20. Cruz

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Estaba molesto, realmente molesto, hasta quería cortar la garganta de esa molesta muchacha campesina ¿Cómo podía decir cosas tan estúpidas? ¡Uno solo de esos monstruos podía acabar con toda Bantress si lo quisiera! Él también era un estúpido ¿cómo pudo perderla de vista? Se había confiado por lo tranquila que se portó y la falta de apetito que había mostrado durante todo el viaje hasta ahora. ¡¿Acaso era idiota?! ¡Claro que ella había estado sintiendo hambre! ¡Después de todo no había comido nada desde el día en que la conoció!

¡Ahora todo el jodido mundo hablaba de un jodido ghoul corriendo libre dentro de la jodida ciudad! Ella debía considerar que era suerte el que aún no la hubiera encontrado: si alguien la iba a lastimar, esa persona sería él. Se aseguraría de castigarla severamente; la muerte era el castigo más severo que podía haber, sin mencionar que él amaba ese castigo, pero matar a un monstruo de su clase era... complicado, por así decir.

Nunca debió de aceptar este estúpido trabajo ¿Hacer de niñera para una campesina tonta y un monstruo amnésico? Parecía el inicio de un mal chiste. ¡Esto no se quedaría así! Les pediría tanto oro cuando todo acabara, que esas dos tendrían que trabajar de esclavas durante el resto de sus vidas (si es que el monstruo llegaba a morir algún día). Pagarían... siempre pagaban al final.

Entonces, detuvo su carrera sobre uno de los techos de las casuchas. Saltar de techo en techo no ayudaría a encontrar al monstruo, debía tranquilizarse y pensar con calma las cosas, sabía que ella no había comido nada desde el día en que la conoció, así que solo había unos pocos lugares donde encontrarla. Debía apresurarse, antes que se alejara; la campesina era un problema menor, ya la encontraría luego, ni siquiera alguien como ella podría meterse en líos en una ciudad tan céntrica como Bantress, ¿cierto?

Él era realmente amable, muy amable: salvaría a los ciudadanos del monstruo y luego volvería a su travesía, las llevaría a ambas según lo acordado y listo, cobraría su recompensa para luego volver a su despreocupada vida. Lo que esas dos hicieran después ya no era de su incumbencia para nada, solo le traían problemas: la sola presencia de la monstruo le desagradaba y la campesina lo miraba como un fiel cachorrito miraría a su amo... él detestaba a los cachorros.

Saltó a otro de los techos y saco una de sus adoradas dagas para observarla... tenía cierta inquietud desde que se habían cruzado con Cani... ¡Pero al diablo con eso! Él era Leran, el cazarrecompensas y jamás habría otro como él; seguramente ella se había equivocado con lo que le dijo, después de todo ya tenía su "permiso" de seguir con vida y no es que lo necesitara o le importara, pero eso significaba que él era especial, no un chico cualquiera: ella lo consideraba interesante porque sabía, todo sobre él y su pasado, pero ahora él era Leran.

Dando saltos sobre las casuchas, llegó hasta la plaza central. La torrencial lluvia había espantado a casi todos de ella, después de todo solo era un enorme campo empedrado circular sin nada donde refugiarse; ahí sólo se montaban festivales, anuncios y ejecuciones. Bajó la mano al lodo y clavo las uñas en este con ira: sin duda la monstruo había estado ahí.

Siguió el recorrido exacto que Ihara había hecho y se detuvo donde ella se había topado con el desconocido muchacho. Aquello no le gustaba nada: algún pobre diablo se la había encontrado, eso se notaba, y si ella continuaba con el estómago vacío para cuando se toparon... pues a estas horas el tipo ya debía estar siendo digerido por ella.

¡Joder, esto no hacía más que complicarse! De todas las criaturas oscuras que había llegado a conocer, la que ella era estaba entre las peores. Sus ojos violetas eran sinónimo de la muerte y desolación; bien podrían hacerse pasar por humanos cualquiera o por otro tipo de seres, pero esos ojos violeta malditos siempre los delatarían: ninguna otra criatura podía tenerlos, así que esa era la cruz que les había tocado llevar ¡Su marca y condena! Un monstruo debía ser reconocido donde sea que vaya, y debía ser repudiado y odiado por lo que era ¡Sin excepciones!

Sonrió con actitud desafiante ¡Nadie debía saltarse su propio juicio! Y esa idea le agradaba.


Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora