LAUREN HOUSTON WEST
El estruendo de un disparo, hizo que ese asqueroso hombre quitara sus manos de mi pierna. Suspire de alivio y una sonrisa adorno mi rostro. Su mirada se encontró con la mía y le mande una sonrisa burlona. Su ceño se frunció de inmediato y sus manos agarro mi cabello con brusquedad tirando mi cabeza hacia atrás.
-No pienses que te vas a salvar de esta, perra.- Susurró.
Disparos comenzaron a sonar por todas la estancia.
-Mierda.-Murmuro el hombre un poco asustado.
Se separo de mi, me miro de forma lasciva y luego abandono la habitación cerrando la puerta de un portazo.
Solté el aire que hasta hora no me había dado cuenta que estaba reteniendo, mire mis manos, buscando la forma de desatarme... Tire de ellas con fuerza, para ver si podían salir, pero solo logre sentir el caliente de la soga quemarme. Comencé a desesperarme. Los disparos cada vez sonaban mas cerca, respire con brusquedad y levante la mirada hacia la puerta, está fue abierta de una patada y pegue un brinco en mi sitio del susto. Unos ojos grises conectaron con lo míos. Lo mire sin expresiones en el rostro y el comenzó acercarse a mi.
-No. -me tenso.
. -¿Quien eres?-Ignoró mi pregunta, se acerco a mi y comenzó a desatarme.
Cuando estaba totalmente suelta, intento coger una de mis muñecas, pero fui mas rápida y me baje de la cama bruscamente y casi solté un grito al sentir como mi cabeza maltillaba al ponerme de pies.
-No te voy a hacer nada...- Su voz gruesa hizo que lo mirara.
-He venido a por ti.
Lo mire asustada.
-El señor Grimes... -Aclaro, lo fulmine con la mirada y comencé a mover las manos exasperada.
-Podrías haber comenzado desde ahí. - Replique. Ignoro mi sarcasmo y tiro de mi muñeca sacándome fuera de la habitación a paso veloz.
El dolor se hacia mas fuerte a cada paso quedábamos y cierro los ojos con fuerzas cuando comencé a ver puntos negros en mi visión. Masaje mis sienes y me mordí el labio con fuerza cuando sentí que todo perdía sentido a mi alrededor he intente quedarme despierta, pero no lo logre y caí inconsciente.
***
Abrí los ojos con pesadez y todo a mi alrededor era malditamente confuso. Todo estaba a oscura, me sentía mareada y por un momento imagine que estaba en mi habitación en Madrid y mi madre estaría casi viniendo a mi habitación a levantarme ha gritos.
Que lejos estaba eso de la realidad ¡Había estado secuestrada!
¡Por Dios! Extraño mi aburrida vida de Madrid.
Me levanté de la cama en la que estaba y prendí una lámpara que estaba en la mesa de noche.
La habitación se ilumino y mire todo confundida por un momento.
Alexander... Eso estaba mas que claro. Estaba en su casa. Pero no en su cama, ¿Tan malo seria que entrase a su habitación?
Me levanté de la cama y observe mi cuerpo en el espejo. Estaba perdiendo peso, fije mi vista a la ropa que traía y solo tenía puesto un polo negro que me llegaba hasta mis rodillas y lo que parecía ser un pantalón shandall.
Suspire. Me amarre el pelo en una coleta alta y mire mi rostro en el espejo. Unas ojeras en marcaban bajos mi ojos.. Los golpes que traía antes en mi rostro estaban curados y tenia una venda cubriendo una parte de mi ceja derecha. Estaba horrible. Mis ojos se nublaron, triste.
Para cualquier chica de esta estúpida ciudad, hubiese sido un honor estar vistiendo la ropa de Alexander, pero para mi solo era cosas insignificantes. Yo lo único que hubiese querido es verlo al despertar -Después de todo me habían secuestrado por su culpa- O eso había querido suponer yo.
Quería que el estuviese ahí sosteniendo mi mano, me sentía tan sola.
Deseche esos tristes pensamiento y salí de la habitación, dispuesta a irme. Una estúpida boda me había propuesto. ¡Y una mierda! Los hombre como Alexander se nota que solo les interesa producir dinero y no estaba dispuesta a volver a repetir la misma historia.
Dure unos minutos deambulando por los pasillos y al fin encontré las escaleras.
Las baje de dos en dos mientras tarareaba la nana que mi madre me cantaba cuando estaba niña.
A medida que iba bajando escuche la voz de Alex y deje de cantar.
-Ya os dije... No quiero a nadie mirándola demasiado. No la observen, no le sonrían, no le hablen, no nada. Solo obedezcanla ¿Me entienden?-¿Estará hablando de mi?
¡Claro que si estúpida! Dijo esa vocesita en mi cabeza.
Apreté los puños y carraspee, llamando la atención de lo que se supone es el personal de seguridad y algunas empleadas.
¡Con razón me odian!
-¿Se puede saber a quienes ellos no pueden mirar?-Pregunte.
Y observe como Alexander hacia una señas a sus empleados y todos me dieron una mirada rápida antes de irse sin meditar palabra.
-Me alegra que estés bien.-Dijo ignorando mi pregunta y dirigiendose a mi. Una venda cubría la mitad de su pierna derecha. No pude evitar preocuparme, aunque vi que camino perfectamente a donde estaba.
La preocupación invadió mi rostro y el lo acuno haciendo que le mirara directamente a los ojos.
-Gracias a Dios que estas bien...-susurro, envolvió sus brazo alrededor de mi cintura, olfateo mi cuello y luego dejo un beso ahí. Haciéndome olvidar por completo y suspirar con alivio.
-Te extrañe.-Murmure. Sentí su sonrisa en mi cuello y luego sus labios apoderándose de los míos de forma vivaz.