Cuando logré bajar del auto, acomode el bolso sobre mi hombro e hice mi cabello largo hacia atrás mientras un agarre firme me sostenía de la cintura y me obligaba a dar la vuelta de un solo tirón. Fruncí el ceño, intentando no perder el equilibrio, y justo en aquel momento lo vi sonreír, travieso, mientras sus dedos se aferraban a mi cuerpo con delicadeza y sus labios acariciaban los míos con lentitud, en un rápido beso que no vi llegar.
—¡Qué es lo que haces!—ahogué el murmullo apenada, apretando los labios una vez libre, observando a nuestro alrededor con la vergüenza pintada en mis mejillas.
Hace tan solo unos momentos habíamos llegado hasta el elegante edificio que albergaba las oficinas de la Publicidad Romanov. Allí estábamos, a escasos metros de la enorme entrada, siendo testigos del andar de las personas que con calma o con un poco más de prisa se dirigían hasta sus puestos de trabajo. Y podía admitir, con toda la seguridad del mundo, que algunas miradas curiosas habían sido testigos del beso aniñado que Alex acababa de brindarme.
Las mariposas comenzaron a revolotear en la boca de mi estómago, obligándome a recordar aquella extraña sensación de relajación con la que había despertado hace apenas unas horas. Alexander parecía feliz, con los ojos brillantes, lleno de luz y buen humor, una enorme sonrisa, algo que sin duda alguna fue la cosa que más me encantó. ¿Les había dicho alguna vez que me encanta su sonrisa? Una mañana que podría asegurar recordaría por el resto de mi vida, de eso se trataba, y entonces pensé con emoción en lo afectuoso, atrevido y relajado que se encontraba conmigo.
—Debo regresar esta tarde a Italia, solo quería un beso de despedida.—explicó con suavidad, acariciando mi espalda baja para luego dar un paso atrás.— ¿Me ibas a dejar con las ganas? Eso hubiera sido muy cruel de tu parte.—refunfuñó.
—¿Espera...? ¿Regresas?— subí las cejas y en aquel preciso momento, mis ojos se agrandaron con sorpresa ante sus palabras mientras lo veía dar algunos pasos lejos de mi.
—Mañana es la cita supervisada, necesito estar en Milán mucho antes de la hora establecida para ver a Madilena.—añadió con el mismo tono pasivo, colocando una mano sobre la carrocería mientras se mantenía frente a mi con comodidad.— Volveré tan pronto termine, tenemos una conversación pendiente.—
Arquee la cabeza levemente hacia un lado, ofreciéndole una pequeña sonrisa a cambio de aquella explicación. Era consciente sobre la dificultad de las cosas, no me molestaba el hecho de que fuera a Italia, mucho menos que fuera con la intención de ver a su hija... pero la sola idea de que se apartará de mí era triste, y mi corazón comenzó a sentir los efectos de la distancia que aquello suponía.
Era tan fácil para mí acostumbrarme al hecho de tenerlo cerca... tan cómodo, tan perfecto... que podía asegurar que en esta ocasión entró sin problemas hasta mi corazón, con mucho más estilo que como lo hizo en aquella primera ocasión cuando lo vi desde las escaleras aquel día de Junio en Toscana.
—A menos que... estés dispuesta a acompañarme.—murmuró cuidadoso, subiendo las cejas varias veces, sin dejar de evaluar mi mirada con atención.
—No creo que sea correcto.— negué, frunciendo levemente la nariz, sonriendo al instante por el gesto de seriedad en su rostro debido a mi respuesta.— No me malinterpretes, ¿de acuerdo?—añadí al instante, subiendo un poco los brazos al no poder dejarlos en un solo lugar.— Me refiero a que las cosas están tensas... tú mismo lo dijiste, por lo tanto... no es el momento más adecuado para yo viajar a Italia.—
Y así, pasaron los segundos, pues no fuimos capaces de apartar la mirada en ningún momento del rostro de la otra persona. Lo había pensado, y en este momento lo confirmaba por milésima vez, Alexander Russo tenía algo que me tranquilizaba, que me daba felicidad, que relajaba cada músculo tenso en mi cuerpo, y era un sentimiento lleno de vida, ni siquiera sabía de qué manera explicarlo. Bajé la vista, y sintiendo como volvían a sostenerme de la cintura, me obligó a mirarle nuevamente, acomodándome muy cerca de su cuerpo.
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...