57. No puedes hacerme esto

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Apoyo todo el peso de mi cuerpo en el marco de la puerta porque nunca me había sentido tan débil y angustiada

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Apoyo todo el peso de mi cuerpo en el marco de la puerta porque nunca me había sentido tan débil y angustiada. Quiero hablar, aunque no sé ni qué decir, y me quedo con la boca abierta y las palabras atascadas en el fondo de mi garganta.

Mis ojos recorren tan velozmente la estancia que hasta siento un pequeño mareo al hacerlo.

Estanterías... vacías.

Mesa... vacía.

Armario... vacío.

Todo está completamente vacío... tanto como mi alma en este instante. Un escalofrío recorre mi cuerpo haciéndome estremecer por el impacto de la situación que me llega como una bofetada abrupta en medio de un sueño tranquilo y placentero.

Dos grandes maletas están junto al escritorio y Tyler permanece de pie a los pies de la cama, guardando las últimas pertenencias en una mochila marrón. Me limito a observarle durante unos segundos, todavía sorprendida y tratando de comprender la situación, o más bien, tratando de entender lo que hace.

¿Se marcha? ¿Por qué no me ha dicho nada? ¿A dónde se va? No puede irse. ¿Será algo temporal? Igual se va de viaje, pero entonces, ¿por qué lo ha recogido absolutamente todo?

Es curiosos como a veces, nuestra propia razón nos bloquea la dolorosa verdad e impide que esta emerja a un estado de conciencia. Es tremendamente curioso como a veces, nos empecinamos en no querer creer en lo evidente, y como buscamos encontrar una alternativa menos dolorosa o una verdad más soportable que podamos aceptar.

Quiero hablar, de verdad que quiero reaccionar, pero no puedo. Estoy literalmente asustada y confundida. Juro que de camino aquí, cuando iba en el coche con mi padre y con Lia, he pensado en muchas cosas que quería decirle, en todo lo que quería hablar con él. Palabras que anoche se quedaron en el aire, pero que ahora que estoy aquí, se esfuman como el vapor de agua.

Si él se va, si se aleja de mí, nada tendrá solución, nada tendrá sentido ya. Sólo de pensarlo puedo sentir como el dolor de abre paso en mi interior con la fuerza de un tsunami que lo arrasa todo a su paso.

Tyler se vuelve lenta y tortuosamente hacia mí y nos quedamos mirándonos fijamente el uno al otro durante un tiempo indeterminado. Sus fosas nasales se dilatan al verme y el temor a esa cruda verdad se hace cada vez más palpable en mi sistema. Nunca había visto el rastro de tantos sentimientos simultáneos en sus ojos verdes, pero una cosa puedo decir con absoluta seguridad... ninguno de todos esos sentimientos que proyectan sus ojos en este momento son buenos. Veo enfado, molestia, rabia, indignación, frustración y puede que, hasta asco, no lo sé.

Me evalúa en silencio durante varios segundos y después sacude la cabeza levemente. Tiene los ojos hinchados, unas ojeras horribles y el gesto torcido como el metal a punto de fundirse.

Dolor... ¿había dicho que también hay dolor en su expresión? ¿No? Pues lo confirmo ahora, hay dolor en sus ojos, pero no es un dolor cualquiera, no. Es un dolor profundo, amargo y denso.

Fuera de mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora