Capítulo 35

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El eco de la televisión haciendo estruendo en la sala, las palomitas que poco a poco desaparecen dentro de mi boca y los pequeños sorbos de Caterina a la gaseosa. En el exterior hacia mucho frio, y luego de un largo día en compañía de la Abuela, habíamos decidido cerrar con broche de oro nuestra pequeña reunión improvisada. Un merecido maratón de vampiros brillantes y lobos medio desnudos, yo, por supuesto, era fan de Jacob.

—¿Por que no encuentro un Emmet en mi vida? Grande, fuerte, gracioso.—preguntó Caterina, perdida en las imágenes de la TV.

—Por qué los esteroides anabólicos son malos para la salud. Él es bello... pero técnicamente está muerto, así que busca a alguien que sea lo suficientemente saludable como para que te soporte... y aparte de eso te dure como 70 años.—contesté con sinceridad, sintiendo el pesado golpe del cojín por mi costado.

—Muy graciosa.—frunció la nariz, sostuvo el remoto, y repitiendo nuevamente la escena de la película, volvió a babear.

El sonido del timbre fue suficientemente alto como para hacerme girar el rostro, curiosa. Mastique algunas palomitas y acomodando mi ropa al ponerme de pie, escuché el llamado nuevamente. El reloj marcaba las siete y treinta minutos, Alex había avisado que llegaría cerca de las nueve, Jason tenía forma de entrar, al igual que el abuelo.

—Sostén esto, iré a abrir la puerta. ¡Basta, deja que siga corriendo la película!—la reñí, pasandole las palomitas, caminando con rapidez hasta sostener el picaporte de la puerta principal, encontrándome enseguida con un conocido par de ojos color café.

Pude distinguir sus manos moverse de manera nerviosa dentro de los bolsillos cálidos de su abrigo de invierno. El vaho de un suspiro que hizo que sus hombros descendieran de manera inquieta, su ceño fruncido y aquellos labios que se apretaban de manera indecisa. Había visto aquella actitud en mi amigo en muchas ocasiones, durante esos largos años donde nos fuimos conociendo, no era nuestra primera pelea... pero ninguna reconciliación había sido tan difícil cómo está. Sonreí vagamente por inherencia, dándole la bienvenida, acercándome hasta dejar un espacio considerable entre Logan y yo. Me encontraba recostada levemente de la puerta, cuando percibí de la manera en la que su gesto se transformó a uno de completa molestia y sorpresa.

—Dime que él no... —comenzó y mis párpados se abrieron con horror.

—¡Por supuesto que no! ¡Alex jamas haria algo como esto!—le di a entender, señalando mi mejilla. Guardé silencio ante su exigente recorrido con la vista y subiendo las cejas, suspiré.— ¿Venias a seguir discutiendo conmigo? Por que si es asi... ya tengo mucho de eso.—

—No... yo... lo siento.—negó, cerrando los párpados por algunos instantes.— Se supone que venia con la intención de pedirte disculpas... pero... ese espantoso hematoma me distrajo.—

Luego de una leve mueca, sonreí vagamente.

—Eso no se parece mucho a una disculpa.—negué y mi amigo volvió a suspirar de manera dramática.

—Si... bueno, yo lo siento. ¿De acuerdo? Siento haber sido un pesado, estaba molesto y me comporté fatal... aún cuando sabía que las cosas no eran mejores para ti.—

Mordí mis labios y sonreí.

—Yo también lo siento, ha sido culpa de ambos.—aseguré, riendo con nerviosismo.— Aunque debo admitir que nunca te habías comportado como un imbécil conmigo, en parte me lo merecía.—

Ver sonreír a Logan jamás me había brindado tanta calma y esperanza. Cuando sus brazos me rodearon en un fuerte abrazo, sentí como algo dentro de mi pecho volvía a encajar de manera perfecta. Sus labios dieron un beso sobre mi coronilla y evitando que de mis ojos comenzaran a brotar algunas lágrimas llenas de sentimentalismo, me alejé y di un golpe sobre su pecho.

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora