9. Una noche de errores II

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Con la autoestima a tres metros bajo el suelo, me voy directa a la cocina para beberme ese trago que mi estado de ánimo exige a gritos

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Con la autoestima a tres metros bajo el suelo, me voy directa a la cocina para beberme ese trago que mi estado de ánimo exige a gritos. Al pasar por el umbral de la puerta, me encuentro a un chico tumbado sobre la encimera, con un embudo en la boca y varios estudiantes gritando al unísono "bebe, bebe, bebe", mientras que una chica, vacía una botella de líquido azul por la abertura del utensilio. Me fijo en todos ellos y me doy cuenta de que no conozco a nadie. ¿Esta gente va a mi instituto? Una mano rodea mi muñeca y al girarme me encuentro a Jessi con los ojos abiertos como platos. Su cara desencajada es todo un poema. Parece que haya visto un fantasma.

—Jess, menos mal que apareces. No sabes lo que me ha pasado—lloriqueo con voz lastimera.

—Luego me lo cuentas Oli. Tienes que ver esto—me corta ella tirando de mi brazo.

Quiero protestar, pero mi amiga tira de mí con una fuerza exagerada, sacándome de la cocina de un tirón.

—Oye, si lo que tengo que ver es a Neal besando a Sam, te ruego que me ahorres el mal trago.

—¿Sam? ¿Está aquí?—pregunta extrañada y  frenando sus pasos de golpe para mirarme a los ojos.

Asiento torciendo la boca y suspirando con fastidio.

—Para mi desgracia, sí.

—Bueno da igual, luego me lo cuentas—dice volviendo a tirar de mí para que la siga.

No puedo evitar sentirme confusa ante su reacción. Mi amiga siempre quiere cotilleos frescos y que me ignore así me pone en alerta. Cruzamos el salón a toda velocidad y cuando llegamos al recibidor, me encuentro a un tío disfrazado con un vestido azul y una peluca rubia, bailando algo así como break dance y con un corro de gente animándole con aplausos y vítores. Lo cierto es que el chico baila muy bien, pero el disfraz le desmerece por completo.

—Genial, tenemos un bailarín y drag queen en la fiesta —me apresuro a decir, girando mi cuerpo para volver a la cocina y retomar mis intenciones de beber algo fuerte.

—¡No joder! —protesta Jessi sujetándome por los hombros, para que me vuelva a girar hacia el bailarín—. Fíjate bien en el chico.

Agudizo la vista y me quedo extrañada. Con sorpresa me llevo una mano a la boca. ¿Cómo es posible que no le hubiese reconocido? A este bailarín le conozco demasiado bien.

  —¿Tyler?

¡Pero si lleva puesto mi disfraz! El vestido azul, es mi disfraz de Elsa completamente destrozado porque al quedarle claramente pequeño, ha reventado la cremallera por la espalda y lleva todas las transparencias rasgadas y colgando como si fuesen trapos. Giro la cabeza para mirar a mi amiga y me la encuentro observándole con ojos soñadores, cuando en realidad la escena ante nosotras es totalmente surrealista. Definitivamente voy a tener que pedirle cita al psicólogo porque Jessi necesita una evaluación profesional. Esto ya no me parece ni medio normal.

Fuera de mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora