Capítulo 15.

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Diamantes oscuros.

Capítulo 15.

Me gusta pensar en lo hermoso de dormir ocho horas. En lo que es despertar dispuesto para un día lleno de trabajo y clases, y más, estar completamente listo para ello. Abrir los ojos y estirarte con emoción.

Pero no, no era mi tipo de vida.

-¡Tienes diez minutos para poner tú trasero en clase matemáticas!- gritó Shelby.

-¡¿Diez?!- Me levanté despavorida por el grito tan cerca- En diez minutos no me da tiempo ni de bañarme, ¡ayúdame!- grité, mientras corría al baño.

-¡Claro que voy a ayudarte!- gritó con sarcasmo- No habría cosa más rara que yo ayudándote a tomar una ducha.- Dijo y cerró la puerta, ella llegaría temprano.

*** 

-Saquen sus materiales- habló el profesor Harrison-, necesito que muestren todo lo que se les ha enseñado, chicas, este último semestre es vital para ustedes. Pronto estarán firmando contratos con marcas enormes y verán que valió la pena no dormir por días enteros. Van a tomar una foto, la que ustedes deseen, con la temática que deseen y van a recurrir a los chicos de fotografía para que sean ellos quienes las tomen, así no tendrán problemas de calidad. Pero chicas, las tres fotos ganadoras, tendrán una sesión con “L'Oréal Paris”.

Wow.

-¡Asombroso!- gritó alguna de mis compañeras. Un montón de murmullos se escucharon en el aula y el profesor dio una palmada en señal de que era suficiente. 

-No se les olvide que esta marca está en el top de prestigio internacional, ustedes de verdad necesitan una oportunidad de esas. No desaprovechen cada oportunidad que tengan aquí, así tengan que irrumpir con los planes de los demás. Esta carrera no es un maldito juego.

Y vaya que ya lo había notado. Aquí debías estar siempre al pendiente de las tendencias, y de que nadie fuera a intentar quitarte de tu lugar, o estabas fuera. Yo miraba cómo las chicas de aquí eran tan delgadas que daba miedo, no comían más que una pequeña porción de lechuga y café, y eso era todo. Y estaba tan asustada de no poder llegar a los estándares de la sociedad, que me ejercitaba muchísimo. Mi cuerpo no era precisamente plano, creo que fui una de esas chicas a las que Dios les dio un buen acto de gracia y les regaló un poco de curvas en los lugares correctos. Y era feliz con ello, porque no era la chica más malditamente alta, pero supongo que tenía lo mío. 

Abrí mi estuche de maquillaje y comencé a hacer lo mío, porque con los años que llevaba en la universidad, tenía más que claro lo que debía aprender, y eso conllevaba un montón de dibujos, maquillaje artístico profesional, estilismo, modales, poses y porte perfeccionado. Y yo iba a ganar esa maldita sesión con L'Oréal, sí o sí. 

O al menos lo iba a intentar, ¿vale?

Tomé mi cuaderno y de mi bolso, cogí el primer bolígrafo que encontré. 

Un montón de ideas venían a mi mente, y miraba a mí alrededor, la mayoría de las chicas estaban recreando peinados, algunas apuntaban cosas sencillas y volvían a su espejo a probar estilos. Yo intentaba concentrarme en lo principal; la temática.

Luces pálidas en tonos morados, blancos y rosas vinieron a mí, con telas transparentes y blancas, un cuarto blanco y ahumado. Y encontraba mi maquillaje neutral en sombras y apagado en los labios, en un perfecto y elegante nude. Bien, esto debía funcionar. 

Después de un rato de batallar con las ideas y los increíbles estilos que mis compañeras recreaban, tomé mis cosas y me dirigí a la cafetería, y ya sabía justo lo que haría. Y me alegró como a un niño lo alegra navidad.

Diamantes oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora