Capítulo 43

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Caminé, de un lado hacia el otro mientras mordía mis labios y frotaba las manos, impaciente y llena de nervios. Aquella mañana, habíamos optado por viajar en auto hasta Milan desde muy temprano en la mañana. Alessandro Moretti nos esperaba pacientemente en su oficina para hablar sobre toda la situación, que para sorpresa de la gran mayoría de nosotros, no se había podido controlar en ningún aspecto.

—Marcella, ¿podrías tomar asiento? Harás un hoyo en el suelo.—

Caterina se quejó, sentada en uno de los dos asientos disponibles frente al impecable escritorio de su colega. Leía una revista de moda, y casualmente aquel día llevaba su cabello en una alta cola de caballo. Su rostro lucia levemente maquillado, intentando cubrir de alguna manera las ojeras que reposaban bajo sus ojos. Había recostado la espalda del asiento y escuchando como mis tacones hacían eco, de manera constante, dejó caer los brazos, desesperada.

—¡Lo siento! No puedo quedarme sentada en esa silla como si no estuviera pasando nada. No vinimos a tomar el té.—contesté, deteniéndome de repente mientras jugaba con mis dedos por el nerviosismo.

—Se ha lo que te refieres... pero no ocurrirá nada malo. Solo... toma asiento, ahora.—viendo cómo subía las cejas al mirarme, solté el aire con fastidio y tomé asiento a su lado.—Mucho mejor.—aseguró, volviendo a abrir la revista frente a su rostro.

Escuché el sonido del aire caliente viajar a través de los ductos de la ventilación, el ligero ruido de las hojas de la revista al ser hojeadas y hasta la suavidad de mi respiración. Mis ojos vagaron poco a poco alrededor de aquella oficina, y mirando a través de la enorme ventana junto a nosotras, observé cómo la lluvia continuaba cayendo con fuerza. En el exterior hacia mucho frío, las temperaturas eran bajas en esta época del año.

—¿Crees que podremos quedarnos con la custodia de Madilena?—pregunté, luego de un pequeño instante en silencio.

—No sé que tan grave está el caso en estos momentos... pero si el juez no ha emitido ningún veredicto entiendo que aún tenemos tiempo.—murmuró, igual de decaída que hace unos días.

—De acuerdo.—

Girando el rostro hasta observar hacia el enorme librero tras el escritorio, pude fijarme en algunos libros de tapa gruesa, unas plantas en pequeños envases y algunos marcos con varías fotos esparcidas por lo largo y ancho de aquel mueble. La enorme silla giratoria donde supuse se sentaba aquel abogado daba la impresión de ser muy cómoda, de un color negro. Pero lo que realmente llamo mi atención, fue un pequeño portarretratos donde salía una chica que yo conocía muy bien, con su cabello rizado y aquellos ojos verdes muy parecidos a los de su hermano. Agudice la mirada, achicando los párpados, girando nuevamente hacia la chica sentada junto a mi.

—¿Conoces a Alessandro Moretti hace mucho tiempo?—pregunté en un murmullo, subiendo las cejas un tanto curiosa.

—Hace algunos años. ¿Por qué la pregunta?—mi amiga pareció desinteresada, y en el momento en el que sus ojos chocaron con los míos, señalé hacia la foto que reposaba con comodidad junto a una de las plantas.

—Por qué en aquella foto parecían muy unidos.—agregué, sonriendo un tanto burlona.

—Te gusta el cotilleo, eres igual que tú abuela.—aseguró Cata, sonriendo al tiempo en el que negaba con asombro.

—¿Y... entonces? ¿Fueron novios?—insistí, viendo cómo Caterina Russo cerraba la revista y giraba el torso hasta fijarse en mis ojos.

—No, no fuimos novios. Nunca llegamos a ese punto. Había mucho sexo, y buenas horas de estudio, es todo.—le restó importancia, viendo la foto con más detenimiento.—Nos conocimos en la universidad... era... sigue siendo un hombre muy intenso, increíblemente guapo, perfecto para que nadie se me acercara.—

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora