El silencio reinaba en la pequeña y compartida oficina de la Publicidad Romanov. Mientras, el usual sonido insistente de las llamadas, los pequeños murmullos de los empleados por el pasillo y el delicado sonido de cada hoja al ser volteada, era lo que en aquel instante era capaz de escuchar con claridad. A la vista de cualquier persona, que nos observara desde varios metros de distancia, se trataba de un día normal de trabajo.
Observé, por varios instantes, las gráficas y los números que brillaban desde la ancha pantalla de mi ordenador al tiempo en el que mis dedos rozaban con inseguridad la madera brillante del escritorio. Mordí mis labios, achicando automaticamente la vista al reprocharme aquella actitud con molestia, mientras giraba a observar hacia el celular. ¿Regalarle cinco minutos?
Aquella última noche en la cual lo había visto, había bajado del Mercedes-Benz y ni siquiera me había dignado en decir adiós. No supe si sentirme mal por la imprudencia de preguntarle sobre Daniela, por su postura tan incómoda al responderme, o simplemente por no ser capaz de brindarle apoyo. No tuve idea de qué pensar al respecto, y es ahí donde recae el problema.
—¿Segura que no quieres algo de tomar?—
Preguntó Jessica cortando el hilo de mis pensamientos, dando un sorbo a su taza de café.—Un café muy, muy, cargado sería la solución.— Aseguré, viendo cómo me observaba con una pequeña sonrisa burlona.
—Me parece perfecto, porque está muy bueno. Ahora te lo sirvo.—
—Gracias.—
Sonriendo hacia su dirección, vi cómo colocaba la taza sobre su escritorio y regresaba a la diminuta mesita, colocada en una de las esquinas de la oficina, donde reposaba la cafetera junto a algunos bocadillos que habíamos comprado entre ambas. Trabajar junto a Jessica era básicamente un respiro y llevarnos bien, había resultado ser mucho mejor para un sano ambiente de trabajo. Comenzar a trabajar prácticamente con un año de diferencia entre ambas, nos había hecho muy cercanas. Además, si se ponen a analizar, odiar a Agatah Romanova nos había hecho cómplices.
Sonreí con gracia ante aquel pensamiento justo cuando mis ojos alcanzaron nuevamente la imagen del celular esperando por ser atendido.
Sostuve con curiosidad el móvil, leyendo repetidas veces aquel mensaje que hace tan solo unos diez o quince minutos había recibido por parte de Alexander. Realmente no pensé la respuesta a su pregunta, fue una contestación automática, y odiaba el hecho de sentirme insegura ante mi negativa. ¿Y si le hubiera dicho que si? ¿De qué querría hablar conmigo? ¡Bastante cabreada ya estaba con él! ¡O tal vez conmigo misma! Ya ni siquiera lo tenía claro.
Lo lancé, sin ningún tipo de delicadeza, hacia su espacio correspondiente sobre mi escritorio ganándome una mirada extraña por parte de mi amiga y compañera de trabajo mientras está me brindaba la taza de café que había servido para mi.
—¿Esta todo bien?—
Agregó subiendo las cejas.—No, la realidad es que no está nada bien.—
Contesté con sinceridad.Su mirada fue analítica, mientras tomaba asiento sobre la silla giratoria en su escritorio y daba un pequeño sorbo a la bebida caliente y yo imitaba su acción. Odiaba su pose de amante a la lectura y chica reflexiva, normalmente acertaba en practicamente todo.
—¿Tiene que ver con Agatah y la campaña para los Russo?—
Preguntó con curiosidad.—Más o menos... ya ni siquiera se que pensar. Es demasiada responsabilidad y siento que no irá para nada bien.— suspiré, dejando caer los hombros.
—No le tengas miedo, ¿de acuerdo? Es algo con lo que ya estás lo bastante familiarizada. Haras un excelente trabajo, estoy segura.— comentó con una amable sonrisa.— Aunque presiento que no es por eso por lo que te ves... molesta.— agregó con gran seguridad en sus palabras.— ¿O si?—
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...