El vuelo de Paris a Lyon ha durado exactamente una hora y cinco minutos, pero a mí lo que me sorprende es lo rápido que se ha dormido Tyler tras tomarse una pastillita de valeriana y pasiflora. Antes de que llegase a despegar el avión, ya estaba hundido en el asiento de mi lado y con la boca entreabierta, dormido como un bebé en el regazo de su madre.
Cuando llegamos al aeropuerto de destino, nos subimos a un taxi mientras que Tyler habla en francés por teléfono con sus abuelos para avisarles de que ya estamos llegando. Tengo que reconocer que escucharle hablar en este idioma tiene hasta un toque sensual y excitante. Puede que la próxima vez que hagamos el amor, le pida que me hable un poco en francés. ¿Cómo sonará una grosería en francés? Tiene que sonar bien bello. Sonrío ante mi ocurrencia y Tyler, que permanece sentado a mi lado en el taxi y con el teléfono pegado a la oreja, me mira de reojo y me devuelve una sonrisa sin entender lo que me causa tanta gracia. Si él supiera...
Nos alejamos de la ciudad y nos adentramos en una zona más tranquila, hasta llegar a una urbanización con vigilancia en su entrada. Pasamos junto a unas pistas de tenis, un club social y finalmente el taxi estaciona frente a una enorme casa de ladrillo rojo, cubierta de hiedra y con muchos árboles sin hojas en la entrada. Supongo que en primavera debe ser un espectáculo ver todos esos árboles florecidos y llenos de vida y color, pero ahora lucen un tanto tétricos y oscuros. El sol brilla sobre nuestras cabezas, pese a que sus rayos no calientan pues estamos a finales del invierno. Tyler le paga al taxista y yo aprovecho para bajarme y descargar las maletas del maletero.
Hubiese preferido ir a un hotel, pero Tyler me dijo que cuando avisó a sus abuelos de nuestra breve visita, estos se empeñaron en que nos quedásemos en su casa a dormir y que bajo ningún concepto iban a permitir que durmiésemos en otro sitio. Esto me incomoda bastante porque yo prefiero estar a solas con él y nadie más. Para unos días que tenemos...
Cuando el taxista se va, me quedo mirando a mi chico cuyos ojos verdes observaban la casa con un brillo de curiosidad.
—¿Has estado aquí antes? —pregunto enarcando las cejas. Lo cierto es que no se lo he preguntado antes.
—Sí —hace una pausa—. Aunque era muy pequeño como para acordarme.
Juntos, avanzamos hasta la puerta principal de la casa y al tocar el timbre, se escucha al otro lado el ladrido de un perro de raza pequeña que corre avisando a los dueños de que hay visita. A los pocos segundos se escuchan unos pasos, la puerta se abre y por ella se asoma una señora de pelo blanco y corto, con un vestido negro, un delantal de flores, unas gafas de pasta que le dan cierto aire intelectual y los ojos llenos de emoción al ver al chico que tengo a mi lado.
—¡Mon Dieu! ¡Mon enfant! —exclama la mujer con los ojos desorbitados y abalanzándose sobre Tyler.
Parece que se alegra mucho de volver a ver a su nieto y no puedo evitar sonreír por ello. Debe ser bonito reencontrarte con un familiar después de tanto tiempo. Ahora mismo me siento como cuando veo esos programas de la tele donde familiares que estaban distanciados, reñidos u olvidados, se reencuentran tras muchos años y todo el público acaba llorando de la emoción.
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Fuera de mi camino
Romance(LIBRO 1) ¿Qué sucede cuándo pones todo tu empeño y esfuerzo en detestar y despreciar a un chico que te hace la vida imposible? ¿Qué sucede si para colmo viene a tu vida para quedarse y te toca vivir bajo el mismo techo que él? Pues que un día te pu...