Inspiré hondo, intentando mantener bajo control el caracter de mierda que me cargo.
De repente, la mesa en la sala de conferencias parecía demasiado pequeña y frágil como para soportar los golpes de Agatah Romanova quien en un arranque de ira había perdido la poca cordura que fingía tener, hipotéticamente si a estos golpes les sumamos los míos dudaba mucho que la madera resistiera, así que... tuve compasión.
Julian Romanov me observaba, esperando un descontrol y algunos gritos que responderian a las demandas y exigencias de su heredera. Pero, ¿les digo un secreto? Eso nunca paso. ¡Jesus! Incluso yo estaba mucho más que orgullosa de mi comportamiento profesional.
—Agatah, baja la voz, por favor, toma asiento y dialoguemos esto como personas civilizadas.—Ordenó Julian, subiendo las cejas al ver que esta no se inmutaba ante su petición.
—Ya dije que no permitiré que estas situaciones sigan ocurriendo, papá. Toda decisión que vaya a ser tomada debe ser consultada conmigo... o dado el caso, contigo. Quiero que sea la primera y última vez que pase algo como lo que sucedió con la campaña de los cosméticos, perderiamos clientes por la falta de juicio y malas decisiones que tomen tus empleadas.—
—Difiero sobre eso, Agatah, o ¿intentas decir que mi mentoria sobre el tema publicitario a la señorita Ames ha sido incorrecto?—en los ojos del caballero había cierto brillo retante, mientras que la víbora achicaba la vista y luego se tragaba su lengua con veneno.—Desde que Marcella y Jessica han tomado el mando en algunos de los aspectos de las campañas... nuestro trabajo en las reuniones ha sido mucho más llevadero. No hemos perdido clientes, si no que han llegado con la intención de ponerlas a prueba. Así que, mi sugerencia, para evitar tus disgustos y los de mis empleadas, es que intentes ser un poco más cooperadora, dialogues con ellas y preguntes por el estatus de cada publicidad de manera cortés. ¿Estamos de acuerdo?—
Decir que el rostro de Agatah se había descompuesto por la respuesta recibida por parte de su progenitor fue demasiado para mi persona. Jamás me había sentido tan complacida en toda mi vida, con solo verla tragarse sus propias palabras fue suficiente para guardar los insultos que tenía reservados solo para ella. Jessica, quien se encontraba sentada justo a mi lado, me sostuvo la mano con fuerza bajo la mesa, controlando el desenfreno de emociones que debía sentir en aquel instante, aunque yo no fuese muy diferente a ella. Tenía la leve impresión de que esta noche dormiría mucho más tranquila y de solo pensar en aquello, sonreí.
—No es justo, quiero que lo sepas.—
Agregó la rubia hacia su padre.—La vida es así, querida. Es por el bien del negocio, eres muy buena en lo que haces... solo tienes que aprender a pensar más seguido con la cabeza fría.— aseguró éste, girando luego a nuestra dirección.— Bien, dado por terminado ese tema... ¿Ya han resuelto el problema de las fotos?—
Escuchando como una de las cuatro sillas era arrastrada por el suelo, vi con curiosidad de la manera tan molesta y decidida en la que Agatah tomaba sus documentos, giraba sobre sus talones y luego abandonaba la sala. Julián nos observó en silencio, pareciendo demasiado tranquilo ante todo lo que en muy poco tiempo había sucedido, mientras el golpe sólido de la puerta al ser cerrada de manera brusca casi le despeinaba el poco pelo que llevaba en la cabeza. Luego de unos instantes en absoluto silencio, bajé la mirada hasta la carpeta que mantenía abierta frente a mí, dejé caer los hombros y apretando los labios, negué con lentitud.
—No quería que las cosas se salieran de control, o que tuviera este tipo de enfrentamientos con su hija, Julián.—agregué con voz pensativa.
—Es igual a su madre, ¿sabes? Es terca, le gusta tener el control de su trabajo, pero si quiere trabajar para mi tiene que aprender a trabajar en equipo. Es eso, o nada. Además, quiero extenderles una disculpa, lo que ocurrió hace unos días... haré lo posible para que no vuelva a suceder. Quiero que se sientan cómodas, están haciendo un excelente trabajo, chicas.—
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomancePRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...