Correr, eso era todo lo que quería. Sentir como con el pasar de los segundos la adrenalina, el cansancio, el coraje y la descarga física quemaban todos y cada uno de mis pensamientos.
Había llegado con aquel ferviente deseo al gimnasio luego de un ajetreado día de trabajo, como era usual. Después de una semana aún tenía presente el rostro de Diego Russo y Agatah Romanova mientras se amenazaban, juraban destruirse y poco después de sus palabras simplemente sonreían. Además, el recuerdo de la mirada penetrante del guardaespaldas cuando me vio junto a Ben y el leve asentimiento que brindó en mi dirección a modo de saludo para luego desaparecer en la pequeña caja de metal. Todavía me preguntaba si él sabía que yo había escuchado, sí sabía... que había visto a Diego Russo y a su más reciente amante.
Sentía el sudor bajar por mi rostro, la pesadez de mis piernas al caer con fuerza en la correa de la trotadora luego de interminables minutos. La música retumbaba en mis oídos, pero no era capaz de escuchar, sentía que me faltaba el aire, pero ansiaba con todas mis fuerzas continuar con el ritmo de aquella carrera. La necesidad de regresar el tiempo, de olvidar, de no ser nadie. El asfixiante apuro de querer estar junto a Alex, sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, escuchar sus palabras y verlo sonreír. Según me había contado, luego de su corto viaje a Milán, separarse de Madilena cada vez era más duro. Verla sufrir, escucharla llorar y no poder hacer nada más por ella le estaba volviendo loco.
Me sentía impotente, sucia. Y mientras, en la oficina, ser evaluada constantemente por la mirada avispada de Agatah y fingir que no sabía nada sobre la situación en la que me encontraba era demasiado complicado y estresante. No sabía cómo confesarle aquello a Alex sin causarle dolor, no sabía cómo decirle que su padre mantiene una relación abusiva con la hija de Julián Romanov mientras Leonor, su madre, sufría en algún rincón de Italia. Guardar silencio era un error, lo sabía... pero, ¿cómo confesar algo como aquello? Sin mencionar que todavia habia un punto muy importante de la historia al que no le encontraba lógica. ¿Por qué razón Diego Russo intenta vigilarme?
Me detuve, lentamente, quitando los audífonos de mis oídos con coraje mientras observaba a mi alrededor sin especial atención sobre todas las personas que allí se encontraban. Sequé el sudor de mi rostro con una diminuta toalla y asegurándome de tomar un trago de agua, humedecí mis labios y mi garganta seca para reducir la ansiedad.
—¡Logan! ¡Dichosos los ojos que te ven!—
Giré el rostro con rapidez, viendo cómo el dueño del lugar se acercaba a mi amigo y le saludaba con un fuerte apretón y un abrazo. Estaba consciente sobre el hecho de que Robert lo consideraba como su hijo, aquel que no ha tenido, el orgullo se le notaba a largos kilómetros de distancia. Mis labios no pudieron evitar hacer una mueca ante mis pensamientos. ¿Todavía lo podía llamar de aquella manera? ¿Amigo? Logan era el chico popular dentro de aquel lujoso edificio, todos parecían realmente emocionados con solo verlo y poder saludarlo, sucedía lo mismo conmigo... solo por ser prácticamente su sombra durante todos estos años me habían tomado cariño, no bromeaba al decir que Logan era el tipo de chico que te iluminaba con su buena vibra, sus amigos eran tus amigos y así de sencillo fue como poco a poco logró quitar toda la rabia y la tristeza con la que había llegado a conocerlo.
—¿Cómo estás?—el viejo hombre, con su voz gruesa, insistió con mucho ánimo mientras Logan le sonreía, contestándole en leves murmullos, y yo intentaba disimular mientras escuchaba la conversación.— Tus hermanos han estado por aquí últimamente, dicen que quieren impresionar a una chica.—
—Tengo la leve sospecha de que esa chica es mi madre, los obligó a anotarse.—aguantando una carcajada, miró a su alrededor, chocando con mi mirada al tiempo en el que su gesto se neutralizaba. ¿Qué significaba aquella mirada?
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...