Había amanecido, y todo era particularmente más claro y frío aquella mañana. La brillante luz que se filtraba por las ventanas, el silencio y la tranquilidad en mi habitación, todo lo que era capaz de provocar una extraña paz en el centro de mi pecho mientras estiraba mi cuerpo de forma inconsciente. Cuando abrí los ojos, dejando escapar un suspiro, todavía tenía la sensación de estar entre los brazos de la cosa bonita y extraña, había llorado con aquel abrazo y caído dormida sin problemas, su olor en mi ropa era suficiente prueba para que fuera perfecto, pero a pesar de todo, a mi lado solo había un hueco vacío. Tomando asiento, y observandome en el espejo del gavetero, pude caer en tiempo sobre mis ojos hinchados. Me sentía mucho más liviana que de costumbre, a pesar de todo, fue reconfortante, y luego de tomar ánimo para abandonar la cama, arreglarme lo suficiente, cepillar mis dientes y acomodar mi cabello, como todos los días, tomé un merecido respiro para enfrentarme a la vida.
Agradecí a Dios internamente por la ridícula paz que sentía en aquel momento, porque entendí que luego de tantas lágrimas al final había limpiado mi alma, o al menos gran parte de ella, y que gracias a eso, mis decisiones no podrían ser erróneas en ningún sentido. Algo había entendido, yo era responsable de mis decisiones, y mi vida sería tan increíble como yo quisiera que lo fuera. No soy nadie para causar más dolor en un mundo lleno de injusticias, pero si soy alguien, lo suficientemente capaz, para ayudar a las personas que necesitan de mi.
Con ese pensamiento, di algunos pasos fuera de mi habitación y cerré la puerta tras mi cuerpo con suavidad, me observé en el pequeño espejo del corredor y sonreí con confianza. Allí estaba, vistiendo unos bonitos pantalones de color negro, que se adherían a cada centímetro de mis piernas, junto a una blusa azul marino sin mangas, mi cabello suelto en bonitas ondas y unos tacones a juego. Había maquillado mi rostro levemente, y mis labios, de un color cereza, llamaban mucho la atención, incluso hasta para mi, pero me sentía llena de positivismo... por muy extraño que parezca.
Caminé lo suficiente, sosteniéndome de la barandilla al comenzar a descender las escaleras alfombradas hasta el primer piso, cuando unos murmullos opacos llamaron por completo mi atención y lograron que mi ceño se frunciera en una respuesta curiosa.
—¿Y, entonces, cuál será nuestro siguiente movimiento?—escuché la voz de Jason murmurar hacia las personas que lo acompañaban.
—¿Nuestro? No, Jason, no hay nuestro. Marcella, George, Annie y tú quedan fuera de todo esto.—zanjó Alexander seguido de un pequeño silencio que me hizo arrugar el gesto.—Sé que quieren ayudar, no me malinterpreten, se los agradezco, pero debemos tener mucho cuidado con mi papá... solo les estoy pidiendo un poco de tiempo... a lo que las cosas se estabilizan.—continuó.
Aguante por un instante la respiración, y me pregunté seriamente si alguien en su sano juicio seguiría llamando a Diego Russo "Papá", así como Alexander le seguía llamando. ¿Luego de todo lo que le había hecho pasar aún merecía ser llamado de esa manera? Me recosté de la pared contraria a la cocina, analizando mi pregunta mental, y continué escuchando con atención, mientras me aseguraba de mantener el silencio por algunos minutos más.
—Solo queríamos que supieras que cuentas con nuestra ayuda y con todo nuestro apoyo, hijo, no podemos simplemente quedarnos aquí a observar lo que sucede contigo y con Caterina y no preocuparnos... las cosas no funcionan así en esta familia.—aclaró George con afecto.
—Más que un amigo, para mi eres prácticamente como un hermano, Alex. ¡Es ridículo que me quieras limitar en esta situación! Lo que claramente significa que aunque me quieras mantener al margen, no lo vas a lograr.—añadió Jason para dejar muy claro su posición.
—Gracias... pero no puedo permitir que se vean afectados con toda esta situación. Entiendan mi punto, si atraigo la atención a la familia Ames, las amenazas pueden desplazarse hacia terceras personas. Y como saben, Morgan e Isabella todavía llevan una relación cordial con mis papás.— cortó Alexander, y sentí como la preocupación, así como la tristeza, se hicieron palpables en el ambiente.
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...