La claridad iluminaba el suelo bajo mis pies a medida en la que caminaba con seguridad por los anchos pasillos de la oficina. Tomé un poco de aire de forma pensativa mientras observaba a todos mis compañeros a lo largo del camino. Lucían felices, emocionados y llenos de confianza. Los cuchicheos habían aumentado luego de la revolucionaria noticia donde informaban que el dueño de los Hoteles Russo estaría en nuestro territorio. La meta para ellos era que aceptara. ¿Mi meta? ¡Que se largara! Sencillo.
Entrar a trabajar a Publicidad Romanov hace cuatro años había significado un nuevo y agigantado paso en mi vida. Todos me conocían, platicaban conmigo, siempre tenían una sonrisa. Aunque solo operaba en el departamento de coordinación, siempre había aspirado a ser mucho más. Había estudiado gerencia, adquirí grandes conocimientos que deseaba poner en práctica pero al final había optado por la empresa que me había ofrecido la primera oportunidad de empleo y un nuevo reto.
Sostuve la puerta de la pequeña sala de conferencias con indecisión, baje la mirada con lentitud hasta la carpeta profesional entre mis manos y apreté los labios. Los latidos de mi corazón eran lentos, pero firmes. Cerré los párpados y sintiendo como el repiqueteo de unos tacones se acercaban, me asegure de parpadear varias veces y giré sobre mis talones con curiosidad.
—¿Lista? ¡Tenemos que preparar la sala de conferencias y falta poco menos de una hora para que llegue!—Jessica me sonrió con alegría, acercándose lo suficiente como para abrir la puerta para darnos paso hacia el interior de aquel tan moderno cuarto de reunión.
—¿Estas segura de que tenemos que estar aquí? ¡Normalmente quien se encarga de todo este trámite es Agatah en representación del señor Romanov! ¿Nosotras que vamos a hacer aquí?— comenté, dejando los documentos sobre la pulcra mesa situada en el centro.
Mi compañera subió sus cejas, medio arqueando la cabeza de lado sin dejar de prestarme suma atención en silencio.
—Intentaremos convencerle para que firme el contrato. Él aceptó las condiciones por una llamada telefónica pero hasta que el contrato no esté firmado no es un negocio que podamos comenzar.—aclaró al instante.— Además, ya que lo conoces... se nos puede hacer más fácil.—
—¿Te quieres lucir frente a Agatah?—pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho al tomar estatura en mis tacones de oficina.
—Bueno... la realidad es que no seré yo quien se luzca frente a ella.—su murmullo, y aquella mirada cómplice me hicieron fruncir el ceño dejando caer los brazos.
—El señor Romanov fue el que pidió que estuviera en la reunión, ¿cierto?—solté un suspiro y acomodando mi cabello en un rápido gesto, mordí mis labios.
—Sabes que él confía ciegamente en ti, Marcella. A lo mejor Agatah no te quiera ni ver, pero su padre te estima mucho, tienes muy buena relación con todos los empleados, le has brindado ayuda infinidades de veces... eres más su secretaria y mano derecha que cualquier otra cosa en esta oficina.— en su rostro se formaron algunas muecas mientras con seguridad se acercó a dejar las carpetas pertinentes en cada puesto disponible.
Julián Romanov se convirtió en la primera persona que creyó en mi capacidad. Un señor que con su porte y su elegancia era mucho más que un simple jefe para sus empleados. En más de una ocasión lo escuché darme las gracias por el buen vínculo que había formado entre él y sus empleados, más yo no había hecho nada diferente a lo que hicieron todos mis compañeros... darle una oportunidad y confiar en la persona que nos guiaría como un equipo de trabajo.
Asentí una sola vez, acercándome a un compacto carrito el cual tenía varios vasos de cristal y una enorme jarra del mismo material, llena de agua fría. Serví en los diferentes puestos un pequeño vaso y escasos minutos después, acomode el proyector mientras el ambiente comenzó a ser más fresco. El IPhone vibró en el bolsillo de mi pantalón, llamando mi atención. Busqué con curiosidad y leyendo el nuevo mensaje de texto, abrí la aplicación en la pantalla.
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...