■Capítulo 11■

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¡Hola! ¡Hola! ¡Espero de todo corazón que estén disfrutando de la lectura! ¡Lamento mucho el atraso!  Ahora... ¿qué les parece si le damos una oportunidad a la versión masculina? ¡Espero que les guste! •Dany•

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Prov. Alexander Russo

{Hace ocho años}

Observé con atención hacia la elegante y refinada mujer a tan solo unos metros de mi posición.  Llevaba un moño, a juego con su lisa ropa de trabajo, mientras garabateaba con su pluma sobre una hoja en blanco en su ancho cuaderno. Tan solo habían pasado unos treinta minutos desde que tome asiento frente a ella, y aún asi, ansiaba que los otros treinta minutos que faltaban desaparecieran como arte de magia.

—Ya han pasado tres semanas, ¿cómo se siente al pensar en eso?—Preguntó con un fascinante interés fingido, lo cual me hizo sonreír amargamente.

—De la misma forma que hace siete días atrás, cuando me pregunto exactamente lo mismo.—Murmuré, con la poca paciencia que aún me quedaba.

—¿No siente nada diferente, señor Russo? ¿No siente alivio?—Intentó, nuevamente, con un inquietante tono relajado.

¿Alivio? ¿Se puede sentir alivio luego de la muerte de una persona? ¿Luego de verla agonizar y destruirse sin pensar en nadie más? ¿No estaria siendo demasiado injusto al permitirme sentir alivio?

Mi mirada cayó al suelo, mientras apretaba las manos en firmes puños sobre mis muslos. Acaricie la tela de mis pantalones y apreté los labios de forma automática. El silencio se hizo presente a medida en la que mis pensamientos continuaron aumentando en un ritmo desenfrenado. Realmente ni siquiera tenía idea de como sentirme al respecto. Había vivido con ella, la había visto marchitar con el pasar de los meses y todos mis intentos por mantenerla con vida... simplemente no funcionaron.

—Sentirse aliviado ante la muerte de algunas personas puede ser normal, señor Russo. Usted intento ayudarla durante todo este tiempo. ¿No es así? —

La observé, la señora Brown había sido la terapeuta que decidió atenderme sin dudar luego de la intervención de Caterina. Sabia que ella se preocupaba por mi, que deseaba ayudarme, que incluso su amiga la terapeuta le proporciona información limitada a mi hermana menor sobre mi estado mental. No estaba loco, y ni siquiera había perdido la razón como muchos pensaban. Simplemente había decidido alejarme, llevarme los problemas conmigo para poder pensar. Pero Caterina fue la única que se alarmó por mi repentina desaparición. Mi padre me catalogo como un irresponsable y mi madre nunca le llevo la contraria, jamás me defendió, y para ser sincero aquella actitud no me sorprendió.

—Me gustaría ayudarle, Alexander. Sin embargo, llevamos algunas sesiones en las que no ha hablado conmigo.— comentó, sin dejar de mirarme.

—No quiero seguir hablando sobre Daniela. Darle vueltas al mismo asunto no resuelve nada, ya está muerta.— respondí.

—Resulta que no está muerta del todo, señor Russo. ¿O me equivoco?—

—Se equivoca, Daniela Sachetti está muerta, señora Brown.— zanjé con seriedad, soltando el aire contenido en mis pulmones.—¿Podríamos hablar de otra cosa? Aún me quedan 27 minutos.—

—¿De qué le gustaría hablar?—
La vi acomodarse en su asiento, y cómo nuevamente volvía a escribir algunas palabras sobre aquella hoja. No me miraba, pero sabía que me prestaba atención.

—Hace unos días encontré entre mis cosas algo que me hizo sonreír... no pude evitar sentir algo extraño, no sabría cómo describirlo.—admití.

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora