58. Madre e hijo

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Sucedió cuando él tenía 19 ¿o era cuando tenía 20? Daba igual.

Su madre, la reina Leerany, se sentía algo agobiada por la constante presión de los consejeros reales. Ellos insistían en que debía dejar de lado la práctica de sus artes mágicas para concentrarse en el reino, pero él sabía que solo lo decían por el gusto de hacerla enfadar. Siempre encontraban una excusa para poder hacerlo: cuando el había sido un niño decían que ella debía casarse nuevamente para tener un rey en las tierras y no solo una reyna, cuando él había alcanzado los catorce años la presionaban para habilitar más rutas comerciales y relacionarse con otros reinos, y ahora que él tenía 19 le salían con eso de dejar su preciada magia.

Al ser una mujer sola la que gobernaba todo el reino, los rumores no se habían hecho esperar: desde promiscuidad hasta la práctica de magia obcura habían inundado la corte y hasta algunos pueblos, pero su madre solo los ignoraba. Él siempre la había admirado por la fuerza y voluntad que mostraba, pero claro que se negaba a admitirlo: mimado y extremadamente petulante deseaba el reconocimiento de su madre más que nada, pero él pareciera no tener cabida en su ocupada vida.

Cuándo le presentaron a su prometida: Joanne Darefall, él sabía que los consejeros lo habían hecho para poder presionar a su madre con la boda de su heredero y poderla quitar del trono de una vez por todas. Su machismo no tenía limites. No podía evitar detestar a su prometida debido a ello, si por él fuera, anularía el compromiso, pero no quería traer más problemas a su madre, así que se ocupaba de hacerle la vida imposible a Joanne con la esperanza de que fuera ella quién acabara el compromiso.

Habían sido estos ultimos meses en los que los consejeros hacían correr chismes más que nunca sobre la supuesta magia negra que su madre practicaba y, al ver sus constantes ausencias en la corte, el resto de la nobleza les había hecho caso. Claro que practicar magia no era algo prohibido en esos tiempos, pero otra cosa era la magia obscura... todos le temían pues los demonios y seres nefastos venían con ella.

Por su parte, Leran pensaba que su madre solo quería un poco de tiempo libre para ella, así que solo se limitaba a sus propios asuntos. Hace unos meses había llegado a la guardia un joven nuevo, era hábil con la espada, respetuoso y atento. A veces Joanne lo mencionaba en algunas de sus salidas obligadas: se llamaba Rovener; pero no le importaba en lo absoluto él, sino los rumores que sobre él corrían... decían que era un híbrido, pero no cualquier híbrido, sino uno de humano y un antiguo ser que se creía extinto, aunque nadie estaba seguro.

Aquella tarde, él se hallaba en sus aposentos intentando interesarse por los viejos rollos del reino, cuándo su madre entró en la habitación.

— Buenas tardes Leran.

— Buenas tardes madre.

— Oí que nuevamente hiciste llorar a tu prometida.

—... — él dejó de lado los rollos y se volteó.

— No me des la espalda.

— Una noble de quinta no esta a nuestra altura madre, no merece ser mi esposa.

— Es la hija del Rey Tefrras, debes cuidarla y aceptarla. Es una princesa ¿qué mas puedes pedir?

Claro que el no le diria los verdaderos motivos tras su rechazo a Joanne... además era la primera vez en años desde que Leerany se presentaba en sus aposentos y eso lo hacía feliz; al fin su amada madre le dedicaba un mínimo de su preciado tiempo a su heredero, hijo y futuro gobernante del reino.

— Si tu lo pides madre, así lo haré.

Hubo un silencio entre ambos. Siempre había sido así, se limitaban a disfrutar su compañía uno del otro. De repente, de entre sus ropajes, Leerany extrajo un extraño talisman plateado con un brillo misterioso. Su vista fue de este a los ojos de su madre. Tenía un mal presentimiento.

— ¿Madre? ¿Qué es eso?

— Lo he conseguido, hijo. ¡Al fin lo he hecho! — en su mirada tenía cierto dejo de locura.

La mujer de cabello castaño y ojos cafés claros con algunas pecas en las mejillas que antes había conocido, ahora le resultaba aterradora.

— Madre...

— ¡Te van a matar! He oído a esos bastardos del consejo diciendolo. Una vez subas al trono será tu fin, no dejaran que nuestra familia siga reinando.

— ¿A qué te...?

— Estuve intentandolo todos estos meses: buscando la forma de salvarte y al fin lo he hecho.

— Madre, todo estará bien — levanto las palmas de la mano conciliadoramente. — Dame esa cosa y yo...

— ¿Es que no lo vez? Te salvaré... — ella iba acercandose a él lentamente con la locura incrementando en sus ojos.

Leran fue rodeandola hasta alcanzar la negra puerta de su dormitorio... de repente no pudo moverse más. Observaba que su madre sonreía y lloraba al mismo tiempo.

— ¡¿Usaste tu magia en mí, madre?! — Estaba incredulo, jamas había empleado la magia contra un ser viviente y menos de forma tan cruel.

— Te prometo que no dolerá... — sus ojos estaban perdidos —, solo necesito tu corazón.

— Mamá, por favor. Dejame ir y deshazte de esa cosa... podemos marcharnos, dejar todo esto atras, a los consejeros, a la corte... a todos y todo. Solo tu y yo, mamá.

— ¡¿Estás loco?! No me he sacrificado todos estos años por nada. No te he cuidado y protegido por nada... no te he dedicado tiempo para poder darle lo mejor — las lágrimas empapaban su rostro. Se acerco lentamente hacia él y le puso el talismán en el pecho mientras este brillaba mas intensamente.

— ¡Guardias!

Leran solo alcanzó a ver que su puerta negra se habría mientras el tal Rovener ingresaba antes de perder la conciencia.

Diez estrellas y un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora