Capítulo 41

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Cuando niña, imaginaba tener alas. Soñaba a diario con volar, con sentirme libre, y aquel deseo me hacia olvidar todos y cada uno de mis problemas por al menos toda una tarde, desde la enorme ventana en el pasillo del segundo nivel, justo al lado de mi habitación, cuando estiraba los brazos paralelos a mi torso y luego cerraba los párpados con fuerza dejando que el viento sacudiera mi cabello.

Recordaba la enorme sonrisa de mi madre, cuando giraba sobre mis talones y la veía allí, recostada de la pared del pasillo mientras me miraba en silencio. Su dulce risa al recibirme en un abrazo y como sus labios alcanzaban mi coronilla para posar un beso lleno de amor.

Adoraba Toscana, el verdor y la inmensidad, el campo, la frescura y la tranquilidad. Italia era mi poso de memorias, unas tristes, otras felices, pero al fin y al cabo, memorias. Unas que me hicieron ser más cuidadosa, más amorosa, más fuerte, más cálida, más humana... sin perder la esencia de mi personalidad.

Cuando supe con certeza que ya habíamos tomado el camino correcto hacia la casa de mis padres, luego de interminables horas de camino, sostuve con fuerza el cinturón de seguridad con ambas manos y sentí como mi corazón festejaba con emoción aquella noticia. Allí estaba, había vuelto otra vez. Los pinos, en la orilla del largo camino, se sacudían por el viento y las hojas secas caían al suelo con sutileza. El suelo de piedras bajo el auto se quejaba por la velocidad en la que transitábamos, y cuando mis ojos se alzaron hacia el horizonte, sonreí con anhelo.

—Bienvenida a casa.—

El susurro de la voz de Jason sobre mi hombro, en los asientos traseros, logró que girara el rostro con mis párpados llenos de lagrimas. Y cuando su mano cayó sobre mi hombro para acariciarme, no pude evitar volver a mirar con atención hacia la casa, que tan enorme como siempre, destacaba al final del camino.

La habían remodelado, sin perder aquel toque antiguo de piedra en su gran mayoría, ancha y con un hermoso tejado en ladrillo. El inmenso arco que se ubicaba en el centro del primer nivel, daba la vista de una pesada doble puerta en madera completamente abierta y, a ambos lados, ventanas acritaladas con miles de flores en el jardín delantero. Ya casi anochecía, y las luces encendidas nos dieron la grata noticia de que en el interior habían personas presentes. El auto se detuvo, y cuando el motor dejo de ronronear, bajé de la carrocería, limpiando mis mejillas con rapidez.

—¡Morgan! ¡¿Podrías hacer el extraordinario favor de llevar la ropa seca a nuestro dormitorio?! No van a llegar solas al armario.—escuchando la fuerte voz de Isabella, sonreí con burla, viendo a Jason rodar los ojos como si aquel comentario lo hubiese escuchado miles de veces.

Fue entonces cuando me encontré con su mirada, y el rostro femenino brilló con fuerza. Llevaba el cabello suelto, como era usual en ella, junto a unos pantalones de algodón, negros, una blusa para el frío y unos zapatos cerrados. Mi madre siempre había sido alta, esbelta, bonita, bien cuidada, hermosa. Fue entonces cuando asombrada, mirando desde la entrada principal, dejó caer la canasta con ropa al suelo y sus manos delgadas cubrieron sus labios.

—Querida, estaba en una llamada telefónica, necesito revisar unos documentos para llevarlos a la oficina mañana.—se explicó Morgan, brevemente, deteniéndose junto a mi madre cuando su cuerpo giro con curiosidad y su gesto se transformó en uno lleno de impacto.—¡¿Marcella?!—

—Jason, si, yo... estoy aquí también.—mi hermano alzó una mano, haciendo una mueca desinteresada por el poco interés mostrado por su llegada.

—¡No robes mi momento! ¡Largo!—lo reñí, dando un golpe sobre su brazo.—¡Vamos, pensé que se alegrarían más al verme!—respondí hacia las dos personas inmóviles, con voz burlona, dando algunos pasos hacia el frente, notando enseguida como mi madre comenzaba a soltar algunas lagrimas y corría hasta mi posición, envolviendo mi cuerpo entre sus brazos delgados.—No llores... no quería que lloraras.—agregué, rodeando su torso, sonriendo con la alegría pintada en mi rostro, mientras acariciaba su espalda con lentitud.

SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora