Capítulo 20

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Observando hacia la nada, coloque, poco a poco, aquellas fotos sobre el escritorio y dejé caer los hombros con lentitud, mientras recostaba el cuerpo en el espaldar de la silla en la que me encontraba sentada y en lo que sentí fue en cámara lenta, bajé la mirada hacia todos esos documentos y acomode mi cabello suelto hacia atrás, en señal de desespero y por mucho que me costara admitirlo, había una notable frustración en aquel gesto. ¿Cómo es que todo había llegado tan de repente? ¿Una hija? Alexander Russo tiene... una hija.

"Mi consejo es que intentes arreglar tu rostro antes de que sea tarde..."—había escuchado aquella noche como le contestaban sin titubear.— "Alexander... confía en Moretti, es muy buen abogado, sabrá como ayudarte."—Eso había dicho el señor Davidson mientras su esposa lo sostenía con firmeza.

Rebusque, entre todos los documentos y allí estaban, avisos de tribunales, abogados y citas programadas. Certificados de nacimiento, identificaciones, recibos de pago y una carta. ¿Quien diablos es Juliette Brown?

—Por este medio certifico el cumplimiento total y voluntario del paciente Alexander Russo a sus terapias semanales.— ¿terapias semanales?—El proceso fue completado de manera exitosa y no fueron identificadas actitudes peligrosas para la menor, Madilena Russo. —leyendo en voz moderada, mi ceño se frunció de manera inmediata.

Varios golpes sobre la puerta de madera y, al instante, la voz de Julian Romanov, que rompía el silencio. Sabía que se expresaba con respecto a algo, que aquello lo tenía feliz, pero no tenía idea de que era lo que me decía. La carta, que aún sostenía entre mis manos, comenzó a pesar entre mis dedos, mi pulso era increiblemente rapido y sintiendo que necesitaba un poco de aire no pude evitar ponerme de pie como si hubiera estado sentada sobre un resorte.

—¿No te parece increíble?—preguntó emocionado y fue entonces, cuando luego de unos segundos, me observó con más atención de la que me hubiera gustado.— Marcella, ¿te encuentras bien? —

—¿Yo? ... Si... eso creo... —murmuré, dubitativa, bajando la vista hacia los miles de papeles y fotografías que ahora intentaba ocultar. Cerré los párpados con fuerza, por algunos instantes, sosteniéndome del borde del escritorio, al tiempo en el que ponía gran esfuerzo para no comenzar a hiperventilar.

— ¿Estás segura? —preguntó de forma insistente a lo que yo asentí en silencio volviendo a observar hacia su dirección.— Bueno... pues decía que estoy contento. Diego Russo me acaba de llamar para hacerme una invitación a su fiesta en Milán, justo ahora que hacemos negocios. ¿Puedes creerlo? Hemos logrado mucho en todo este tiempo, Marcella... y ya... que no sé italiano... pensé en el hecho de que pudieras acompañarme.—

—Estoy segura de que le hablaran en inglés... —el murmullo casi inaudible se escapó sin siquiera ser pensado y al instante, mordí mis labios, maldiciendo internamente por mi falta de tacto y hasta de respeto.

—¿Disculpa?—parecía como si realmente no hubiera escuchado, o de plano se hizo el idiota.

—No se que responder a eso... en realidad yo... —

—Se que es precipitado, pero la actividad no será hasta dentro de unas semanas. Podrás tener todo listo para entonces, parte de tu trabajo al día, y vendrás conmigo. ¿De acuerdo? Será una excelente oportunidad para ti... te seguirán conociendo en el medio y continuarás aprendiendo.—aseguró, señalando hacia mi dirección, al tiempo en el que caminaba hacia atrás.

—Señor Romanov, no creo que sea... —intentando evitar que se fuera sin escuchar mi negativa hacia el asunto, sentí como comenzaba a desesperarme.

—Es una excelente idea, confía en mí.—repitió al interrumpirme, sosteniendo la puerta.— Me retiro por el día de hoy, tengo algunos asuntos que resolver. ¿de acuerdo? Agatah estará conmigo así que cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme.—

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora