Cuando el viento frío sacudió algunas capas de mi cabello suelto, cerré los párpados por algunos instantes como primer instinto y luego levanté la mirada hasta observar el enorme y viejo edificio junto a la calle que discretamente me daba la bienvenida. Parecía vacío, con apariencia decaída y colores opacos, nada comparado con la moderna imagen que mostraba la parte más visitada de la ciudad. Las pequeñas rejas frente a este estaban mohosas y el color negro que alguna vez tuvo que ser brillante, ahora parecía maltratado. Sostuve con firmeza el bolso sobre mi hombro, pegandolo con instinto protector contra mi cuerpo, y observando como el flujo de estudiantes aumentaba a mi alrededor, contuve una profunda bocanada de aire al tratar de analizar si lo que me había precipitado a hacer podría catalogarse como correcto.
Jessica me había brindado su dirección, y tomando el bus a primera hora, luego de estabilizar mis nervios, no tarde mucho en llegar... en realidad, no me demoré nada. El lugar es humilde, mucho más de lo que me pude haber esperado, considerando el buen sueldo que mi compañera ganaba en la empresa no hubiera contado con el hecho de que viviera en un edificio gastado por los años, o en una parte de la ciudad donde mis abuelos hubieran estado de acuerdo al decir que no era seguro para una jovencita, parecían ser pequeños apartamentos rentados para universitarios cerca de la zona, y así, cuando la vi salir con rapidez para recibirme y sintiendo como sus delicados brazos me envolvían en un fuerte apretón no pude evitar comenzar a llorar nuevamente y perder por completo el hilo de mis pensamientos.
—Tranquila... aqui estaras bien.—
El nudo en mi garganta me impidió ser educada, pues tenía la intención de darle las gracias pero sentía que mi voz fallaría, que no lograría mi cometido y fue por eso que lo único que pude hacer fue guardar silencio y dejar que sus manos acariciaran parte de mis hombros, de cierta forma había algo reconfortante en aquel abrazo.
—Ven, será mejor que entremos. ¿Te parece?—Susurró.
Asentí varias veces, lentamente, al tiempo en el que mis dedos se deshicieron de las lágrimas que se escurrían por mis mejillas. Dimos algunos pasos hasta el interior del edificio y comenzando a subir las escaleras me fijé en todo y lo poco que nos rodeaba. El suelo, en cada piso de camino hacia su apartamento, estaba sucio, no tenía buen aspecto. Así como el hecho de que algunos rostros amigables iban en descenso con las mochilas a sus espaldas e intuí que se trataban de estudiantes universitarios demasiado madrugadores. Observe a mi lado y viendo cómo Jessica me ofrecía una pequeña sonrisa reconfortante, apreté mis labios.
—Gracias... por recibirme.—comenté, un tanto apenada.
—No es molestia. ¿Quieres una taza de café?—
—Prefiero algo de ropa y una ducha.—murmuré, viéndola asentir.
—De acuerdo, tengo algo de maquillaje también.—
Dentro del diminuto apartamento reinaba el silencio, y escuchando el eco de la puerta al ser cerrada, me acerqué hasta apoyar mi bolsa sobre el único sofá. Dejé que me guiara hasta el cuarto de baño, buscamos algunas piezas de ropa que encajaran con mi voluminoso cuerpo en su closet y dando con el conjunto perfecto, según ella, volví a la ducha para librarme de la pesadez que en aquel momento se ubicaba sobre mis hombros.
Sabía que por cortesía debía brindarle explicaciones, el porqué de mi llamada tan repentina, el porqué de mis lágrimas. Hasta yo en su lugar moriría de la curiosidad y la preocupación, pero siendo honestos no tenía con quién más hablar. Caterina había sido mi psicóloga, mi paño de lágrimas, la amiga a la que siempre acudía y en esta situación... ni siquiera sabía lo que debía hacer. Sabía que estaba mal molestarme con ella, estaba consciente sobre ello, pero odiaba que me mintieran y todos lo sabían, todos lo supieron... excepto yo.
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SUEÑOS OLVIDADOS © | SL #1 - COMPLETA
RomantikPRIMER LIBRO DE LA SERIE "SIN LÍMITES" A los nueve años, Marcella Ames conoció lo que era el amor sin siquiera ser consciente sobre el enorme significado que poseía aquella palabra. Se preguntó a diario, ¿Por qué no era capaz de llamar su atención...