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Lauren.

Un año después.

Las lagrimas que Isabella estuvo reteniendo todo el camino al fin brotan, y se deja ir sobre mi llorando con pena. Mis ojos no pueden evitar encharcarse y la sostengo contra mi, pasando con cuidado mis manos por su espalda.

Le agradecía cada cosa que había hecho por mi desde mamá se fue, ella fue la única capaz de sacarme de la cama, de preparar mi comida y de abrazarme cuando más lo necesité.

El pecho se me estrujaba con solo pensar que hubiese sido de mi en aquellos momentos si ella no hubiese estado ahí.

Aquellos ojos azules que siempre brillaban por alguna extraña razón ahora estaban triste. Le sonreí con pensar para que no sintiera pena por mi y la volví abrazar.

-Puedes llamar a cualquier hora-le recordé intentando tranquilizarla, me apenaba que no tuviera hijos y que lo mas cercano a ello fuera yo; aunque no me preocupaba mucho; ya que, Reynaldo, su esposo, iba a cuidarla en mi ausencia. -Estaré bien-. Asintió poco convencida y me reí un poco con la cara de preocupación que embargó su rostro.

-Lo se, mi niña.-Me toma de las mejillas como cuando era niña -Promete que te cuidarás-. Su preocupación era genuina como siempre, ella y mamá siempre me recalcaban eso.

Puse los ojos en blanco consiguiendo un pellizco de su parte.

-¡Auch!- me queje, -Me portare bien, lo prometo.

-Mas te vale, porque voy a Londres y...

-Pasajero del vuelo 208 con destino a Londres, por favor aborda por la sala 12.-Se ve interrumpida, y sonrío victoriosa haciendo que la que blanquee los ojos ahora sea ella.

-Ese es mi vuelo-. Señalé con la cabeza hacia donde sonaba la voz, asintió no muy segura con dejarme ir, me reí intentado no llorar, le di un ultimo abrazo y sintiendo el pecho pesado me separé de ella y me dirigí hacia el lugar que sin duda alguna iba a cambiar mi destino.

«Londres». Donde compartía sangre con un grupo de ingratos, de donde sacaron a mi madre como si fuese un perro, y donde aquel hijo de puta que mi madre adoraba estaba.

Un año y ocho meses era lo que había trascurrido desde su muerte, casi dos años sin ver al amor más puro que pude tener, dos cumpleaños sin ver un pastel de chocolate lleno de velitas esperando por mi.

Sabía que esas cosas no se superaban, aprendí a vivir sin ella; intentando sobrellevar el vacío que se había instalado en mi y que con su partida me había dejado.

Lo sola que me encontraba me había hecho obsesionar con la familia de mi madre, había investigado todo lo relacionado con Londres, averigüe cada cosa en referencia aquella familia, y me había decepcionado muchísimo más entre más leía, era importadores de vino, estaban podridos en dinero, muchas personas seguían todo lo que hacían por lo cual eran "respetables".

Los odiaba, habían despreciado a mi madre como si no llevará su sangre e iba hacer que pagaran por eso.

El tema de mi padre era otro asunto, tenia que verlo, escuchar sus explicaciones y después de meditarlo mucho decidiría que hacer con él, no me tragaba el cuento de que era buena persona, pero le iba a dar la oportunidad de explicar, mamá así lo hubiese querido.

(...)

El pasillo para cruzar hacia al avión se me hizo largo, el pecho me retumbaba como si sopesara que algo iba a pasar, y guiándome por la azafata me acomode en él asiento y deje que «Human de Christina Perri » inundara mis oídos.

«I can hold my breath, I can bite my tounge, I can stay aweke for days, If that's what you want be your number one».

Aquella canción triste penetró mi alma, y quise reírme por lo irónico de la situación, mis gusto por la música triste no cambiaban «Como sí no estuviera lo suficientemente triste ya».

No se cuantos minutos u horas pasaron para que me quedase dormida, pero lo ultimo que recuerdo era la Earned it de The weeknd sonando.

****

Abrí un ojo y mire hacia la ventana. Estábamos por aterrizar. Retiré los audífonos que para ese entonces no se escuchaba nada. Nos indicaron que abrocháramos los cinturones de seguridad, lo hice rápido, cerrando los ojos y comenzando a contar del cien hasta el uno como me había enseñado mi madre cuando presentía que me iba a dar un ataque de pánico.

-100, 99, 98, 97, 96, 95...-murmuraba sin prestarle atención a la señora que estaba a mi lado y me miraba como si estuviese loca, me concentré en mi y deje salir aire despacio.

Cuando ya siento que él avión se ha estabilizado me permito abrir los ojos. Nos dan las gracias por abordar por está línea y nos indica el proceso para salir.

Ya con mis maletas en manos me dirijo fuera del aeropuerto, tomo el móvil con intención de avisarle a Isabella de mi llegada, pero mi sección de música en el avión lo había descargado. Miro hacia mis botas y me detengo amarrar los cordones que se habían desatado, me pongo de cuclillas y siento un golpe que hace que caiga al suelo de rodillas.

Maldigo un sin número de veces a la persona que me a tirado al suelo. Termino de amarra los cordones, y me levanto sin escuchar la disculpa que sin duda alguna merecía.

Unos ojos azules oscuros me miran con un tanto de indiferencia y nada de simpatía hacia mi persona. Me pongo de pie ante su intensa mirada. Cierro los puños y aprieto mi mandíbula inconscientemente ¿Qué se cree él gilipollas para mirarme así? Me da un repaso y...

-¡¿Quién te crees que eres para hacerme perder el tiempo?!-Su voz imponente hace que quiera encogerme en mi sitio, pero termino en el mismo puesto sin mostrar lo intimidada que me sentía del escudriñamiento que me estaba haciendo.

Intente contar como me habían enseñado, juro que intente hacerlo, pero aquella mirada arrogante, y la gente que nos rodearon fueron mucha presión para mi, y terminé estallando.

-¡La que te va a partir tu maldita cara si me vuelves hablar así, gilipollas!-Mis palabras logran sorprenderlo y una de sus manos agarra mi brazo con brusquedad.

-¿No sabes con quién estas hablando verdad, bonita?- Su aliento choca con mis mejilla, y me pierdo varios segundo cuando deja ir aquello con arrogancia, hijo de perra.

100, 99, 98, 97...

«Mucha presión». No resistí.

Me separe de su agarre bruscamente y le tiro un puñetazo en la nariz que hizo que se alejara de mi bruscamente. Sus manos sostiene él lado afectado y una mueca de inconformidad se forma en mis labios al ver sangre bajar por su nariz.

El grupo que nos rodeaban me ven sorprendida y otras con ¿Lastima? ¡Hostia! odiaba llamar la atención. Doy un paso adelante queriendo disculparme por golpear, pero aquello fue su culpa en primer lugar.

-Y yo...- enarca una ceja en espera y cierro mis labios mandando la disculpa al carajo. -No me interesa quien seas- agarro mis maletas fijando mis ojos en aquellos azules zafiro, y son micros segundos lo que hacen que me paralice cuando me repara -Solo aléjate de mi-. Le dedico una ultima mirada alejándome e importándome poco la mirada desconcertada que me dedicó, me alejo de allí sintiendo el corazón desbocado.

Ahora si perdí por completo el juicio, siento los músculos tensos hasta que logro salir de la multitud. El cielo nublado en Londres me recibe y una media sonrisa se forma en mis labios al darme cuenta que pronto lloverá.

«Algunas cosas nunca cambian».

POSESIVO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora