Sentí los dedos de Alex entrelazarse con los míos en un agarre cálido, sentados en un columpio a mitad de la terraza mientras manteníamos un cómodo silencio al mecernos con suavidad en el aire. Era muy entrada la noche, con el viento helado rozándonos la cara, optando por cerrar los ojos, al recostar la cabeza sobre su hombro, sintiendo enseguida cómo soltaba una gran bocanada de aire logrando hacerme sonreír.
—¿Estas segura?—preguntó, con un tono muy nervioso sobre su voz.
—¿Sobre qué?—contesté, fingiendo no saber a que se referia.
—¿Sobre tú y yo... una boda? ¿Realmente te quieres casar conmigo?—
Al abrir los párpados, logré observar la poca iluminación a nuestro alrededor. Moví en rostro hasta dejar los labios muy pegados de su brazo y alejándome lo suficiente para mirarlo a sus ojos curiosos, sonreí con tranquilidad.
—Se que querías tomártelo con calma... pero seamos honestos, no hay tiempo. Y no permitiré, de ninguna manera, que se lleven a Madilena a ningún lado.—contesté con seguridad, tomando un poco de aire al erguir mi cuerpo buscando las palabras correctas.
—Eso no me deja muy tranquilo. No quiero que nos casemos porque pienses que estas obligada a hacerlo. No me gusta.—negó, frunciendo el ceño, concentrándose en la oscuridad frente a nosotros.
—¿Obligada? Fui yo la que te acaba de proponer matrimonio, Alexander Russo.—bromeé, mordisqueando su carne por sobre su camisa para dormir.—Además, estoy embarazada. Que evidentemente no es una obligación de todos modos... pero es una buena excusa para casarme contigo.—continué, encogiendo los hombros.
—Tus padres perdieron los nervios.—me recordó.
—Fue muy divertido ver la cara desencajada de mi mamá.—reí, intentando, enseguida, de portar una cara de seriedad, dandole un golpe suave sobre su abdomen.—¿Estas buscando buenas excusas para rechazarme? ¿No quieres casarte conmigo?—
Distinguí el tono triste de mi voz, escuchándolo suspirar, y observando cómo apretaba los labios un tanto complicado, lo vi acomodarse en el asiento hasta quedar frente a mí. Sus manos se acercaron hasta mi rostro, acariciando mis mejillas con cariño, cuando luego de algunos instantes las colocó sobre mis piernas.
—No es eso, bella. Simplemente no quiero que te cases conmigo por todas las cosas que están sucediendo.—explicó.—No estaré dispuesto a darte el divorcio mas adelante.—amenazó y sus ojos verdosos se achicaron, ofreciéndome una bonita vista de su sonrisa y el brillo en su mirada.
—Bueno... no pensemos en eso entonces y cometamos una locura.—murmuré, relamiendo mis labios para luego murmurar de manera convincente.—Casemonos.—
Por un largo momento, fui testigo de como su miedo, su indecisión y aquella espina de dudas, desaparecieron. Observé como sus ojos se tornaron a unos llenos de luz, esperanza y felicidad. Era como ver la cara de un niño al cual le hubieran ofrecido el mundo, y aquello me hizo regresar en el tiempo, dar rienda suelta e imaginarme a aquella cosa extraña y de ojos verdes que me hizo sonreír gustosa ante nuestro pequeño instante.
—Casemonos.—volví a susurrar, sonriendo ampliamente al notar como simplemente asentía ante mis palabras.— No te vas a arrepentir.—negué, sintiendo como sus labios rozaban los míos, dando un ligero beso lleno de cuidado.
—Me hubiera gustado tener un noviazgo contigo.—se quejó, frunciendo la nariz.
—Nos hemos saltado muchos pasos en el manual. Lo hubieras pensado mejor antes de dejarme embarazada.—agregué con burla, subiendo las cejas al escuchar un pequeño carraspeo tras nosotros.
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...