Prefacio

17.5K 1.4K 471
                                    

No es obligatorio leerlo pero yo como escritora, creo que es conveniente porque pone en situación al lector

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No es obligatorio leerlo pero yo como escritora, creo que es conveniente porque pone en situación al lector. Especialmente si no se lee antes la sinopsis de la novela :-)

En este caso se trata de una conversación previa al primer capítulo. En concreto, unos días antes.

 En concreto, unos días antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Antes:

Estaba tan tranquila desayunando mis deliciosos cereales Cheerios mientras miraba con el móvil la nueva colección de otoño-invierno de las firmas más exclusivas de mis diseñadores favoritos.

—¡Oh! Necesito éste bolso rojo borgoña que, además, iría perfecto con el vestido negro que me compré la semana pasada —exclamo antes de meterme una cuchara llena de cereales crujientes en la boca.

Mi padre, que de normal me acompaña todas las mañanas en los desayunos mientras lee el periódico, hoy no para de abrir cajones y armarios como si estuviese nervioso, revolviéndolo absolutamente todo.

—Esto... Olivia.

—¿Aha? —contesto sin levantar la vista del móvil mientras paso las páginas deslizando el dedo por la pantalla.

—Tenemos que hablar.

Oh no... otra vez no. Cuando mi padre me dice "tenemos que hablar", ya sé por donde me va a salir así que antes de que se ponga pesadito con el tema, decido intervenir.

—Papá, no empieces con las restricciones de las tarjetas de crédito. No puedes reducirme más el saldo mensual disponible. Tengo gastos fijos...

—¡Cállate! —me corta—. No se trata de eso.

Suspiro sinceramente aliviada y dejando caer mis hombros hacia adelante. Éste hombre no entiende todo los gastos necesarios que conlleva tener una hija adolescente de mi edad y a veces se pone terco con el ahorro.

—¿Qué pasa? —pregunto mirándole a los ojos.

Claramente está nervioso, porque acaba de meter un tenedor en su taza de café para remover el azúcar.

—Bueno —empieza rascándose la cabeza—, ya sabes que llevo algunos años de relación con Lia y no sé, en fin... —Hace una breve pausa—. Solo quería decirte que estábamos pendiente de un traslado de oficina y finalmente se lo han concedido. Se muda a Nueva York. Le he propuesto que se venga a vivir con nosotros y... —Hace otra breve pausa para pegar un trago a su café—, me ha dicho que sí.

—¿A esta casa?

De inmediato entro en pánico y no porque Lia vaya a mudarse a nuestra casa, sino por lo que eso implica.

—Sí, claro —responde mi padre observándome atento.

Sé que está esperando mi reacción, porque suelo tener un carácter bastante explosivo cuando algo no me parece bien, pero intento guardar la calma antes de estallar.

—Mientras se mude aquí sola... Porque viene sola, ¿verdad?

Mi padre se atraganta con el café y empieza toser como un poseso. Ese detalle no me da buena espina y sólo puede significar una cosa.

—Tyler también viene —termina sentenciando cuando cesa la tos.

—¡No! —chillo levantándome de la silla y plantándome frente él.

Muevo la boca de forma frenética, intentando encontrar las palabras que no salen de mi garganta. ¡Ese estúpido no puede venir a vivir aquí! ¡Tyler no! ¡Maldita sea, no! me deshice de él hace ya algunos años atrás y no quiero tener que volver a verle la cara a ese petulánte estúpido.

—¿No esperarías que Lia dejase a su hijo en Michigan? —pregunta mi padre sorprendido.

¡Pues sí!

—¿Por qué no? —exclamo levantando las cejas y las manos a la vez—. Quiero decir, ya es mayorcito y no necesita ir bajo las faldas de su mamá. Allí tendrá a sus amigos, familiares, novia o lo que sea que tenga, me da igual.

Sé que estoy hablando como una auténtica grosear, pero él es la última persona que quiero volver a ver en mi vida. Ahora mismo, si me dan a elegir entre vivir el resto de mi vida sin una extremidad o tener que convivir con Tyler bajo el mismo techo, elijo quedarme sin un brazo, una pierna o una oreja.

—Escucha Olivia, ya está bien —me resprende mi padre—. Todo esto ya lo hemos decidido Lia y yo y van a venir aquí los dos a vivir con nosotros. Tyler empezará este año a estudiar en la universidad de Columbia. Es un buen momento para que haga el cambio.

Mi indignación crece como la espuma.

—Sabes perfectamente que no le soporto, Papá. Si viene aquí, me hará la vida imposible.

Sí, a Tyler lo conozco desde que tengo uso de razón. Nuestros padres eran amigos cuando vivíamos en Michigan, pero desde que nos mudamos aquí hace ya cinco años, gracias a Dios, le perdí de vista y debo confesar que creí que sería para siempre.

Ese idiota me hacía la vida imposible y por su culpa siempre me metía en problemas. Uno de sus deportes favoritos cuando éramos pequeños, era meterse conmigo y hacerme rabiar. No recuerdo un solo día que no acabase llorando por su culpa.

—Tampoco creo que eso sea un problema —explica mi padre—. Últimamente no estás nunca en casa, así que tampoco te lo cruzarás mucho. Además, en cinco años habrá cambiado algo, digo yo.

—Eso espero —murmuro disgustada.

No tengo ninguna fe en mis palabras. Sé que en cuanto ponga un pie en esta casa empezará una guerra contra mí.

¡Ay Dios! Mi día ha empeorado como del cielo al infierno.

Necesito hacer algo para distraerme... sí. Necesito urgentemente ir de shopping para no deprimirme con esta desmoralizadora noticia. ¡Ya sé! Iré a comprarme ese vestido rojo tan caro que vi el otro día en la quinta avenida. Eso me animará y, además, me quedará perfecto para la fiesta de este fin de semana.

Necesito que Neal me encuentre espectacular.

Fuera de mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora