42. El caballero y la campesina

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Rovener llevaba días de cabalgata, cuando descendió de su caballo ya casi no sentía las piernas. Decidió descansar un poco, ya no le faltaba mucho recorrido hasta llegar a la ubicación del Mago del Cielo... recordaba que hace muchos años, él solía ser uno de los magos más requeridos en todas las cortes, ciudades, aldeas... después de todo a los humanos les encantaba que les dijera quién era su alma gemela o que, incluso, los uniera con ella.

El Mago del cielo tenía la facultad de gustar a las personas y ser bienvenido donde sea que fuera, no solo por su facultad de ver el Hilo Rojo del Destino*, sino también por otorgar diversos dones a diestra y siniestra... se podía decir que era toda una personalidad en sus buenos tiempos.

Los diez antiguos magos habían sido reconocidos a su modo hace mucho, pero cuando la magia comenzó a extinguirse, se había despertado el temor en los humanos. Temor a lo único y poderoso de sus habilidades, pues al no haber tanta magia, pensaron que si decidían volverse tiranos, no habría nada ni nadie que pudiera impedírselo, así comenzó el asesinato y persecución de aquellos con magia: dragones, druidas, ninfas, magos, todos fueron cazados y eliminados por el hombre, muy pocos se salvaron.

Él no comprendía muy bien cómo se daba la magia, o que determinaba que alguien pudiera ser mago o no, solo sabía que el día que el ultimo mago muriera, la magia se iría con él o ella y el mundo perdería un poco de su brillo y belleza. El mundo sería menos hermoso.

Miró hacia el cielo y decidió que tomaría un descanso, iba a buen ritmo después de todo. Llevar su armadura bajo el caluroso sol de mediodía era incómodo. Miró a todas partes y solo contemplo su soledad. Bien, no había nadie. Se refrescaría en una laguna cercana.

Se quitó todo lo que llevaba puesto y se acercó a la orilla, dispuesto a zambullirse, pero un movimiento justo en el centro de la laguna captó su atención: era el cuerpo de una mujer flotando boca abajo en las aguas, hacia movimientos que la hacían girar en círculos y volvía a su inercia. Penso que era una broma cruel de la naturaleza, al crear una ondina tan torpe y poco agraciada.

De repente, un objeto a solo unos centímetros de él atrajo su atención: un viejo y desbargado cojín. Lo levantó y observó que tenía escrito un Hechizo Atrapador de criaturas obscuras al revés: en lugar de viajar y atrapar, atrapaba y viajaba hacia la criatura obscura más cercana.

Se miró y luego al cojín, ¿era en serio? Sabía que era un híbrido, pero ser catalogado como una criatura obscura por un cojín, era demasiado. De repente, el cojín le fue arrancado de las manos. Levantó la mirada.

— ¡D-discul-pa, esto es m-mío! — Diot intentaba recuperar el aliento al tiempo que escupía el agua que había tragado. Estaba completamente empapada y apretaba el cojín fuertemente contra su pecho.

Rovener miró confundido a la joven y procuró con todas sus fuerzas que no se le descolgara la mandíbula de la sorpresa: ¡era la chica que tenía los ojos verdes! ¡La que viajaba con el chico de negro y evito que lo asesinase!

Por su parte, Diot lo miraba algo desconfiada, pero su expresión cambió de golpe: abrió los ojos desmesuradamente y lanzó un chillido.

— ¿Se encuentra bien, se...? — Un bofetón hizo callar a Rovener. Diot le dió la espalda rápidamente.

— ¡P-pervertido!

— ¡No! ¡No es lo que piensa! — Rovener se cubrió lugares estratégicos de su desnudo cuerpo y aclaró su garganta. — Mi nombre es Ravenor, my lady, heraldo del rel Valdro y Caballero Real.

— ¿Eres un soldado? —Diot le lanzó una mirada acusatoria por sobre su hombro. Lo reconoció y se giró sobre su eje para enfrentarlo cara a cara. — ¡Intentaste matar a Leran! ¿Por qué?

Él era un caballero noble, no podía mentir a una mujer, pero tampoco arriesgar el deseo del rey. Levanto la mirada, dispuesto a mentir pero ni bien se topó con el verdor de sus ojos se arrepintió de haberla levantado. ¡Aghhhh!

Verla con la misma actitud con la que había salvado la vida del tal Leran era insoportable: tenía ingenuidad pintada por todas partes y se mostraba decidida en cada movimiento corporal que hacía, pero sus ojos mostraban terror y ansiedad... ¡no podía mentirle a una criatura así!

— Intenté asesinarlo porque él también va tras los magos.

— ...

—Si me disculpa, quisierarefrescarme. — De un salto se metió en la laguna.

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(*) Hilo Rojo del Destino. Es una leyenda japonesa que relata que los amantes (almas gemelas) estan unidos por un hilo rojo invicible a la vista cuyos extremos están atados al meñique de cada uno de la pareja. Este hilo puede estirarse, enredarse, acortarse pero jamás romperse.


Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora