Capítulo 34

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Reconocí que había sido mi culpa.

Aunque no sentía ningún tipo de arrepentimiento por lo que hice, claro está.

Cuando cerré la puerta principal tras mi cuerpo, crucé el umbral y llegué hasta ellos dando pasos lentos hacia la sala, más de un par de ojos me observaron con sorpresa, luego con decepción, y entonces con enojo... como si fuera una cortina de sentimientos que se movían a la misma velocidad en cuestión de segundos.

Alexander se puso de pie, se acercó mucho antes que los demás, con sus manos cerradas en fuertes puños, como si intentara controlar toda la furia que llevaba dentro de su propio cuerpo. Estuvo a escasos centímetros, evaluando mi rostro sin siquiera perderme de vista y su postura en ningún momento se relajó, parecía respirar de manera lenta, mientras que sus ojos verdosos pasaban de ser cordiales a unos llenos de completa antipatía.

—Marcella... —la voz preocupada de Jason rompió el silencio, pero una mirada gélida por parte de Alexander fue suficiente para que volviera a cerrar la boca. Hasta ese momento no tenía idea sobre el enorme respeto que había entre ellos.

—¿Ha sido él? —sus labios casi no podían gesticular de manera adecuada, y luego de interminables segundos, cuando asentí a su pregunta sin decir una palabra, el sonido de un vaso de cristal al romperse con gran estruendo contra la pared me hizo cerrar los párpados.—¡En qué diablos estabas pensando! ¿¡Tienes una idea de la estupidez que acabas de hacer!?—

—Alexander, creo que es mejor que... —mi hermano intentó dar un paso hacia él, tratando de aliviar el enojo que lo carcomía, pero le fue imposible.

—¿¡Acaso no la ves!?—exigió en un grito, señalando hacia mi dirección sin control.— ¿¡Estas ciego o qué!? ¡Jason, maldita sea! ¡Mirala! MI padre, el mismo hijo de puta que ha estado haciéndome la vida imposible durante todo este tiempo, le ha levantado la mano a TU hermana, le ha pegado. Hasta el maldito y asqueroso anillo de matrimonio se le marcó en la cara. ¿¡Realmente vas a pedir que me calme!? —gruñó, volviendo a girar su mirada distante hacia el ardiente golpe en mi mejilla.

Sus gritos lograron que cerrara las manos a cada lado de mis caderas, un estremecimiento cruzó mi columna, mientras lo observaba con suma atención. Perdía la cordura sin ser apenas consciente de sus actos, o de su tono de voz tan elevado. Siendo honesta, jamas lo habia visto perder el control de aquella enloquecida manera. Me era imposible reconocerlo, y fue así como supe que solo hacía falta una gruesa gota de agua para que el vaso estuviera completamente lleno: yo fui esa gota.

Di un paso hacia el frente, viendo como los ojos de Jason se abrieron espantados, como mis abuelos negaron para hacerme desistir... pero ya era demasiado tarde. Tenía la atención de aquellos ojos que siempre habían movido mi mundo, él no era como su padre... yo lo sabía, estaba molesto y aquello lo entendía.

—No sucedió nada malo... —murmuré, viéndolo cerrar los ojos y negar con incredulidad.

—Carajo, Marcella... demonios.—maldijo como primer acto, subiendo una mano de manera frustrada hasta frotar su nuca frecuentemente.—Esta mañana dijiste que harías unas cosas, que no te quedarías conmigo... que viniera a cenar.—divagó.— ¿Esta era tu idea para recibirme? ¿Como puedes ir con el pensamiento de un enfrentamiento cuando yo no puedo estar contigo... cuando ni siquiera puedo defenderte? —

—Volvería a hacerlo, lo sabes.—dejé claro, ganándome una mirada envenenada.—No podía dejar que las cosas continuarán empeorando, que se salieran más de control... no le tengo miedo a Diego Russo y tu tampoco deberías.—

—¡En este maldito momento si puedo darme el lujo de tenerle miedo!—gritó, obligándome a dar un paso hacia atrás. Justo en ese momento pude ser testigo de las pesadas lágrimas que se acumulaban en sus ojos y aquello me desarmó.— ¡Con un solo movimiento, Marcella, uno solo, con una señal, puede ser capaz de quitarme todo! Absolutamente todo. ¡Mi trabajo, mi hija... puede hacer que te alejes de mi! ¿Es que acaso no lo comprendes? —su voz rota, llena de resentimiento, me hizo negar con lentitud, evitando de cierta manera comenzar a llorar.—¿Sabes lo que más rabia me da? ¡Que ni siquiera puedo ir hasta su casa para golpearlo de vuelta, para defenderte de su machismo y su poco razonamiento! ¡NO PUEDO!—sacudió las lágrimas de su rostro agresivamente.— ¡Un mal movimiento de mi parte y todas las mentiras que ha dicho sobre mi en la corte pueden ser ciertas! ¡Mi incapacidad para cuidar de mí mismo, de Madilena! ¡Mi falta de cordura por supuestamente haber visto morir a Daniela! ¡Ni siquiera se si en eso tiene razón!—

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora