34. Te regalo una verdad

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Salgo corriendo del local y abro la pesada y robusta puerta de cristal que da a una fría y transitada calle de Nueva York

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Salgo corriendo del local y abro la pesada y robusta puerta de cristal que da a una fría y transitada calle de Nueva York.

—¡Tyler! —grito desesperada. ¿Dónde rayos se ha metido? Si he salido justo detrás de él. Bajo los pocos escalones que hay hasta la acera y me sujeto a una farola próxima a mí—. ¡Tyler!

Mucha gente transita las calles a esta hora y me es imposible divisarlo entre la multitud y la oscuridad de la noche. Vuelvo a gritar su nombre y la gente empieza a mirarme como si estuviese loca.

 Vuelvo a gritar su nombre y la gente empieza a mirarme como si estuviese loca

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¡Mierda! No hay rastro de él. Veo el coche de Jess aparcado en la acerca.

—¡Las llaves! —grito entrando a toda velocidad otra vez al interior del local.

Cruzo la pista de baile como una flecha hasta que encuentro a Jess bailando una canción lenta con Brendan. Los dos están muy pegados, y mi amiga tiene rodeado el cuello de su chico con sus manos, mientras se balancean con el vaivén de la canción.

—Jess —carraspeo para aclararme la garganta tras la pequeña carrera—, necesito las llaves de tu coche.

Los dos se separan y me miran confusos.

—Claro—dice mi amiga—. ¿Para qué?

Le señalo la gran puerta de cristal con cara de «¿tú qué crees?», y omito el hecho de que Tyler se acaba de marchar por ahí.

—Date prisa, por favor. Debo ir a por lo que es mío y echarle cara.

Brendan frunce el ceño y Jess levanta las cejas.

—¿Qué? —preguntan los dos a la vez.

—¡Tyler! Se ha marchado de la fiesta y voy a ir a buscarlo.

—¿Qué se ha marchado? —se interesa Jess mirando en todas las direcciones como si no me creyese lo que le acabo de decir.

—Sí, me vio con Neal y se fue.

—¡¿Neal está aquí?!

—Jess, ¿me puedes dar las puñeteras llaves de una vez? —me desespero.

Fuera de mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora