18. Promesa

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Ha pasado tiempo desde que fue liberado de su encierro en esa torre, pero a pesar de ello simplemente no puede entender cómo fue que llego hasta allí, justo delante de la que antes fuera una gran ciudad fortaleza ahora reducida a escombros humeantes. No lo entiende, pero una promesa es una promesa, y debe cumplir la que hizo cuándo terminaron su encierro.

Camina entre los muros derrumbados a medias, mientras aún empuña su espada. La luz del sol de mediodía se refleja contra su armadura, calentado su cuerpo de forma agotadora, da pasos lentos e indecisos: nunca le gustaron las batallas y mucho menos la guerra. Desde que tenía memoria todos los que le rodeaban lo incentivaban a adiestrarse en el arte del combate, y se decepcionaban apenas se enteraban de que no era de su interés: "Que desperdicio", era lo que siempre oía. Claro, después de todo nadie esperaba que un híbrido con semejante padre fuera pacífico.

Si tan solo su padre nunca se hubiera aparecido por esas tierras... él jamás se hubiera acercado a ningún campo de batalla, nunca; pero dicen que el destino te da justo lo contrario a lo que quieres, aunque no tiene por qué ser malo. Su madre, por otra parte, era una historia completamente diferente, se podría decir que ella había sido la que le inculcó su amor por la paz y el respeto por la vida de los demás.

Como fuera, luego de ser liberado de la torre, le habían asignado un tutor personal para "educarlo" y ponerse al día con los acontecimientos actuales. Después de todos esos años encerrado muchas cosas habían cambiado, pero claro que la guerra no era una de esas cosas; lo que más le llamo la atención entre tanta novedad, fue una palabra en particular: Nefilim*.

¿Podría él considerarse uno? Hasta la fecha no sabía mucho sobre su padre, solo que era una criatura milenaria de las profundidades de la oscuridad, ¿habría sido uno de esos "ángeles caídos" que la nueva religión mencionaba? Si así fuera, definitivamente sería un Nefilim. Se miró a sí mismo no, no un era gigante, es más, ni siquiera era alto. ¿Entonces? Madre humana y padre... padre desconocido y oscuro.

Existían infinidad de criaturas a las cuales su progenitor podría pertenecer con tan vaga descripción que tenía sobre él: desde un mago oscuro, hasta los Devoradores de Almas que vagaban por las Tierras de Ácido. ¿Pero qué podría considerarse como uno de esos "ángeles caídos"? Primero tenía que aprender esa definición para poder ver si su padre era uno de ellos y luego poder autodenominarse Nefilim.

Observó su espada manchada de sangre. Se sentía muy desdichado, no era la primera ni sería la última vez que mataba en nombre de la promesa que hizo, pero empezaba a hartarse poco a poco: asesinar, luego volver a hacerlo y luego una vez más... ya estaba cansado de toda esa locura, incluso ya no sabía si hubiera preferido continuar en la torre o ser libre de esta manera.

Estaba perdido en esos pensamientos, cuando notó un ligero movimiento proviniente de unas ruinas cercanas que llamó su atención, se acercó y pudo observar la aterrada mirada de una pequeña niña que se escondía entre los restos de lo que debió ser su hogar. Él se asombró grandemente: estaba seguro que no quedaba nadie vivo en la ciudad, después de todo sus "colegas" no tenían su simpatía por la vida.

— Rovener, ¿encontraste algo? — Uno de sus compañeros asomó su cabeza por sobre su hombro, saliéndo detrás de él y descubriendo a la niña. — ¡Eres un buen rastreador! ¡Vamos a divertirnos!

El recién llegado saco a la aterrada chiquilla de su escondite arrastrándola del brazo, dispuesto a pasar un buen rato con la que debía ser la última sobreviviente.

— ¡Aguarda! — le puso la mano en la hombro. No quería que lastimaran a alguien tan joven, después de todo había sido su culpa que su compañero la viera.

— ¿Acaso quieres divertirte tú con ella?

— ¡N-no!

— No debo recordarte por qué estás aquí ¿cierto? — lo miro a los ojos amenazadoramente. ¡Esa maldita promesa!

Rovener soltó el hombro de su compañero y se alejó del lugar, no quería escuchar nada de lo que vendría a continuación. Mientras daba pasos uno detrás de otro, pedía perdón mentalmente a la niña que dejaba atrás.

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(*)Nefilim. Según el Génesis, serían los descendientes de los ángeles caídos que procrearon con las hijas de los hombres.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora