraba una atmosfera tensa y un pesado silencio se iba instalando.
— Escucha Diot, Ihara se fue porque ya no pudo seguir negando su naturaleza Consumidora. En lugar de buscarla deberíamos agradecerle que decidiera no devorarnos. — La voz de Leran había vuelto a sonar seria y distante.
— ¡Es nuestra amiga! No podemos dejar que...
— Bien, bien, la buscaremos pero luego de perdernos.
— ¿C-cómo dices?
Antes de poder reaccionar Leran dirigio su caballo hacia ella, la tomó por la cintura y la puso en su propio caballo, dandole una palmada al caballo de Diot y este se perdió en la lejanía.
— ... ¿Sí sabes que era parte de tu pago, cierto? — Ella le preguntó confundida.
— ¿Podrías cerrar la boca por, al menos, una hora? — la dejó caer al suelo y luego la siguió. — Debemos perdernos.
— ¿Perdernos?
— Lamentablemente puedo decir que he recorrido casi todas las tierras del mundo, así que incluso en estas desoladas colinas, sé donde estamos.
— ¿Por qué debemos perdernos? Podríamos hallar cosas que...
— Te dije un hora, Diot.
Acto seguido, ató su cintura con una gruesa cuerda y el otro extremo se la ató a sí mismo. No los separaba más de un metro y Diot se sonrojo debído a la cercania que existía.
— Listo, con eso no nos separaremos ¿contenta? Ahora no te quejes y obedece.
— ¿Obedecer en qué?
Se pusó detras de ella y le vendó los ojos.
— ¿Q-q-qué haces?
— Debemos perdernos, no sé de otra forma de hacerlo que esta. Yo también me vende los ojos, ahora camina.
— ¿A dónde?
— Solo hazlo, yo te seguiré.
Diot se pusó a caminar con sus brazos extendidos y moviendose en todas direcciones. Si se topaban con algo, quería tocarlo antes de que los devorara al menos. Detras suyo escuchaba los pasos arrastrados de Leran. Intentó concentrarse en escuchar, oler y sentir por donde pisaba pero sus temores la distraian: precipios, osos, bandidos, criaturas carnivoras... y ellos dos paseandose como dos niños jugando en medio de la nada.
Al cabo de lo que le parecieron horas, decidió que era suficiente.
— Leran.
— ¿Qué quieres?
— Comprobar que no estas loco y que sabes lo que haces.
— Escucha, para hallar a la Maga del Limbo debemos perdernos.
— ¡¿Por qué no lo dijiste antes?! ¿Y cómo sabes que debemos perdernos?
— Porque sabía que harías preguntas estupidas y lo sé por... intuición.
Pasados algunos minutos, Diot volvió a hablar.
— ¿Quien es esa mujer del parche y arco?
— Oh, por todos los demonios. ¿Es que no puedes quedarte callada ni cuando nuestras vidas podrían depender de ello?
— ¿Era tu novia?
— ¿Tengo cara de tener novias?
— Ahora que lo mencionas... quiza solo amantes.
— Ella era una compañera ¿contenta? Un día la traicione para quedarme con el botín y así perdió el ojo, desde entonces me acosa incansablemente para poder devolverme el favor que le hice.
— ... lo siento.
— Sé que me voy a arrepentir de preguntar, pero ¿por qué te disculpas?
— Sé que mi curiosidad no es de tu agrado, pero aún así respondes y esta vez lo hiciste sin amenazarme... así que quería disculparme por molestarte.
— Eh... disculpas aceptadas... creo. — Su voz sonaba confundida.
— Sé que algo paso en el cementerio, algo que no quieres decirme.
Diot sintió un jalón que venía de la cuerda: Leran había dejado de caminar.
— Está bien si no quieres decirmelo, sé que debe ser algo doloroso.
— ¿Doloroso? ¿De qué hablas?
— Has estado decaído desde entonces, algunas noches no puedes dormir y cuando lo haces murmuras: "lo siento, lo siento, perdoname". — Le dijo lentamente, pues temía a su reacción. Espero un tiempo pero Leran no dijo nada. — La vida no suele ser fácil, pero a cambio nos dá momentos y cosas bellas de vez en cuándo. Puede que haya perdido a mi familia, pero encontré a Ihara y a tí a cambio así que...
Leran no quiso oír el resto. Sabía que acabaría traicionando la confianza que ella tenía puesta en él. Todo estaba mal, realmente mal. No debió haber escuchado a su madre en el cementerio. Hace años que debió volver a lo que una vez fue su reino y acabar con ella y recuperar su corazón. Estar vivo cerca de 300 años había sido una maldita tortura para él y guardo ofio y rencor hacia el mundo por ello... la densa obscuridad que lo rodeaba se había empezado a despejar desde aquel día en una aldea destruída, cuando conocio a Diot.
"Si supieras que te quitaré más de lo que ya me has dado... no estarías sonriendome en la forma que lo haces".
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Diez estrellas y un deseo
Pertualangan¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...