¡Que Comience el Juego! ★ (Bilogía Juegos de Amor #1)

Capitulo 32

Al despertar, volteo a un lado para ver la hora en el reloj sobre la mesita de noche, son cerca de las diez treinta de la mañana, me quedo unos minutos más en mi cama, pensando o con la mirada fija sin sentido alguno. Luego, después de unos largos minutos, ya despierta en mi totalidad, con pesadez salgo de entre las sabanas y camino hasta el baño.

Hago lo primordial, hacer mis necesidades, lavar mi cara, cepillar mis dientes, peinar un poco mi cabello y al verme fijo al espejo, una sonrisa algo forzada se forma en mis labios. Cabizbaja vuelvo a mi habitación y enciendo el estéreo y coloco algo de música.

La voz de Billie Eilish se adueña de esta habitación y de mi mente, su voz en Everything I Wanted, logra que algo se estruja en mi interior y como una zombie, camino hasta dónde está mi conejo y quito la manta que lo cubre. Este ya está brincando de un lado a otro y luego tomando agua, me inclino a verle y desearía en este momento se cualquier animal que no tiene preocupaciones, ni nada.

Estos días que han pasado han sido tan intrigantes, la situación de Illán no avanza o no quieren hacerla avanzar, lo último que supe por mi hermano es que al parecer ya saldría, pero aun nada, tal parece que hay contradicciones en las declaraciones de los implicados y con esa repentina muerte de uno de los chicos de ese grupo, ahora todos se complica más.

He querido visitarlo, por lo menos dejarle saber que estoy al pendiente de todo, pero estos últimos días han estado tan fuertes en la universidad que me es imposible centrarme en otra cosa que no sean mis actividades. Los días se pasan, exactamente más de una semana y media e Illán sigue metido y nada que nos deje saber que ya pronto estará fuera.

Tomo una bocanada de aire y buscando la comida de mi mascota, le dejo un poco y paso abrir las cortinas de mi habitación, los rayos del sol chocan en mi cara, cierro mis ojos y disfruto de la calidez que me da de lleno en la piel.

La música avanza, el nudo en mi garganta, unas repentinas ganas de gritar, de llorar o de escapar, no lo sé, lo único que sé es que la situación me está pasando factura y no sé cómo diablos lidiar con ello.

La canción termina después de unos minutos, estoy por acercarme a poner otra cosa y la melodía de un piano suena, me quedo en mi lugar, la voz de Tom Odell cantando Heal, no hace más que poner el día más triste que nunca. Mis manos comienzan a temblar de pronto, comienzo a tener un poco de ansiedad, estar de este modo no es lo mío, y sin embargo necesito estar así.

Me agacho, quedando de rodillas sobre la alfombra amplia de mi habitación, con mi mente pensando en él, en Illán, en cómo ha de amanecer un día más en ese lugar, los ojos se me nublan por las lágrimas que se van agolpando una tras otra y que luego comienzan a descender por mis mejillas. De pronto, como un chasquido de dedos, mi llanto brota, y no hay nada que pueda ya calmar este dolor en mi pecho, esta rabia, este coraje, esta culpa, esta angustia.

Me ovillo, lo hago porque no sé qué más hacer, me ovillo y dejo salir todo lo retenido en mi interior, escucho la puerta de mi habitación siendo tocada, alguien me llama, pero yo no tengo fuerzas para responder. Un toque, dos, tres y ya para este punto el desespero con que tocan la puerta es más seguido.

–Lucia, Lucia... –unos brazos me arropan y un susurro de todo está bien logra que suspire de pronto. –Papá está aquí, estoy aquí –y al reaccionar lo único que logro es aferrarme a su brazo y esconder mi rostro entre su mentón y su cuello. –Todo estará bien, todo va a estar bien.

–Mentira –digo con la voz ronca. –Nada está bien, nada lo está –intento que no suene a reproche, pero ya es tarde para eso. –Tú te fuiste, nos dejaste, nada estuvo bien desde ese día –comento y su abrazo es más estrujador. –No debiste irte, papá, no debiste dejar a mamá, ni a mis hermanos, ni a mí.