El amanecer iluminaba el comienzo de las Cascadas Cielo y Tierra. Eran dos gigantescas caídas de agua que descendían desde las nubes, parecían columnas enormes y transparentes. Formaban una pequeña laguna que desprendía un riachuelo y se perdía tierras abajo.
— ¿Cómo subiremos? — Diot miraba las enormes cascadas perderse en las nubes con sus brazos en jarra.
— ¿"Subiremos"? Te quedarás aquí abajo y me esperaras.
— Pero si...
— No sabemos que vaya a haber ahí arriba y creo que, de los dos, soy el único que puede volar.
— ... de acuerdo. — Diot se dejó caer sobre una roca y se sentó enfurruñada cruzando los brazos delante de su pecho.
— Espérame aquí, no te muevas. Huye en mi caballo si algo pasa. ¿Entendido?
— Si. — Miró a otro lado molesta.
Rovener le palmeo la cabeza con una sonrisa y luego tomó su forma de humo negro, perdiéndose entre las nubes de las que nacían las cascadas. A Diot le pareció curiosa la facilidad con la que se desplazaba estando en esa forma... ¿Cuál sería su pasado? ¿Por qué serviría a Valdro?
— Esperar aquí no es divertido... Si hubiera venido con Leran al menos Ihara me habría hecho compañía...
Echaba de menos a ambos. Los incesantes y malhumorados gritos de Leran y la seriedad sobrehumana que Ihara empezaba a tener... ellos habían pasado a ser sus mejores amigos ahora que lo había perdido todo. Si tan solo ellos estuvieran aquí.
— ¡Oh no: Ihara! — Recordó que ella había decidido preguntar a todos los magos si alguno había sido su creador. ¡Se había olvidado decirle a Rovener que preguntara al Mago del Cielo por ella!
Se puso de pie de un salto y corrió hacia la base de las cascadas gritando el nombre del hibrido, pero ella continuo sola. ¡Demonios! ¿Y ahora? Caminó de un lado al otro dentro de la pequeña y poco profunda laguna que se formaba gracias a las cascadas, salpicando todo a su alrededor. El agua le llegaba hasta mitad de la pantorrilla y no era de más de 2 metros de radio.
— ¡No, no, no, no! ¡Rovener vuelve! ¡Necesito decirte que...! — Una gota de agua se le metió en la boca, provocando que se atragantara y tosiera sonoramente.
Cayó sobre sus rodillas apoyándose en sus manos. Cuando finalmente pudo respirar nuevamente, levanto la mirada del agua. Gotas de todos los tamaños que salían de la superficie del agua se elevaban hacia el cielo, perdiéndose en este. Era como ver llover pero al revés y con gotas redondas en lugar de las típicas alargadas.
— ¡¿Qué pasa aquí?! — De un salto salió del agua y cayó sobre su trasero apoyándose sobre sus palmas, viendo perderse las gotas. El cielo se había obscurecido y unos rayos lejanos se podían ver caer.
Se puso de pie y se dirigió a las cascadas, procurando no volver a meterse a la pequeña laguna. La mandíbula se le descolgó enormemente cuando observo que hasta las cascadas habían cambiado de dirección: ahora ambas subían hacia las nubes en lugar de caer.
De repente, un rayo cayó a escasos metros de ella, provocando que se arrodillase sobre si misma gritando a todo pulmón. Levantó la vista sin ponerse de pie y otro rayo volvió a caer en el mismo lugar, solo que apareció un hombre luego de que la tremenda iluminación se despejara. Era alto, muy alto, de piel pálida teniendo coloración azul, cabello extremadamente negro y ojos de un azul eléctrico. Usaba una malla pegada a su cuerpo de cuero negro, pantalones azules y botas negras. Diot se quedó quieta, aterrada: las orejas del hombre eran puntiagudas. ¡Un elfo!
Había escuchado muchas historias de su madre acerca de esos seres... las suficientes como para saber que despreciaban a los humanos y su poder solo se podía medir en comparación con lo peligrosos que eran. Antes que los humanos también obtuvieran magia, ellos eran los únicos, junto a los dragones y demonios, que podían jactarse de poseer y manipular magia... o al menos eso decían las leyendas.
El elfo la observó con sus hipnóticos ojos azul eléctrico mientras ella suplicaba mentalmente a los Dioses que la protegieran. Algunas corrientes eléctricas salían de él, como si estuviera cargado de estática, algunas se dirigían al suelo y otras se perdían en el cielo. Diot hizo un acopio de su valentía, se puso de pie e hizo una inclinación respetuosa en su dirección, lo más elegantemente posible que pudo.
Él la vio inexpresivo y empezó a dirigirse hacia a ella con pasos decididos y sonoros. Ella cerró los ojos preparándose para lo peor, pero el sonido de sus pasos cesó. Levanto levemente la vista para encontrarse con que el elfo había desaparecido. Suspiró aliviada. Fue entonces cuando sintió que la asfixiaban por detrás, estrangulándola... perdió el conocimiento.
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Diez estrellas y un deseo
Adventure¿Qué tienen en común una campesina, un cazarrecompensas, una muerta viviente, un híbrido, una reina caída, un íncubo y un rey? Todos tienen un deseo que quieren cumplir. Se dice que aquel que obtenga una posesión de cada uno de los diez antiguos mag...