Respira... Marcella, tu puedes.
Las cosas no pueden ser tan malas como parecen.
Solo... intenta... respirar...
—¡Marcella!—
Parpadeé, confusa, regresando al mundo de los vivos cuando aquella voz masculina pasó de ser un simple susurro opaco a un tranquilo pero alto llamado.
—¡Hola, eso es, bienvenida de vuelta!—encontrándome con sus ojos verdes, intenté orientarme para no volver a sentir que podría desmayarme. ¿En qué parte estábamos? Ah, sí. En esa donde no utilizamos condon.—Ven... acuéstate conmigo.—me animó.
Alexander estiró sus brazos hacia mi dirección, mientras lo observaba medio pérdida, aún de pie frente a la cama, con los brazos cruzados sobre mi pecho desnudo. Fruncí el ceño y llené mis pulmones de aquel cargado aire con olor a esperma e hice una pequeña mueca desesperada, asegurándome de dar algunos pasos calculados hacia la cama para sentarme en la orilla, viéndolo aguantar una sonrisa.
—¡No le encuentro el chiste a esta situación!—comente con seriedad, notando como alzaba los brazos para buscar paz ante mi tajante comentario.
—Lo siento, bella, no puedo evitarlo... haces esas muecas... ahí desnuda, toda guapa, y no puedo pensar con seriedad. ¿Cuánto tiempo llevas ahí de pie? ¿Unos treinta minutos?—su sonrisa fue ancha, burlona y sintiendo como mis instintos asesinos me superaban, sostuve una almohada golpeándolo con fuerza.
—¡No estoy jugando, Alex! ¡¡Todavía siento que huelo a esperma... y ya me he bañado tres veces!!—gruñí, para luego dejar caer los hombros con cansancio, estando junto a él sobre la cama, fijándome cómo con tranquilidad y con aire despreocupado hacía a un lado las almohadas y me acercaba lo suficiente hasta rodearme con los brazos por la cintura.
—De acuerdo. ¿Qué se supone que quieres que te diga?—subió las cejas, recostado del espaldar de la cama.
—¡No lo sé! ¡Qué no pasará nada! ¡Que tus bolas contuvieron el juguito! ¡Que se yo! ¡Cualquier cosa! ¿¡Como diablos lo puedes tomar con tanta calma!?—murmuré, acomodando una pierna a cada lado de sus caderas, tomando asiento sobre sus piernas, para entonces recostar mi frente sobre la suya.
—No creo que eso funcione del todo.—dudó, moviendo los dedos en pequeñas caricias circulares sobre mi espalda baja, dando un pequeño y rápido beso sobre mi coronilla.— Y dado a que has perdido los nervios alguien debe conservar un poco de cordura, ¿no crees?—intentó contener una sonrisa.
—No puedo quedar embarazada, no ahora.—añadí en un balbuceo, rodeándolo de los costados en un fuerte abrazo.
Hubo un largo silencio, mi cabeza ubicada en el hueco de su cuello mientras el cuarto era iluminado por aquellas pocas velas a nuestro alrededor. Habíamos estado juntos... esta noche, hace una semana o dos... en un alocado episodio de sexo desenfrenado. Cerré los ojos y fue entonces cuando un espeso sentimiento de preocupación hizo que mi pecho se retorciera.
—Nunca hemos utilizado protección, Alex.—
Caí en la realidad que estúpidamente no fui capaz de ver a tiempo.
—Estoy limpio.—susurro cerca de mi oído.—Aunque si te hace sentir más tranquila nos podemos hacer pruebas.—aseguró.
—Yo también lo estoy.—agregué, asintiendo una sola vez.—Nunca... antes había olvidado el maldito preservativo.—
—Al menos el que nos hayamos cuidado debería ser un alivio. ¿Qué es lo que te preocupa en realidad? Se... que no estoy muy bien económicamente...—
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...