Capítulo 8.

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Diamantes oscuros.
Capítulo 8.

Giré mis pulgares sobre el mango del asiento. Mi extraño llevaba dentro dos horas y yo me moría de ganas de saber lo que me esperaba. Miré nerviosa a mi derecha y me encontré con un grupo de chicos de mi edad, ellos caminaban y charlaban con entusiasmo sobre algo. 
-Hora de irnos.- me dijo y yo volví mi vista. Lo guapo que era…
-Sí, bien.- sonreí y me levanté. 
Caminamos y a nuestra vista quedaba el precioso campo de golf, todo verde y sin algún rastro de mal tiempo. Respiré el aire fresco que habitaba aquí, y mi extraño seguía caminando sin importar que yo estuviese disfrutando de la serenidad del lugar. 
-¿Qué haremos ahora?- pregunté, intentando seguirle el paso. Este hombre caminaba más rápido que la velocidad de la luz.
-Vamos a conocer tu recamara.- siseó y siguió avanzando.
-¿Y por qué tienes tanta prisa, hombre?- pregunté con gracia- No son ni las once del día, y este lugar es precioso. 
-Luna, yo tengo una empresa que dirigir. Tú puedes quedarte a admirar la belleza de un simple campo de golf.- contestó.
¡Y una mierda!
-¡Bien!- caminé más rápido, rebasándolo. Yo no iba a ser la culpable de que llegara tarde a salvarle la vida a miles de personas en problemas.
-Detente.
-¡Date prisa!
-Luna, detente de inmediato.- su tono había cambiado a duro y a mí me importó poco. 
En mi lucha por seguir con mi orgullo al tope, miré una enorme casa. Su tonalidad era blanca y podía decir que impecable. Sus ventanas eran a madera fina y todo su exterior lucía impecable. En la puerta yacía un letrero elegante que dejaba mostrar las doradas palabras: Alpha Gamma Delta (ΑΓΔ).
-Esta es tu hermandad.- gruñó a mi lado. No me di cuenta de que me había alcanzado, pero yo miraba la imponente hermandad.
No había forma en el inferno de que yo estuviese ahí hace unos días.
-¿Seguro?- pregunté.
-Luna, no voy a mentirte sobre eso- movió la cabeza en dirección a la puerta-. Entra.
Caminé a su lado y toqué el pequeño timbre blanco. Esperé un momento y mi extraño probablemente seguía molesto, así que le di una corta mirada de reojo y él me miraba sin temer que lo atrapara en el acto.
La puerta se abrió.
-Uhm, ¿hola?- habló una chica rubia. La miré rápidamente y me di cuenta de que no sería bienvenida. 
-Hola- le tendí mi mano-, soy Luna.- sonreí. Diablos, sus pequeños ojos azules me decían que tendría problemas, problemas grandes.
-Ya veo…- siseó sin aceptar mi mano. La bajé.
-Escú…
-Es Luna Beaulieu, y te agradecería enormemente que le muestres su habitación.- habló detrás de mí con gran erotismo, y yo me quedé estupefacta por la chulería que tenía este hombre. La rubia engreída abandonó mi rostro, para quedarse babeando debido al de mi extraño. 
-Claro, pasen- se hizo a un lado y me dejó pasar. Entré y miré cómo ella tendió su mano a mi extraño, dejándole ver una blanca sonrisa, él la acepto, sonriendo a medias. 
¡Y aun así era irresistible como el infierno!
-Voy a buscarte en la lista.- caminó sin prisa hasta una habitación, que seguramente era alguna clase de oficina.
Me crucé de brazos, mirando todo a mi alrededor y ya estaba comenzando a arrepentirme de estar aquí. Mi antigua universidad era buena, no era la gloria en estructura, pero era buena. 
-¿Estás bien?- preguntó tocando mi hombro. Asentí.
-De acuerdo, Beau Luna, ¿cierto?- habló.
-Sí.
-Tu habitación es la seis. Ya te enviaremos el reglamento y tu uniforme- sonrió con falsedad- ¡Bienvenida a Alpha Gamma Delta!
-Gracias.- contesté igual.
Comencé a caminar y él venía detrás de mí. Las escaleras estaban impecablemente blancas. Estas estaban en medio de dos pasillos, y miré el orden de las habitaciones: en la derecha desde el 1 al 8, y en la izquierda del 9 al 16.
Caminé a la derecha y me encontré con algunas puertas abiertas y finalmente llegué a la habitación número seis. Giré el pestillo y entré. Era enorme y tenía tres camas vestidas en sábanas doradas. De cada lado había un pequeño escritorio, un cesto de basura y un enorme armario. Era increíble. 
-Esto es increíble -acepté y un nudo en mi garganta se formó. Yo había pensado que ya no tendría oportunidad de estudiar jamás, y ahora estaba aquí, en una de las mejores universidades-, gracias.
-Oh, Luna- sonrió y me dejó admirar su blanquísima y perfecta sonrisa -, disfrútalo.
-Lo haré, en verdad.- sonreí como pequeña y él se rio ligeramente.
-¿Cuál cama quieres?- preguntó.
-La de en medio.- contesté y él depositó la maleta sobre la cama. 
-Alístate y te esperaré abajo, estoy famélico.
-¿No tienes que ir a tu trabajo?
-No por ahora.- sonrió.

Un riquísimo olor a café recién hecho llenaba mis fosas nasales, y veía a parejas entrando y saliendo del lujoso café. 
-Está riquísimo.- hablé feliz.
-Qué agradable noticia, Luna –meneó suavemente la cuchara en el café y luego la colocó sobre el pequeño plato de base -. Dime, ¿qué hay de tu familia?- preguntó mientras daba un pequeño sorbo.
-No hay mucho que decir- me encogí de hombros-, mis padres murieron debido a un problema en la compañía que estaban, nunca supe realmente qué pasó.- intenté recordar, pero el dolor era más grande.
-Te comprendo, ¿tienes hermanos?- preguntó dudoso.
-Ninguno.- negué.
-Correcto, ¿quieres algo más?- preguntó mirando mi plato casi vacío. 
-No, gracias. Deberías irte ya, ya son las cuatro.- me entristeció lo rápido que pasaba el tiempo y lo mucho que disfrutaba tener un poco de él.
Pagó y salimos del local, abrió la puerta para que pudiese pasar y me sentí feliz de pasar mi día a su lado. Tomó mi mano y caminamos algunas cuadras, hablaba sobre lo feliz que era con su trabajo y que tenía muchas cosas que lo hacía sentirse bien. Su léxico era tan apropiado y sensual que temí estar con los ojos abiertos y sin respirar. Su cuerpo era tan perfecto y sus manos eran grandes, fuertes y suaves a la vez, yo definitivamente podría acostumbrarme a sostenerlas un largo tiempo. 
Parecía relajado y hablador, no parecía nada de lo que es cuando está molesto y me fascino verlo así. Era demasiado joven como para vivir con tantas preocupaciones problemas.
-Veinticuatro años, ¿no es así?- pregunté.
-Así es, veinticuatro años.- sonrió.
-Tenemos casi la misma edad, extraño. 
-La tenemos.- asintió.
-Tu trabajo, tu vida, tu forma de vestir y hablar, pareces más grande.- me detuve a mirarle el rostro, y ninguna arruga se asomaba. ¡Luna, por Dios, tiene veinticuatro años, no cincuenta!
-El trabajo te hace envejecer, y más uno como este, pero me agrada, Luna.
-Hay cosas que te hacen ser más joven -hablé-, mírate ahorita; eres muy joven y relajado, podrías sentirte así siempre. 
-Definitivamente hay cosas que me hacen sentir más joven, te lo puedo jurar.- rio y la curiosidad me arropó.
-¿Qué es?- mi tono esperaba que respondiera sincero y que no terminara cerrándose como siempre. En algún local cercano se escuchaba la canción “It’s time” de Imagine Dragons, perfecto para mi momento de gloria.
-Una señorita que no sabe el significado del silencio, cuya sonrisa es la más bonita que he visto, y voy a besarla, porque besarla me hace sentir joven y ardiente como el infierno. 
Respira, Luna… ¡Respira!
Soltó mi mano y tomó mi cintura con ambas, dejándome perpleja y sin ningún movimiento que hacer. Sus ojos ardían sobre los míos y se posaron rápidamente sobre mis labios. Lo quería besar ahora mismo. Y Dios sabe que me estaba conteniendo. Sonrió y su cabeza hizo un movimiento ligero hacia atrás, seguía riéndose sin ningún motivo, y tal vez era por lo estúpida que estaba viéndome, pero no me importaba en absoluto. Lo quería, y lo quería ya. 
-No juegues conmigo.- dije fuerte y su risa se paró, me encaró nuevamente y lo jalé hasta mi rostro, dejándole claro que yo también podía besarlo cuando quisiera. Aplasté mis ardientes labios sobre los suyos y me abracé a su cuello. Él estaba claramente confundido por mi arrebato frente a toda la gente, pero enseguida siguió mi beso y me hizo sentir loca, me hizo sentir especial. 
-Me gustas, Luna Beaulieu. Me gustas mucho.

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