Alexander.
-Aquí están las carpetas, señor.- Gabrielle entra a mi oficina y pone un sin número de papeles en mi escritorio.
Asiento volviendo mi vista a los papeles, pero el que no escuche la puerta cerrarse me hace levantar la vista, encontrando a mi secretaria observándome.
Levanto una ceja en su dirección y el que no reaccioné me hace hablar.
-¿Esperas una invitación o qué?-Se sobresalta con mi pregunta negando y un color rojo carmesí adorna sus mejillas.
«Patética», sale haciendo un escandalo cuando cierra la puerta a sus espalda y es que me molesta la ineptitud.
Tomo uno de los informes intentando concentrarme, pero mi mente viaja al periódico que recibí esta mañana.
No podía creer lo que la prensa amarillista había inventado. Tome él periódico una vez más, para volver a leerlo y una sonrisa casi involuntaria apareció en mi rostro.
Alexander James Grimes discute en pleno aeropuerto.
"El magnate James Grimes, tras bajar de su avión privado, fue visto en plena discusión con una joven la cual aún no ha sido identificada. La acalorada discusión se vio interrumpida con el fuerte golpe que la joven le propinó al magnate.
Testigos afirman que la vieron salir del mismo avión que él y que es una de su nuevas conquista, y que todo este embrollo solo se debe a una pelea entre parejas. ¿Será que nuestro gran empresario joven al fin se mostrará con alguien? ¿Quién es la joven y por qué no se ha pronunciado aún?"
No podía creer que la habían confundido con una de mis conquista.
¿Desde cuando me gustan las pelinegra? No lo voy a negar, la tía esta hecha ha mano. Tiene curvas por todos los lados, unos ojos que parecen fieras y unos labios carnosos que te hacen querer besarlo hasta desgastarlo.
Me reí sin poderlo evitar con el rumbo que estaba tomando mis pensamiento, pero el que la puerta de mi despacho vuelva a sonar me hace bufar enojado amargándome la mañana, me enfrasco en una conversación con unos inversionista, y me olvido de lo demás concentrándome en el trabajo. La horas se me van en conferencias y en reuniones y a media tarde decido que es suficiente, y me levanto de mi asiento dejando todo como está, solo cogiendo mi laptop y guardándola en bajo llave.
Salgo del estacionamiento de la empresa y conduzco por las calles principales del centro de Londres.
Paro en un semáforo, al tiempo que mi móvil comienza a vibrar. No reconozco él número pero igual tomo la llamada.
-¿Diga?-Pongo él móvil en mi oreja izquierda.
-Así que ella es...-Una voz bastante reconocida suena por él otro lado.
-¿Qué quieres?-Preguntó de forma brusca.
-Tu nueva puta, ella pagara lo que hiciste.- El enojo me ciega con lo que escucho y quisiera tenerlo delante de mi y partirle la cara.
-No me jodas, David.-Suelto con la mandíbula tensa-. No se de que hablas...
-Yo solo aviso- Cuelga.
La sienes me palpita y solo doy para acelerar cuando el semáforo cambia.
La sangre la tengo espesa y me jode, maldita sea, esa maldita mierda no debería por qué importarme, pero el que alguien más éste involucrado por mi culpa con ese jodido imbécil es lo que me fastidia.
¡Joder! Le doy un golpe volante. Mi teléfono vuelve a sonar y lo miro de reojo, al volver al frente una chica cruza la calle sin mirar a los lados y freno de golpe al ver que casi la atropello.
Unos ojos negros bastante conocidos me miran asustado. Miro como cruza la calle a toda velocidad y me termino de cabrear. Le doy otro golpe al volante y aparcó al otro lado de la calle.
Me bajo del vehículo de forma brusca y llego a su lado comenzando a gritar.
-¡¿Estas loca?!-Mi grito la sobresalta y el que John Houston también le grite me hace voltear intrigado haciendo que por alguna razón aquello me moleste-. Podría haberte matado, ¡impertinente!
-Lo siento mucho...-La miro confundido y aprieto la mandíbula al haberle los ojos rojo e hinchado.
Veo como esta dispuesta irse pero él empresario John Houston la toma del brazo. Aprieto los puños inconscientemente. He iba hablar, pero la mirada que le decidió, me calma.
¿Qué diablos estoy pensando?
-Lauren...-Con que se llama Lauren.
-¡He dicho que te pierdas de mi vida!-Maldición ¿Por qué siquiera le dirige la palabra?
-Por favor, escúchame-Miro a mi alrededor y veo como hemos comenzado a llamar la atención.
John Houston intenta agarrarla y ahí es cuando no puedo evitar intervenir.
-Sube al auto.- Demandó. Me observa totalmente confundida.
-¿Qué mierda? ¡No!- Se niega.
-¡Que subas al puto auto te digo!-Le exigó.
Se acerca de manera intimidante y se queda callada por unos breves segundos.
-He dicho que no, ¡Lárgate!- No lo pienso dos veces y la hecho sobre mi hombro.
-¿Qué crees que haces maldito imbécil?¡Bájame!-Comienza a golpear mi espalda repetidas veces, pero no me inmutó. John Houston comienza a insultarme, hago oído sordo y la meto en él carro a la fuerza. Pongo él seguro desde afuera y rodeo él auto para subirme de piloto.
Salgo del lugar y siento su mirada en mi ¿Qué putas hice?
¿Cómo que qué putas hiciste? ¡La tienes en un maldito auto en contra de su voluntad, imbécil!
Y es que había que ser idiota para hacer aquello, pero el que escuché como sorbe por la nariz intentando contener las lagrimas me molesta, y termino llevándola al único sitio que está prohibido para cualquier persona y que ha ella la llevo por pura voluntad propia. «Mi casa».