44. Repite eso

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Tyler se retira y me ofrece una sonrisa preciosa con los ojos aún brillantes

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Tyler se retira y me ofrece una sonrisa preciosa con los ojos aún brillantes. Dejo que los míos se paseen por su cuerpo musculoso, por su cara enrojecida, por su pelo castaño que resalta aún más su belleza natural...

—Me voy a pegar una ducha rápida, enseguida vuelvo —dice alejándose hacia el cuarto de baño y cerrando la puerta tras de si.

Me quedo en la cama en silencio, rebuscando mentalmente una forma de abordar el tema por el que he venido realmente hasta aquí, aunque no la encuentro. Todo esto que acaba de pasar ha sido especial, maravillosamente especial, pero no puedo ignorar los flecos sueltos que hay en nuestra extraña relación y que nos impiden avanzar, si es que realmente avanzar es una opción en si.

Al fin decido levantarme de la cama para no acabar echando humo por la cabeza de tanto pensar en el tema. Abro la pequeña maleta de Tyler junto a uno de los sofás de cuero y me pongo una camiseta suya de manga corta y de color negro que huele a él. Al vestirme con su camiseta, descubro la maleta de April, que sigue de pie junto a la puerta de la habitación, y no puedo evitar sentir una punzada dolorosa en el corazón. Como una bofetada que me devuelve a la realidad, caigo en la cuenta de que su novia tiene que volver aquí, pues imagino que tiene todas sus pertenencias en esa maleta. Parece que el momento que acabo de vivir con Tyler se hace añicos ante mis ojos y eso duele a rabiar.

Espero sentada en la cama y tras varios minutos, donde mi malestar se va alimentando de mis pensamientos y cavilaciones, Tyler sale del baño con una toalla blanca envuelta en su cintura y se acerca a su maleta para vestirse. Al quitarse la toalla, suspiro con pesar al darme cuenta de que nunca voy a superar la impresión de verlo desnudo ante mí.

—Estrellita brava, que callada estás —dice casi en un susurro mientras se coloca un pantalón largo de algodón. Siento que puede oler mi incomodidad como un tiburón huele la sangre a kilómetros de distancia en mar abierto. Yo no puedo apartar mis ojos de esa dichosa maleta dorada de April junto a la puerta. Una puñetera maleta, un simple objeto de plástico con cremallera y ruedas, pero que marca el punto de la discordia entre los dos.

—Tenemos que hablar, Tyler.

Él mira en la misma dirección que lo hago yo y emite un suspiro pesado, que no hace más que confirmar que ya sabe a lo que me refiero. Sí, ha visto la maleta...

—Escucha Olivia, sé lo que estás pensando y...

—No, no lo sabes —lo interrumpo—. No te haces una ligera idea ni de lo que estoy pensando, ni de lo que estoy sintiendo.

No me están gustando los celos que estoy experimentando, pero no puedo evitar sentirlos y menos después de lo que acaba de suceder. Sólo de pensar que April es su novia, de que seguramente se habrá acostado con ella y que habrá hecho con ella las mismas cosas que ha hecho conmigo, se me revuelve el estómago.

—Pues créeme que si me hago una idea porque yo me siento exactamente igual —dice, mientras se mete las manos en los bolsillos del pantalón.

Su frente se arruga y ese es un claro indicador de que está empezando a molestarse.

Fuera de mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora